miércoles, 29 de octubre de 2025

Melissa nos pasó por encima…


Actualidad Nacional | P. José Pastor Ramírez, sdb

 


Melissa nos pasó por encima…

 

La semana pasada, la República Dominicana ha vuelto a enfrentarse con fuerza a la realidad de la que no está exenta y a la que el papa Francisco llamó “la crisis climática”. La tormenta Melissa provocó el desplazamiento de más de 1,080 personas y la muerte de otras, arrastradas por las aguas en el Gran Santo Domingo y en buena parte del país. Más de 647,000 ciudadanos quedaron sin acceso a agua potable, tras resultar afectados los acueductos en distintas regiones del país.

 

Aunque los desastres naturales son frecuentes en el Caribe, no debemos asumirlos como una rutina inevitable. Son una llamada de atención urgente. Los territorios vulnerables —y el nuestro lo es— se encuentran a merced de fenómenos que combinan naturaleza, infraestructura débil y decisiones humanas tardías. Como recuerda el papa Francisco, “todo está conectado y nadie se salva solo”.

 

Melissa dejó tras de sí inundaciones, viviendas arrasadas y cultivos destruidos. Pero lo que rara vez se pone en titulares es el daño emocional, psicológico y espiritual que persiste en las personas afectadas. Familias que pierden su hogar, niños que no pueden volver a la escuela, agricultores que ven desaparecer su sustento. Ese dolor silencioso dura más que el ruido de la tormenta.

 

Y cada evento extremo nos cuesta caro: los recursos que se usan para reparar lo destruido son recursos que no se invierten en bienestar, prevención ni desarrollo sostenible. Una vez más, muchas comunidades quedaron incomunicadas y sin ayuda inmediata. Pero el problema no es solo material: la tragedia también revela irresponsabilidad, insensibilidad y uso político del sufrimiento ajeno. En lugar de solidaridad coordinada, surgen acusaciones, improvisaciones y hasta aprovechamiento indebido de las ayudas.

 

Este fenómeno natural nos desnuda. Muestra la fragilidad de nuestras estructuras, el bajo sentido del riesgo y la ausencia de una cultura preventiva. Seguimos actuando como si la reconstrucción fuese suficiente, sin aprender la lección de cada desastre.

 

Ante este panorama, el mensaje del papa Francisco en su exhortación Laudate Deum cobra fuerza. Él nos llama a una “conversión ecológica” profunda que transforme nuestra cultura, nuestra economía y nuestra espiritualidad. No basta con limpiar los escombros: hay que limpiar las conciencias. La crisis climática no es solo ambiental; es un desafío ético y social que afecta la dignidad de la vida humana.

 

Necesitamos prepararnos más y reaccionar menos. Invertir en educación ecológica, fortalecer las infraestructuras, crear sistemas de alerta temprana y fomentar una alianza entre Estado, comunidades y ciudadanía. Debemos construir un multilateralismo local, donde la corresponsabilidad sea el nuevo rostro del patriotismo.

 

La tormenta Melissa nos ha golpeado, pero también nos ofrece una oportunidad: convertir el dolor en cambio. Si seguimos invirtiendo después del desastre y no antes, seguiremos atrapados en el mismo círculo.

 

Podemos hacerlo distinto: una República Dominicana que no solo reconstruye, sino que se anticipa, se educa y se transforma. Porque frente a la furia de los elementos, solo la acción colectiva, consciente y solidaria puede significar verdadero poder de vida.

 

ListínDiario.com

 

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