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Francisco en
vigilia de Navidad: "Jesús, el Hijo que me hace hijo"
Miles de fieles de todo el mundo se han unido a la
celebración, por medios electrónicos, a la misa de la noche de Navidad,
celebrada este 24 de diciembre por el Papa Francisco en el Vaticano.
El Papa comenzó la homilía subrayando la alegría y
los cambios que la llegada de un hijo genera en las familias: “Es algo
extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables
y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque
trae una felicidad indescriptible, ante la cual ya nada pesa”.
Más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados
Seguidamente, hizo el paralelo con la celebración
del nacimiento del niño Jesús: “el nacimiento de Jesús es la novedad que cada
año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para
afrontar cada prueba”, afirma el Papa. A continuación, el Papa puso en
evidencia que la palabra ‘para’ se repite varias veces en los textos bíblicos
que se leen el día de hoy y profundiza en ello:
¿Pero qué significa este para nosotros?
Que el Hijo de Dios, el bendito por naturaleza, viene a hacernos hijos
bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de
Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno:
“Tú eres una maravilla”. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de
sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”.
¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no
salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo
estoy contigo”. No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por
ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo:
reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios.
El Papa subraya que: “Este es el corazón
indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la
existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte
que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por
el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por
nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito,
pura gracia”.
El Padre nos
ha dado a su Hijo
“El Padre no nos ha dado algo, sino a su mismo Hijo
unigénito, que es toda su alegría”, dice Francisco y contrasta la generosidad
de Dios con nuestra respuesta: “si miramos la ingratitud del hombre hacia Dios
y la injusticia hacia tantos de nuestros hermanos, surge una duda: ¿Ha hecho
bien el Señor en darnos tanto, hace bien en seguir confiando en nosotros? ¿No
nos sobrevalora? Sí, nos sobrevalora, y lo hace porque nos ama hasta el extremo
(…) Él es así, tan diferente a nosotros. Siempre nos ama, más de lo que
nosotros mismos seríamos capaces de amarnos”, insiste el Papa, quien a
continuación afirma: “Sólo el amor de Jesús transforma la vida, sana las
heridas más profundas y nos libera de los círculos viciosos de la
insatisfacción, de la ira y de la lamentación”.
El Rey que
nace en medio de la pobreza
Francisco se pregunta: “¿Por qué nació en la noche,
sin alojamiento digno, en la pobreza y el rechazo, cuando merecía nacer como el
rey más grande en el más hermoso de los palacios? ¿Por qué?” A esto responde:
“El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es
un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil,
para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura”.
Dios hace
cosas grandes de nuestra pobreza
El Papa detiene su mirada sobre el pesebre, sobre
el lugar donde Jesús reposa, justo después de nacer y dice: “Puso toda nuestra
salvación en el pesebre de un establo y no tiene miedo a nuestra pobreza.
¡Dejemos que su misericordia transforme nuestras miserias!”
Jesús nace
para nosotros
Francisco invita a fijar la mirada en ¿para quién
nace Jesús? La primera respuesta es para los pastores, que identifican en aquel
niño la presencia de Dios. El Papa, mirándonos a nosotros, dice:
Este signo, el Niño en el pesebre, es también para nosotros,
para guiarnos en la vida. En Belén, que significa “Casa del Pan”, Dios está en
un pesebre, recordándonos que lo necesitamos para vivir, como el pan para
comer. Necesitamos dejarnos atravesar por su amor gratuito, incansable,
concreto. Cuántas veces en cambio, hambrientos de entretenimiento, éxito y
mundanidad, alimentamos nuestras vidas con comidas que no sacian y dejan un
vacío dentro. El Señor, por boca del profeta Isaías, se lamenta de que mientras
el buey y el asno conocen su pesebre, nosotros, su pueblo, no lo conocemos a
Él, fuente de nuestra vida (cf. Is 1,2-3).
Es verdad, afirma Francisco: “insaciables de
poseer, nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el
pesebre de Belén. Ese pesebre, pobre en todo y rico de amor, nos enseña que el
alimento de la vida es dejarse amar por Dios y amar a los demás”.
Dios nació
niño para alentarnos a cuidar de los demás
“Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los
demás. Su llanto tierno nos hace comprender lo inútiles que son nuestros muchos
caprichos. Su amor indefenso, que nos desarma, nos recuerda que el tiempo que
tenemos no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los
que sufren”, subraya Francisco, y añade: “Dios viene a habitar entre nosotros,
pobre y necesitado, para decirnos que sirviendo a los pobres lo amaremos. Desde
esta noche, como escribió una poetisa, «la residencia de Dios está junto a mí.
La decoración es el amor» (E. Dickinson, Poems, XVII)”.
El Obispo de Roma concluyó la homilía uniendo su
voz a la voz de tantas conciencias que esperan en el Niño Jesús: “Un hijo se
nos ha dado. Eres tú, Jesús, el Hijo que me hace hijo. Me amas como soy, no
como yo me sueño. Al abrazarte, Niño del pesebre, abrazo de nuevo mi vida.
Acogiéndote, Pan de vida, también yo quiero entregar mi vida. Tú que me salvas,
enséñame a servir. Tú que no me dejas solo, ayúdame a consolar a tus hermanos,
porque porque sabes que a partir de esta noche, todos son mis hermanos.”
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