jueves, 3 de marzo de 2022

Jesucristo, Cuaresma y Resurrección


Actualidad | Alcedo A. Ramírez

 


Jesucristo, Cuaresma y Resurrección

 

Gracias a Dios que tenemos una fe inquebrantable en Jesucristo, una nueva Cuaresma a partir del Miércoles de Cenizas de este mes de marzo y una seguridad del Reino de Dios que nos ratifica cada año la celebración de la Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesús, para tener las fuerzas suficientes y las creencias necesarias para seguir luchando hacia delante, a pesar de estos graves pecados sociales que ha sufrido la Humanidad entera, como resultados de la Pandemia de Coronavirus, los últimos dos años, y la reciente violación a la paz mundial.

 

Desde el  mismo inicio del mes de marzo, con la celebración del Miércoles de Cenizas, entramos en un tiempo fuerte para nosotros los Cristianos Católicos, en el cual dedicamos a la preparación anual de nuestros corazones y vidas para reforzar mejor nuestro Cristianismo practicante, a través de las oraciones, las meditaciones, las penitencias y las ayudas a los más necesitados, con lo cual renovamos nuestro compromiso y seguimiento del Líder de líderes, Jesucristo, el Hijo y Mesías de Dios Padre.

 

El sentido y significado principal de este inicio de la Cuaresma es que nunca podemos perder de vista que nuestro tiempo aquí en la tierra es corto y pasajero, ya que eventualmente vamos a morir y convertirnos en cenizas, por lo que tenemos la gran responsabilidad de aprovechar al máximo el tiempo que tenemos de regalo y dejar un Mundo Mejor al que encontramos. En este camino de vida comprometida nos pueden servir de ejemplo San José, con su gran laboriosidad y su discípulo ejemplar, Jesucristo, el hijo del carpintero.

 

Durante la Cuaresma tenemos que hacer las cosas propias de esta época fuerte, según los cánones y ritos de la Iglesia, pero sin olvidar jamás que el Cristiano tiene el compromiso sagrado de ser otro Cristo, el mismo Cristo, en base al seguimiento fiel de sus enseñanzas, principios y valores, que son los que nos van a dar ese perfil de Jesucristo. Antes de salir s realizar su Misión Salvadora, Jesús trabajó por casi treinta años en el taller de carpintería de José, por lo que el mensaje central que debemos reivindicar es que el trabajo debe ser la base de la labor apostólica, y que en el mismo es que debemos realizar la labor adicional de anunciar la Buena Nueva del Reino, denunciar las injusticias y malos tratos, a la vez de luchar arduamente por establecer el Nuevo Mundo justo, fraterno y pacifico al que todos aspiramos.

 

Resulta importante que nos cuidemos de no tener una vida fragmentada entre el trabajo diario y nuestras prácticas religiosas regulares. No podemos ser unos Cristianos Católicos de domingos y días feriados, sino que nuestra vida completa, en el hogar, el trabajo, los esparcimientos y las interacciones de nuestras actividades sociales sean un reflejo verdadero de nuestro ser como discípulos y apóstoles de Jesucristo, que estamos en este mundo para hacer un trabajo específico, que consiste en lograr llevar el Mensaje de la Salvación a través de Jesús a la mayor cantidad posible de personas, con prioridad a nuestras familias, amigos y prójimos más cercanos.

 

Y precisamente en esta labor cotidiana y en nuestros centros de trabajo, ejercitando nuestros verdaderos estados ocupacionales y sociales, es que tenemos que salir al ruedo de la vida en nuestros ambientes, echar los pleitos que las circunstancias ameritan y nos indican, con gran sentido de comunidad y hermandad, para hacer avanzar el Progreso de nuestros Pueblos, en adición al crecimiento económico que se ha quedado en pocas manos y que ha ido creando una clase social de excluidos y descartados cada vez más numerosa.


Nosotros sabemos que la victoria final es segura, ya que contamos con la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, que es la carta de triunfo de esta gran y moderna cruzada, la clave maestra del Cristianismo, del Humanismo Integral y Social, a la vez de ser la única garantía que tenemos los Seres Humanos de trascender a esta realidad material y tener acceso a otra realidad espiritual que satisface nuestra naturaleza divina y permanente.

 

 

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