Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
Sometido a tentación
Lc
4, 1-13
«El
Espíritu le fue llevando por el desierto mientras era tentado por el diablo»
Estamos
en los prolegómenos de la vida pública de Jesús; cuando probablemente todavía
está decidiendo su destino. Ha dejado oficio y familia, ha salido de Nazaret
para ir al encuentro del Bautista y ha sido bautizado por él. Es razonable
pensar que en ese entorno ha terminado de asentar su intuición de Abbá y del
Reino, y que a la sazón se encuentra en el trance de decidir si vuelve a
Nazaret o se lanza a la incierta vida de predicador ambulante.
Dentro
de ese contexto, en este episodio hay dos temas importantes a resaltar: que
Jesús responde a la llamada abrazando sin reservas la misión, y que está
sometido a tentación como cualquiera de nosotros. Los especialistas nos dicen que
lo demás es solo el envoltorio del mensaje, pero a pesar de ello, la curiosidad
nos acucia y nos lleva a plantear preguntas que no son importantes y que no
sabemos responder. Por ejemplo: ¿Qué es lo que mueve a Jesús a abandonarlo todo
para acudir al Jordán en busca del Bautista?... ¿O, cuáles pueden haber sido
esas tentaciones que Lucas escenifica de manera tan brillante?…
Tenemos
tendencia a creer que Jesús adquiere plena conciencia mesiánica en el momento
del bautismo y que ya no duda hasta llegar a la cruz, pero esta creencia choca
con otra creencia básica para el cristiano; su inequívoca humanidad. La duda es
consustancial con la condición humana, y es difícil imaginar a Jesús libre de
dudas toda la vida y hasta el final. Hay dos buenos argumentos en favor de esta
teoría, y son la angustia de Getsemaní y la agonía de la cruz, «Dios mío, Dios
mío, ¡por qué me has abandonado!»
Cabe
pensar que son las dudas las que lo llevan al desierto antes de abrazar
definitivamente la misión, y que también son las dudas las que traen aparejadas
las tentaciones. Lucas nos habla de tres tentaciones concretas, y, dentro del
simbolismo con que plantea el texto, algunos entendidos han tratado de intuir
la naturaleza real de estas tentaciones a las que él se refiere.
Dicen
que su actitud destemplada con los familiares que van a buscarle para llevarlo
a casa, o la respuesta desmedida a Pedro en Cesárea, «¡Apártate de mí
Satanás!», parecen la reacción típica de quien ve removida su conciencia con
una tentación recurrente, y apuntan a que esa tentación fue siempre volver a la
cómoda existencia que había dejado en Nazaret (en Lucas, la piedra convertida
en pan).
También
dicen que su reacción cuando quieren hacerlo rey —despachando a sus discípulos
que azuzaban a la multitud y huyendo a la soledad a orar—, parece responder a
la tentación de afrontar la misión desde la tradición de Israel, es decir,
dejándose encumbrar a la posición de mesías davídico que el pueblo espera
(Lucas la simboliza en los reinos de la tierra), e instaurar el reino de Dios
desde el poder.
La
tercera (el pináculo del templo), bien podría referirse a la tentación de pedir
a Dios una señal que afianzase su decisión antes de seguir adelante…
Todo
ello sin duda muy sugestivo… pero secundario para nuestra fe.
Publicado
por Feadulta.com
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