Fe y Vida | Andrea Tornielli/VN
El encuentro con Jesús vivo en la comunidad que celebra
Todos
los párrafos del nuevo documento de Francisco están impregnados de la
conciencia de que la liturgia es, ante todo, un espacio para el Otro: Ahí está
el verdadero antídoto contra cualquier forma de celebración inadecuada.
En
el origen de la Carta Apostólica de Francisco está el deseo de que todo el
pueblo de Dios, empezando por los celebrantes, redescubra la belleza y el
asombro ante la liturgia, dejando que la misma "forme" a quienes
participan en ella, sumergiéndolos en lo que el Papa llama "el océano de
gracia que inunda cada celebración".
Algunas
anticipaciones del documento papal, publicado en la fiesta de los santos Pedro
y Pablo, se encuentran en la "ponencia" que el entonces cardenal
arzobispo de Buenos Aires pronunció ante el pleno del Dicasterio para el Culto
Divino el 1 de marzo de 2005. En aquella ocasión, hablando sobre el arte de celebrar,
Jorge Mario Bergoglio sugería la importancia de "recuperar el asombro ante
el misterio" y esperaba que se publicara un texto que no fuera un tratado
jurídico o disciplinario, atiborrado de normas y rúbricas; tampoco un tratado
sobre abusos litúrgicos. En cambio, pedía un documento con un "tono
pastoral y espiritual, incluso meditativo".
Con
"Desiderio desideravi", de alguna manera, se cumple ese deseo. En la
Carta Apostólica, el Sucesor de Pedro acompaña un camino que llega al corazón
de la celebración litúrgica, que es al mismo tiempo "el culmen hacia el
que tiende la acción de la Iglesia" y "la fuente de la que emana toda
su energía", como enseña el Concilio Ecuménico Vaticano II. Muy citado en
el texto es Romano Guardini, el teólogo italiano nacionalizado alemán, que
también era especialmente querido por Benedicto XVI.
Cada
párrafo del nuevo documento de Francisco está impregnado de la conciencia de
que la liturgia es, ante todo, un espacio para el Otro. El Papa escribe:
"Antes de nuestra respuesta a su invitación -mucho antes- está su deseo de
nosotros: puede que no seamos conscientes de ello, pero cada vez que vamos a
misa, el motivo principal es que nos atrae su deseo de nosotros. Por nuestra
parte, la respuesta posible, la ascesis más exigente, es, como siempre, la de
rendirnos a su amor, la de dejarnos atraer por él".
Y
un poco más adelante, Francisco añade: "Si hubiéramos llegado a Jerusalén
después de Pentecostés y hubiéramos sentido el deseo no sólo de tener
información sobre Jesús de Nazaret, sino de poder encontrarnos de nuevo con Él,
no habríamos tenido otra posibilidad que buscar a su pueblo para escuchar sus
palabras y ver sus gestos, más vivos que nunca. No habríamos tenido otra
posibilidad de un verdadero encuentro con Él sino el de la comunidad que
celebra'.
Partir
de esta conciencia, redescubrir la belleza de la liturgia, abrirse a la
formación y dejarse formar por ella, puede ayudar a despejar el campo de tantas
deficiencias. Si participar en la celebración significa "escuchar las
palabras" de Jesús y "ver sus gestos, más vivos que nunca", no
puede prevalecer el protagonismo narcisista del celebrante, la
espectacularización, la rigidez austera o la chapucería y la banalización. Y la
liturgia "fuente y culmen" no puede transformarse en un campo de
batalla donde se intenta imponer una visión de la Iglesia que no acepta lo
establecido sinodalmente por el Concilio Ecuménico Vaticano II.
Publicado
por Vatican News
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