Vida Humana | Fran Otero/A&O
«He sabido que alguien iba a ser asesinado tras conocerlo»
El
periodista Óscar Martínez describe el bucle de violencia que vive Centroamérica
a través de la historia de Rudi, un pandillero de apenas 15 años.
Rudi
es un pandillero salvadoreño de no más de 14, 15 o 16 años que presenció una
masacre policial. Un pandillero que con el tiempo optó por abandonar la
actividad delictiva. Un niño entre la espada y la pared de la violencia. «Hoy
hablé con un muchacho que va a ser asesinado», escribió en su libreta el
periodista de El Salvador Óscar Martínez, jefe de redacción de El Faro.
Entonces, Rudi solo fue un detalle de un reportaje, hoy es el hilo conductor de
un libro, Los muertos y el periodista. Tristemente, Óscar Martínez acertó. Rudi
fue asesinado y, con él, dos de sus hermanos. «Hay muertes. Punto», así empieza
y termina el libro.
«Rudi
es una buena representación del fondo del pozo de las sociedades que hemos
construido y que yo he cubierto. El Salvador, Honduras, Guatemala, México… Rudi
es alguien sin ninguna oportunidad. Es alguien de quien podías saber que iba a
ser asesinado tras conocerlo. Es el abismo al que hemos condenado a miles de
personas en una región injusta, corrupta y desigual como es Centroamérica. Es
una buena partícula para describir un universo. Es una buena representación de
los últimos de la fila», explica Martínez en entrevista con Alfa y Omega
durante su paso por Madrid.
El
periodista pone palabras a la historia de este joven y a otras muchas, como la
de Consuelo Hernández, a cuyo hijo asesinó la Policía a quemarropa en una
supuesta operación contra pandilleros. Ni siquiera formaba parte de una banda,
y no atendieron a las lágrimas con las que suplicaba por su vida. La tenacidad
de esta mujer, con el apoyo del periodista, logró sentar en el banquillo a los
agentes responsables, aunque fueron exonerados por no poder determinar quién de
los que apretaron el gatillo de su arma lo mató. Todos libres y ella, ahora,
oculta. O la de historia de E., otro pandillero del Barrio 18, como Rudi, al
que mandaron matar a un enemigo y se equivocó, acabando con la vida de un
pariente de otro miembro. La mara ajustició a su novia de 18 años y E. a los
que la mataron. Violencia sobre violencia. Es la historia de El Salvador desde
siempre. La guerra civil, la posguerra, las pandillas o la mano dura de los
gobiernos son las últimas muestras. «Las soluciones represivas no funcionan.
Las bandas siguen creciendo. Dotan de una identidad. Para que alguien quiera
esta identidad tiene que tener una vida terrible. No es ilógico que Rudi
pensara que ser pandillero era una buena opción. Tenía un poco de poder y su
vida, sentido».
Pero el libro no es solo una amalgama de situaciones dramáticas, también una reflexión sobre el oficio del periodista, sobre los errores y los aciertos. «¿Vale odiar a una fuente? ¿Vale quererla? ¿Cuándo parar?», se cuestiona. También se pregunta si por ir a salvar a una fuente, Rudi —acudió a organismos internacionales—, condenó sus hermanos.
—¿Y
ahora qué?
—Caminamos
hacia un país peor. El Salvador sigue siendo un buen lugar para matar, para
condenar a inocentes, para encarcelar, para convertirse en dictador, para que
la gente deteste saber.
Al
problema de la violencia y las pandillas hay que sumar la deriva autoritaria
del presidente, Nayib Bukele, que, tras acumular más y más poder, amenaza
derechos fundamentales. El país lleva en Estado de excepción desde el mes de
marzo después de que, explica Martínez, se rompiera el pacto que tenía con las
pandillas y estas respondieran con violencia: «Ha encarcelado a cerca de 60.000
personas, muchas inocentes, de las que ya han muerto en extrañas circunstancias
más de 80». Los periodistas críticos son uno de los colectivos contra los que
dispara. A los de El Faro los ha acusado de pandilleros y de realizar lavados
de dinero. Martínez y otros fueron expiados con Pegasus. Hasta 43 veces
entraron en su teléfono móvil: «Cuando publicamos esta investigación, Bukele
aprobó una ley que legaliza Pegasus». Además, a un periodista le pueden caer 30
años de prisión si «genera zozobra» al informar sobre las pandillas.
—Pero
todavía no están presos.
—Le
servimos como pared de rebote. Cuando se acabe su popularidad va a empezar a
utilizar el tablero. ¿Por qué ha gastado millones de dólares en escucharnos?
¿Para qué reformó decenas de leyes y cambió jueces y fiscales? ¿Por qué duplicó
el Ejército? Va a pasar pronto. La duda es si saldremos a tiempo.
El
periodista, que se subió hasta ocho veces a La Bestia en México para documentar
los secuestros y violaciones que sufren los migrantes en su camino hacia
Estados Unidos, no tira la toalla. «Me mueve la frustración y la rabia. Y no
voy a parar», concluye.
Publicado
por Alfa & Omega
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