martes, 19 de agosto de 2025

Corramos hacia la meta


Reflexión | P. Ciprián Hilario, MSC

 


Corramos hacia la meta

 

Hermanos y hermanas, el autor de la Carta a los Hebreos 12,1-4, nos habla hoy con una imagen vibrante: la vida cristiana es como una carrera. No es un paseo tranquilo, sino una competencia que requiere esfuerzo, disciplina y enfoque. Nos dice: “Por tanto, nosotros, rodeados de una nube tan grande de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante(Hebreos 12,1). Esta nube de testigos son los santos, los profetas y todos los que, antes que nosotros, vivieron con fe, como nos relata el capítulo 11. Ellos nos animan desde las gradas celestiales, pero el camino es nuestro, y la meta es Cristo.

 

El texto nos llama a despojarnos de lo que nos estorba: el pecado, las distracciones, las cargas innecesarias. ¿Qué es lo que te pesa hoy? ¿Qué te impide correr libremente hacia Dios? La vida cristiana no es estática; exige movimiento, decisión, y una mirada fija en Jesús, “el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12,2). Él no solo nos muestra el camino, sino que lo recorrió primero, enfrentando el sufrimiento de la cruz por amor a nosotros. Su ejemplo nos enseña que la carrera no está exenta de dificultades, pero nos asegura que la meta vale la pena: la alegría de estar con Dios.

 

Correr con paciencia significa perseverar, incluso cuando el cansancio o las pruebas nos tientan a rendirnos. Hebreos nos recuerda que las dificultades son como una disciplina que nos forma, no para destruirnos, sino para hacernos más fuertes en la fe. Jesús soportó la hostilidad y el dolor, y nosotros, aunque enfrentemos luchas, aún no hemos resistido “hasta la sangre” (Hebreos 12,4). Esto nos invita a poner en perspectiva nuestras pruebas y a confiar en que Dios nos sostiene en cada paso.

 

Hermanos, la meta no es solo un destino futuro, sino una vida transformada aquí y ahora, una vida en comunión con Dios. Corramos, pues, con los ojos puestos en Jesús, dejando atrás el pecado y abrazando la esperanza que nos da fuerza. Que esta carrera nos lleve a la meta final: la presencia eterna de Dios.

 

Cinco puntos para llegar a la meta:

1- Despojarse del peso y del pecado: Identifica y abandona aquello que te aleja de Dios, ya sea el pecado, las distracciones mundanas o las preocupaciones que te atan. La confesión y la oración son herramientas clave para aligerar la carga.

 

2- Fijar la mirada en Jesús: Mantén tu enfoque en Cristo como modelo y guía. Medita en su vida, sus enseñanzas y su sacrificio a través de la lectura de la Palabra y la oración diaria.

 

3- Correr con paciencia: La fe requiere perseverancia. No te desanimes ante las pruebas; confía en que Dios usa las dificultades para fortalecerte y prepararte para la meta.

 

4- Inspirarse en los testigos de la fe: Aprende de los santos y de aquellos que han vivido fielmente antes que tú. Sus ejemplos, como los mencionados en hebreos 11, te animan a seguir adelante.

 

5- Aceptar la disciplina de Dios: Reconoce que las pruebas y correcciones son parte del plan de Dios para formarte. Abraza las dificultades con humildad, sabiendo que te acercan más a la meta de la santidad.

 

Que el Espíritu Santo nos dé fuerza para correr esta carrera con valentía, sabiendo que Jesús ya ha triunfado y nos espera en la meta. ¡Amén!






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