Reflexión | P. Ciprián Hilario, MSC
Corramos hacia la meta
Hermanos
y hermanas, el autor de la Carta a los Hebreos 12,1-4, nos habla hoy con
una imagen vibrante: la vida cristiana es como una carrera. No es un paseo
tranquilo, sino una competencia que requiere esfuerzo, disciplina y enfoque.
Nos dice: “Por tanto, nosotros, rodeados de una nube tan grande de testigos,
despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con
paciencia la carrera que tenemos por delante” (Hebreos 12,1). Esta
nube de testigos son los santos, los profetas y todos los que, antes que
nosotros, vivieron con fe, como nos relata el capÃtulo 11. Ellos nos animan
desde las gradas celestiales, pero el camino es nuestro, y la meta es Cristo.
El
texto nos llama a despojarnos de lo que nos estorba: el pecado, las
distracciones, las cargas innecesarias. ¿Qué es lo que te pesa hoy? ¿Qué
te impide correr libremente hacia Dios? La vida cristiana no es estática;
exige movimiento, decisión, y una mirada fija en Jesús, “el autor y consumador
de la fe” (Hebreos 12,2). Él no solo nos muestra el camino, sino que lo
recorrió primero, enfrentando el sufrimiento de la cruz por amor a nosotros. Su
ejemplo nos enseña que la carrera no está exenta de dificultades, pero nos
asegura que la meta vale la pena: la alegrÃa de estar con Dios.
Correr
con paciencia significa perseverar, incluso cuando el cansancio o las pruebas nos tientan a
rendirnos. Hebreos nos recuerda que las dificultades son como una disciplina
que nos forma, no para destruirnos, sino para hacernos más fuertes en la fe.
Jesús soportó la hostilidad y el dolor, y nosotros, aunque enfrentemos luchas,
aún no hemos resistido “hasta la sangre” (Hebreos 12,4). Esto nos invita
a poner en perspectiva nuestras pruebas y a confiar en que Dios nos sostiene en
cada paso.
Hermanos,
la meta no es solo un destino futuro, sino una vida transformada aquà y ahora,
una vida en comunión con Dios. Corramos, pues, con los ojos puestos en Jesús,
dejando atrás el pecado y abrazando la esperanza que nos da fuerza. Que esta
carrera nos lleve a la meta final: la presencia eterna de Dios.
Cinco
puntos para llegar a la meta:
1- Despojarse del peso y del pecado: Identifica y abandona aquello que te aleja de Dios, ya sea el pecado, las distracciones mundanas o las preocupaciones que te atan. La confesión y la oración son herramientas clave para aligerar la carga.
2-
Fijar la mirada en Jesús: Mantén tu enfoque en Cristo como modelo y guÃa.
Medita en su vida, sus enseñanzas y su sacrificio a través de la lectura de la
Palabra y la oración diaria.
3-
Correr con paciencia: La fe requiere perseverancia. No te desanimes
ante las pruebas; confÃa en que Dios usa las dificultades para fortalecerte y
prepararte para la meta.
4-
Inspirarse en los testigos de la fe: Aprende de los santos y
de aquellos que han vivido fielmente antes que tú. Sus ejemplos, como los
mencionados en hebreos 11, te animan a seguir adelante.
5-
Aceptar la disciplina de Dios: Reconoce que las pruebas y correcciones
son parte del plan de Dios para formarte. Abraza las dificultades con humildad,
sabiendo que te acercan más a la meta de la santidad.
Que
el EspÃritu Santo nos dé fuerza para correr esta carrera con valentÃa, sabiendo
que Jesús ya ha triunfado y nos espera en la meta. ¡Amén!
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