Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
“Darlo todo por Jesús”
(Lunes 24 de noviembre 2025, lecturas: Dn 1,1-6.8-20 / Salmo
Dn 3,52-56 / Lc 21,1-4)
Hermanos
y hermanas:
Hoy
la Palabra de Dios nos pone delante dos ejemplos radicales de quienes lo dieron
absolutamente todo por amor a Dios: los jóvenes hebreos en Babilonia y la viuda
pobre en el templo de Jerusalén. Ambos nos hablan del mismo fuego interior: el
deseo de amar a Dios sin reservas, sin negociar, sin guardarse nada.
Presento
cinco puntos fundamentales para vivir hoy este “darle todo a Jesús”:
1.
Darlo todo empieza por la fidelidad en lo pequeño
Daniel
y sus compañeros estaban en un ambiente hostil, lejos de su tierra, rodeados de
presión para asimilarse. Podían haber dicho: “Bueno, solo es comida… no es
para tanto”. Pero no. Rehusaron el alimento del rey porque, para ellos,
incluso lo que comían era ofrenda a Dios.
Nosotros
muchas veces negociamos con cosas “pequeñas”: un rato más de sueño en
vez de la oración de la mañana, una mirada indebida, una mentira “blanca”, un
silencio cobarde ante la injusticia. Darlo todo comienza cuando decidimos ser
fieles en lo que nadie ve, en lo que parece insignificante.
2.
Darlo todo requiere renunciar a la lógica del mundo
A
los ojos del mundo, Daniel era un fanático y la viuda era una imprudente. ¿Para
qué arriesgar la salud comiendo solo legumbres? ¿Para qué dar las dos
moneditas si con ellas podía comer varios días?
La
lógica del mundo dice: “Guárdate algo por si acaso”. La lógica del
Evangelio dice: “Dáselo todo, porque Jesús nunca se deja ganar en
generosidad”. Él se dio entero en la cruz; no se guardó ni una gota de
sangre ni un latido de su Corazón.
3.
Darlo todo trae bendición abundante
El
texto de Daniel es claro: al cabo de diez días, los jóvenes que
comieron legumbres “tenían mejor cara y estaban más gordos” que los que
comieron de la mesa del rey. Dios no se deja superar.
La
viuda se fue a su casa sin nada… pero con todo, porque Jesús la miró, la
alabó delante de todos y la puso como modelo para la eternidad.
Cuando
uno lo da todo por Jesús, no se queda vacío: se queda lleno de Él.
4.
Darlo todo no es solo dar cosas, es darse uno mismo
Fíjense
bien: la viuda no dio “de lo que le sobraba”; dio “todo lo que tenía
para vivir”. No dio dinero, se dio a sí misma.
Jesús
no quiere primero nuestro dinero, nuestro tiempo o nuestras cualidades. Nos
quiere a nosotros enteros. El dinero, el tiempo, las fuerzas vendrán
después… pero como consecuencia de habernos dado primero la persona.
San
Pablo lo expresó perfectamente: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive
en mí”.
5.
Darlo todo es la única forma de ser verdaderamente libres
Los
que se guardan algo siempre viven con miedo: miedo a perder, miedo a sufrir,
miedo a no tener suficiente.
En
cambio, quien lo da todo queda liberado. Daniel no tenía miedo al rey porque su
vida pertenecía a Dios. La viuda no tenía miedo al mañana porque había
puesto su vida en manos del Padre.
Solo
quien lo da todo puede cantar con verdad el himno del libro de Daniel que hoy
hemos proclamado: “¡Bendito seas, Señor, ¡por siempre jamás!”. Porque ya
no tiene nada que perder: lo ha entregado todo al único que nunca falla.
Conclusión
Hermanos,
Jesús hoy nos mira como miró a aquella viuda. Nos ve cuando echamos en el
cepillo de su Corazón nuestras moneditas: un poco de oración, un poco de
sacrificio, un poco de caridad… pero a veces con miedo, calculando.
Él
no nos reprende. Solo nos invita con ternura:
—“¿Me
darías hoy todo? ¿Confiarías ciegamente? ¿Te atreverías a vivir
solo de mí?”
Que
la Virgen María, que lo dio absolutamente todo en el “Fiat” y al pie de la
cruz, nos alcance la gracia de responder cada día, con el corazón en la mano:
“Señor,
aquí estoy. Todo tuyo. Sin reservas. Porque tú lo vales todo.” Amén.
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