Reflexión | P. Ciprián Hilario, msc
Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América
(12
de diciembre | Lecturas: Zc 2,14-17; Salmo: Jdt 13,18bcde.19; Lc 1,39-47 o bien
Lc 1,26-38)
«¡Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo!»
Hoy
la Iglesia celebra a la Virgen de Guadalupe, la Madre morena que se apareció a
san Juan Diego en el Tepeyac en 1531. Las lecturas de hoy resuenan de modo
especial con aquel acontecimiento que marcó para siempre la historia de América
Latina.
«Regocíjate,
hija de Sión… porque yo vengo a morar en medio de ti» (Zc 2,14)
Dios
mismo promete venir a habitar en medio de su pueblo. En Guadalupe, esa promesa
se hace piel morena, rostro mestizo, lenguaje de flores y canto. María no viene
como extranjera, sino como Madre que habla en náhuatl, que se viste con los
signos de la cultura indígena y lleva en su vientre al Dios que se hace pequeño
para habitar entre nosotros.
Ella
es el nuevo Templo vivo donde Dios pone su morada definitiva.
«Bendita
tú entre las mujeres… ¡Qué suerte tan grande ha tenido tu servidor!» (Jdt
13,18)
Las
palabras que el pueblo dirige a Judit resuenan hoy en boca de millones de
mexicanos y latinoamericanos: «¡Bendita tú entre las mujeres!».
Juan
Diego, el indito humilde, se siente indignado: «¿Quién soy yo para que la
Madre del Señor venga a mí?». Y María le responde con la misma ternura que
a Isabel: «No temas… el Señor ha puesto sus ojos en tu pequeñez».
Guadalupe
es la gran confirmación de la predilección de Dios por los pequeños, los
descartados, los que la historia considera «nada».
«Hágase
en mí según tu palabra» (Lc 1,38)
El
Evangelio de la Anunciación es el corazón de la fiesta de Guadalupe.
En
el Tepeyac, María vuelve a decir su «Fiat» en lengua indígena.
Los
rayos de sol que la rodean, la luna bajo sus pies, la cinta negra de
maternidad, las estrellas en su manto… todo proclama que ella es la Mujer del
Apocalipsis que trae al Salvador.
Y
su mensaje es siempre el mismo:
«¿No
estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás debajo de mi sombra y resguardo? ¿Qué
más te falta?»
Para
la oración personal hoy:
¿Dónde
siento que soy «pequeño», indígena, marginado, olvidado?
Lleva
hoy esa realidad ante la Guadalupana. Ella se inclina hacia los que nadie mira.
María
no vino a imponer, vino a encarnarse.
¿Cómo
estoy yo llamado a «encarnar» el Evangelio en mi cultura, en mi barrio, en mi
familia, ¿con mi propio acento y color de piel?
Escucha
en el silencio su voz suave:
«No
tengas miedo. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?»
Déjate
abrazar por Ella. Deja que te mire con esos ojos misericordiosos de la tilma.
Aquí
tienes 10 elementos centrales de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe,
tomados directamente o iluminados por las lecturas propias de la Misa del día (Isaías
7,10-14; Salmo 66/67; Lucas 1,39-47 o 39-48):
1-
La señal extraordinaria que Dios da (Isaías 7,10-14)
Así
como Dios ofrece a Ajaz una señal «hasta lo profundo del abismo o hasta lo alto
del cielo», y luego anuncia la Virgen que concebirá y dará a luz al Emmanuel,
en Guadalupe Dios da a Juan Diego una señal prodigiosa (las rosas en diciembre
y la imagen en la tilma) para confirmar que María es la Madre del verdadero
Dios.
2-
La Virgen concebirá y dará a luz un hijo (Isaías 7,14)
La
profecía del Emmanuel («Dios con nosotros») se cumple plenamente en
María. Guadalupe proclama que esa misma Virgen-Madre está ahora presente y
activa en América como Madre de Dios y Madre nuestra.
3- Emmanuel:
Dios-con-nosotros
El
nombre que Isaías anuncia resuena en el mensaje de Guadalupe: «¿No estoy yo
aquí que soy tu madre?». Dios no está lejos; en María sigue estando «con
nosotros», especialmente con los pequeños y oprimidos.
4-
La visitación de María a Isabel (Lucas 1,39-48)
María
se pone en camino apresuradamente para servir. En Guadalupe, María «viene» al
Tepeyac, sale al encuentro del indio Juan Diego y, a través de él, de todo el
pueblo nuevo de América, para servir, consolar y proteger.
5- María lleva
en su seno al Salvador
En
la Visitación, María ya es Arca de la Nueva Alianza porque lleva a Jesús. En la
imagen de Guadalupe aparece embarazada, anunciando que trae al Salvador al
continente americano.
6- El
Magnificat: Dios levanta a los humildes (Lucas 1,46-48)
«Ha
mirado la humildad de su esclava… derriba del trono a los poderosos y enaltece
a los humildes». Guadalupe se aparece a un indígena pobre (Juan Diego),
no a los poderosos españoles ni al obispo, mostrando que Dios sigue eligiendo a
los pequeños.
7- «Bienaventurada
la que ha creído» (Lucas 1,45)
Isabel
proclama la bienaventuranza de la fe de María. Juan Diego también es
invitado a creer en la palabra que se le da a través de la Virgen. La
fiesta celebra la fe sencilla del pueblo que cree en las apariciones y en la
presencia maternal de María.
8- Que todos
los pueblos alaben a Dios (Salmo 66/67,2-8)
«Que
te alaben, Señor, todos los pueblos… Que los pueblos todos te aclamen». La
fiesta de Guadalupe es la gran fiesta de la evangelización de América: millones
de indígenas se convirtieron al Dios verdadero precisamente por medio de María
de Guadalupe.
9- La
misericordia de Dios se manifiesta a las naciones (Salmo 66/67,3)
«Que
conozca la tierra tus caminos, todas las naciones tu salvación». Guadalupe es
el gran instrumento de la misericordia de Dios que llega a los pueblos
originarios de América, haciendo que conozcan y amen al Dios de Jesucristo.
10-
María, la llena de gracia, madre de los creyentes
Las
lecturas presentan a María como la Inmaculada, la humilde, la creyente, la
portadora de Dios. La imagen de Guadalupe la muestra con todos esos rasgos:
manos juntas en oración, rostro inclinado en humildad, rodeada de rayos (llena
de la gracia de Dios), y con el título que ella misma se da a Juan Diego: «la
Siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive».
En
resumen, las lecturas de este día iluminan perfectamente el misterio de
Guadalupe: Dios da una señal admirable a través de la Virgen-Madre del
Emmanuel, que viene presurosa a visitar y salvar a los humildes de América,
para que todas las naciones alaben al Señor y experimenten su misericordia.
Oración
final:
Santa
María de Guadalupe,
Madre
del verdadero Dios por quien se vive,
tú
que te dignaste bajar al Tepeyac
para
encontrarte con los más pequeños,
enséñanos
a decir como tú: «Hágase».
Haz
que seamos portadores de tu Hijo
en
medio de nuestro pueblo que sufre y espera.
Y
cuando nos sintamos solos o indignos,
recuérdanos
tus palabras dulces:
«¿No
estoy yo aquí que soy tu Madre?» Amén.
¡Que
viva la Virgen de Guadalupe!


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