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    domingo, 29 de enero de 2012

    Síndrome del cuidador

    Una gran labor y demostración de afecto es cuidar a un familiar enfermo, pero esto puede provocar un gran desgaste, tanto físico como emocional. Para evitarlo, descansar y tener actividades de recreación son algunas de las medidas necesarias.
    Un cuidador debe estar a cargo de su propia vida y de la del enfermo. Así lo hizo Yolanda San Juan (77) con su marido, Arnoldo Widmer, por casi 10 años. Él sufrió un derrame cerebral que lo dejó sin poder hablar ni moverse; ella lo alimentaba a través de una sonda gástrica, se preocupaba de su higiene y le administraba los medicamentos. Reconoce que su vida se volcó completamente a él, “pero nunca fue una obligación, jamás me quejé porque lo hice feliz y con mucho amor”. Admite no haber tenido mucho tiempo libre para ella, pero nunca dejó de lado su cuidado personal. Para quienes viven una situación similar, aconseja “paciencia y amor, con eso todo se aliviana. Es ideal delegar tareas, pero es fundamental estar ahí”.
    A toda prueba
    Cuando alguien se enferma, nada mejor que ser cuidado por un propio familiar, pues no sólo se encargará de los aspectos médicos, sino que también de dar cariño y apoyo. Para Alejandra Garrido, psicóloga y gerontóloga, “pese al desgaste y al deterioro, vale la pena, porque cuando la persona se recupera o fallece, haber dado afecto y estado presente hace mucho sentido”.
    Generalmente quien cuida a un enfermo terminal o crónico es una mujer, entre los 45 y 60 años. La responsabilidad de atender al enfermo, de medicarlo, preocuparse de su higiene, alimentación, la pérdida de la independencia y el no tener tiempo libre necesario para “desconectarse” de esas labores, pueden causar una sobrecarga. Es lo que se conoce como el ‘síndrome del cuidador’ y puede repercutir de tal forma, que podría obligar a dejar ese rol. Este desajuste se reconoce por la aparición de ciertos síntomas, tales como agresividad, tensión, aislamiento; y en el aspecto físico, agotamiento, dolores de cabeza y articulares.
    La evolución
    Todos experimentamos tristeza e impotencia cuando vemos que un ser querido se va a “apagando” debido a una enfermedad. Por lo tanto, vivir esa pena es algo natural, pero a veces el cuadro se torna más complicado, llegando a requerir ayuda psicológica.
    Por ello, cuando la situación económica lo permite, es bueno delegar tareas en otras personas, como una enfermera. “Para quienes no tienen suficientes recursos, existe apoyo de parte de los equipos médicos, la atención primaria de salud y la unidad de alivio al dolor”, agrega la psicóloga Alejandra Garrido.
    De esa manera se puede disfrutar la oportunidad de estar con la persona que está enferma. “Se pueden conversar cosas que no se han hablado. También, en el caso de que sea una enfermedad grave, te permite despedirte y arreglar cosas no resueltas”, dice.
    El sentimiento de culpabilidad en quien cuida es bastante frecuente. Sobre todo cuando hay algún error en el cuidado. “Si lo dejan mucho rato con pañal, no fue por maldad, pero igual se critican y se agreden mucho en pensamiento. Se puede generar una depresión, pero no como patología, sino como una reacción ante la enfermedad”, agrega.
    El resto de los familiares juegan un rol importante a la hora de proveer instancias de descanso al cuidador o cuidadora. “Ideal si se pueden turnar para que pueda, por ejemplo, dormir siesta, siempre dándole la tranquilidad que ante cualquier cosa le van a avisar”.
    Sugerencias
    Para quienes cuidan de un enfermo:

    • Informarse del diagnóstico. Tener contacto con el equipo médico y pedir segunda opinión. Conocer cuál va a ser el deterioro.
    • Fijar horarios, organizar el cuidado, administración de medicamentos, higiene, entre otros.
    • Respetar el descanso diario, dormir suficiente, respetar la siesta, ir a los controles médicos; si está enfermo, no esperar a que se complique.
    • Tener compañía. No aislarse de familiares y amigos.
    • Tener actividades de esparcimiento: escuchar música, ir al cine, al gimnasio.
    • Comunicación: hablar con la familia y contarle sus sentimientos y temores. El guardar silencio para no molestar enferma.
    • Si no cuenta con los recursos necesarios, buscar ayuda técnica, como colchón anti-escaras o silla de ruedas.

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