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    martes, 2 de marzo de 2021

    Padre Emerson de León: cada misión es aceptar el plan de Dios


    Entrevista | Redacción Amigo del Hogar

     



    Padre Emerson de León:

    cada misión es aceptar el plan de Dios en mi vida

     

    El P. Emerson de León MSC, dominicano con vasta experiencia misionera ha regresado a Issoudun, Francia, donde presta el servicio de Párroco y colabora en la Basílica Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús, cuna de la fundación de los MSC, desde hace 3 años y medio. Nos visitó “para encontrar los compañeros, para ver cómo va mi Provincia MSC y para descansar especialmente”, ese era su plan, según nos cuenta.

     

    ADH. Emerson, ¿Qué significa para ti tu misión en Issoudun?

    Emerson: Nosotros los Misioneros del Sagrado Corazón fuimos fundados justamente en Issoudun en 1854 por el P. Julio Chevalier y la casa donde vivimos en comunidad, es la casa que él mismo construyó. Y seguimos preguntando:

     

    ¿Colaboras con una comunidad local?

    Nosotros somos una comunidad internacional. Somos ocho compañeros MSC ocupándonos de la Basílica y también de la parroquia y somos de cinco nacionalidades: dos compañeros de la India, uno de Indonesia, uno de Camerún, dos de Suiza, uno de Francia y yo de República Dominicana.



     

    ¿Cómo les facilita y desafía esa composición?

    Es muy interesante, es una experiencia muy rica porque se conocen otras culturas, se conoce también la manera de ser misionero en otros países, es realmente muy rica la experiencia; sin embargo, hemos tenido naturalmente que adaptarnos, profundizar sobre la cultura de cada uno para poder aceptar al compañero tal como él es. Es muy importante y es una riqueza extraordinaria. Puedo decir realmente que nuestra comunidad es una comunidad muy linda, es una comunidad donde hemos aprendido a conocernos, a apoyarnos y a trabajar como equipo, que es lo más importante.

     

    ¿Cómo impacta sus vidas este tiempo de Pandemia?

    El primer desafío es cómo dar servicio a la gente justamente en medio de esta epidemia, por ejemplo, dar servicio a las personas más vulnerables, sobre todo a las personas mayores, los enfermos tanto en el hospital como en los diferentes hogares de ancianos y también en la parroquia.


    El segundo desafío es la comunidad, porque no es lo mismo cuando uno entra y sale de la comunidad, que cuando uno está permanentemente en la comunidad; entonces es un gran gran desafío y sin embargo, eso nos ha ayudado enormemente para convivir más entre nosotros, para compartir, para inventar, para crear, tener momentos para nosotros, rezar, porque en la vida cotidiana rezamos juntos, pero después nos dispersamos, mientras tanto que ahora en este tiempo de pandemia hemos sacado mucho espacio para rezar juntos y rezar en sintonía también con la gente que es algo muy importante, a través de los medios de comunicación sobre todo del Internet es un espacio que hemos empleado.




    ¿Esta es tu primera experiencia misionera fuera del país?

    (Risas). Hace 20 años que estoy fuera del país. Mi primera experiencia misionera fuera del país fue en Burkina Faso en África Occidental. Ahí pasé cinco años. Después cuatro años en Puerto Príncipe, Haití. Seis años en Canadá en Quebec, un año en Ottawa y ahora ya, casi cuatro años en Francia, es decir que me ha tocado vivir en tres continentes.

     

    Y en esa vivencia ¿encuentras muchas coincidencias o no?

    Si. Justamente es la fe, es la confianza de la gente, es la creencia. Hay muchas creencias comunes también en las diferentes culturas, pero eso realmente me conecta, pero sobre todo la fe y la manera de vivir la fe también de la gente a profundidad y creo que esos son los dos elementos esenciales.


    En el modo de ser Iglesia ¿cómo percibes esa realidad?

    Enormemente, ahí si cambia todo; es decir la manera de ser Iglesia, de vivir la liturgia es diferente, cambia de una cultura a otra, no es lo mismo vivir la liturgia con un gulmanché en Burkina Faso, que vivirla ahora con la feligresía en el centro de Francia donde estoy o con los quebequenses, o con los dominicanos o con los haitianos. La cultura determina mucho la liturgia, enormemente. Entonces también uno aprende a vivir esto y a manifestar la fe de diferentes maneras.

     

    ¿Qué te ha aportado a ti esas experiencias misioneras?

    Me han enriquecido. Me ha enriquecido enormemente, pero sobre todo he aprendido algo, que es muy importante, la humildad. ¿La humildad por qué? porque cada misión te lleva a comenzar prácticamente de cero, es como hacerse niño: tienes que aprender la cultura, tienes que aprender también la lengua, la manera de comportarte, de vestir, todo, entonces uno comienza prácticamente de cero; cada misión me lleva a eso, a vivir la humildad y aceptar el plan, el proyecto de Dios en mi vida.




    ¿Tú crees que los misioneros estamos haciendo esfuerzos para responder a estas nuevas realidades?

    Me parece que sí, incluso a nosotros en la comunidad, pues hay compañeros de diferentes países que nos piden una charla, una conferencia sea vía WhatsApp o por Facebook o por otros medios, ahora muy de moda a través del Zoom o de Skype, nos piden también. Entonces sí, se nota este deseo de vivir la internacionalidad, de compartir experiencias, se vive en la congregación, naturalmente que todavía tenemos que dar muchos pasos a ese nivel, pero ha sido muy positivo.

     

    Ahora que nos visitas, ¿qué cambios percibes aquí en estos años?

    Yo creo que la mentalidad ha cambiado, quizás la mentalidad actual del dominicano va más acorde con los cambios mundiales. En ese sentido creo que ha habido cambios.

     

    ¿Percibes cambios en la Iglesia dominicana veinte años después?

    Como signo de esperanza, creo que es el trabajo de mucha, pero mucha gente. Aquí he visto a pesar del COVID, muchas Iglesias con bastante gente, con mucho deseo de participar, eso me parece muy positivo, cosa que no veo tanto en la Iglesia donde yo estoy actualmente. Pero aquí sí lo he visto, ese deseo de la gente de participar, de comulgar, de verse con los ojos en las Iglesias.

    Creo que también la mentalidad de la Iglesia va cambiando a ese nivel, aunque hay elementos que se están olvidando un poco, el mismo que acabo de subrayar, la cercanía con el pobre y el trabajo con los pobres, pero la mentalidad ha ido cambiando. Me parece, yo lo veo, lo palpo, lo vivo, es como si fuera prácticamente la misma mentalidad, un poco en casi todas partes. La misma mentalidad que yo encontré en Canadá es la misma prácticamente que encuentro aquí o la misma que encuentro también en Europa, como que es una mentalidad globalizada, la mentalidad actual del dominicano.

     

    ADH. ¿Cómo llegas a Issoudun? ¿Piensas regresar pronto con nosotros?

    A mí me pidieron -fue el P. McDonald, qepd, quien me solicitó-. Él era superior general en ese momento. Me solicitó para que viniera a Issoudun a mí y a los otros compañeros de diferentes países, pero con un contrato. El contrato fue por seis años para ser miembro de la comunidad y en la parroquia yo puedo estar hasta nueve años si fuera necesario; son tres años renovables tres veces, que son nueve años. Pienso terminar mi segundo período y quizás después iría donde la comunidad me mande, donde pueda prestar otro servicio, sea en Canadá, Haití, Cuba o donde sea, pero mi disposición es ir donde la comunidad me envie. ADH 854



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