Humanismo Integral | Cynthia Pérez/AP
Escuela católica celebra a su primera estudiante graduada con
Síndrome de Down
A
inicios de este año, Abigail Agudelo, conocida por sus amigos como “Abby”, se
convirtió en la primera estudiante con Síndrome de Down en graduarse del
Colegio San Agustín de Andover, Massachusetts (Estados Unidos).
La
madre de Abby, Wendy Agudelo, dijo en agosto a CNA -agencia en inglés del Grupo
ACI-, que siempre quiso que todos sus hijos estudien en colegios católicos
debido a su fe, y esperaba que Abby sea incluida totalmente desde el inicio.
Pero
la experiencia que su hija vivió en el preescolar la hizo dudar de que fuera
posible que reciba una educación católica e inclusiva a la vez. “Notamos una
división entre lo que queríamos para Abigail y lo que la escuela sintió que
debería recibir dado su diagnóstico”, dijo.
Paula
O’Dea, exdirectora y actual responsable de admisiones del colegio San Agustín,
explicó a CNA que cuando Abby estaba en la escuela pública, recibía clases en
un aula separada del resto de alumnos, con un maestro de educación especial y
con sus padres observándola desde una esquina, “sin ser realmente incluida en
nada”.
La
madre de Abby dijo que, tras una larga búsqueda de escuelas para Abby, y luego
de entrevistarse con O’Dea y el párroco, el P. Peter Gori, decidió que el
colegio San Agustín se adaptaría a las necesidades de su hija.
El
sacerdote dijo a CNA que “cuando Abby y sus maravillosos padres nos preguntaron
por primera vez sobre la inscripción en el colegio San Agustín, la directora y
yo estábamos preocupados de que no tuviéramos disponible todo lo que Abby
necesitaría para una experiencia exitosa”. Sin embargo, “nosotros y los padres
de Abby acordamos que haríamos la prueba, y que no habría resentimientos si las
cosas no salían bien”, agregó.
Para
el P. Gori los padres de Abby tenían “razón desde el principio” al creer que Abby
prosperaría en el colegio. “Recibimos de ella tanto o más de lo que ella
recibió de nosotros”, dijo.
“Fue
un placer y una bendición tener todos los días y todos los años a Abby en el
colegio San Agustín”, añadió.
La
señora Agudelo dijo que, de acuerdo a su experiencia, “no todas las escuelas
parroquiales, o administradores” tienen los recursos o “están interesadas en
este camino”.
Además,
señaló que la decisión de incluir “viene con un conjunto de desafíos, pero trae
una gran recompensa” y “el mayor retorno de la inversión”.
O’Dea
aseguró que el colegio San Agustín fue la única escuela primaria de la
Arquidiócesis de Boston que aceptó a un estudiante con Síndrome de Down.
Gracias a eso, señaló, ahora pueden ofrecer a más familias con hijos con este
síndrome una verdadera educación inclusiva.
“Hace
nueve años no teníamos ningún maestro con una certificación en discapacidad
moderada”, dijo. “Ahora, tenemos muchos maestros con esa [certificación] como
su segundo título, y tendremos dos maestros de educación especial de tiempo
completo”, agregó.
O’Dea
relató que cuando Abby llegó por primera vez, el colegio San Agustín decidió
que para vivir adecuadamente su misión católica necesitaba encontrar formas de
apoyar a cualquier estudiante que quisiera asistir. Fue así que se asoció con
el Merrimack College y contrató a un estudiante de discapacidades moderadas
como maestro subsidiado a tiempo completo, para apoyar en la formación de Abby.
La
entonces directora del colegio dijo que la decisión fue un éxito, y que la
asociación continúa hasta hoy. Fue “una inversión muy pequeña desde el punto de
vista financiero para que podamos tener un resultado tan bueno al final”, dijo,
y lo recomendó como una alternativa a la contratación de un maestro de
educación especial de tiempo completo.
Por
su parte, el superintendente de escuelas de la Arquidiócesis de Boston, Thomas
Carroll, dijo a CNA que “el logro de Abby es muy impresionante”. Sin embargo,
destacó, “el mayor impacto es el efecto que tuvo en toda la comunidad escolar.
Todos tuvieron la suerte de tenerla como compañera de clase o estudiante”.
Los
padres de Abby recordaron que siempre estuvieron “hombro con hombro” con la
administración y el personal del colegio durante la escolarización de su hija.
Además, animaron a los maestros de todos los niveles a adquirir un mayor
desarrollo y experiencia profesional en educación especial, a través de
conferencias y talleres locales.
También,
a la vez que trabajaban a tiempo completo, ambos fueron voluntarios en el
jardín de infantes y el comedor del San Agustín.
Además,
apoyaron en numerosas excursiones y ayudaron a organizar eventos y
recaudaciones de fondos para el colegio parroquial.
Para
la madre de Abby, asociarse y colaborar con la escuela “en cada paso del
camino” dio resultados asombrosos. “En mi opinión, no se trata tanto de los
recursos disponibles como de la voluntad de iniciar con un: ‘Sí’ y trabajar
juntos hacia un objetivo compartido”, dijo.
Ella
señaló que gracias a la experiencia de su hija “otras familias que desean una
educación escolar católica para todos sus hijos, incluidos los que tienen un
miembro de la familia con necesidades especiales, ahora ven la educación
escolar parroquial como oportunidad”, pues “otras escuelas parroquiales en
Massachusetts se están esforzando por hacer lo mismo hoy”.
“No
estamos solos y creemos que cuanto más conozcan las familias, más armadas de
oportunidades estarán”, aseguró. “Somos muy, muy afortunados de haber
encontrado tan buenos socios académicos para nuestros hijos, que súmale un poco
de fe seria y una pizca de compasión, y ¡nada es imposible!”, concluyó.
Publicado
por ACI prensa (original de CNA)
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