Espiritualidad | Juan Pablo Espinosa Arce (Profesor, teólogo y poeta)/RD
Aprender a escuchar el
respirar de los ángeles: Una espiritualidad cósmico-humana
Dice el poeta
estadounidense Paul Auster: “yacemos en la médula/ más honda de la
tierra y escuchamos/ el respirar de los ángeles”. El poeta, el
visionario, aquel hombre y mujer que poseen el corazón y la razón como
verdaderas antenas que están atentas al murmurar de la tierra profunda y al
respirar de los ángeles, nos muestran cuáles podrían ser las claves para pensar
una espiritualidad cósmico-humana, temática que me gustaría ofrecer en este
breve artículo. Siguiendo la pista de mi anterior artículo (Notas sobre
espiritualidad y lenguaje), quisiera acercarme un poco más a la
cuestión de la espiritualidad, pero ahora en su dimensión de vínculo con el
cielo y con la tierra. Generalmente la mística o la espiritualidad se entienden
como dimensiones vividas en desconexión con la historia, con el mundo, sus
procesos y con las relaciones que el ser humano vive con los demás o con la
naturaleza. Esa dimensión que podríamos denominar intimista es
lo que el poeta Auster vendría a desarmar en cuanto indica que, sólo yaciendo
en la profundidad de la tierra, en su médula, en las crisis
cotidianas del vacío es donde podemos escuchar el respirar de los
ángeles.
La
espiritualidad cósmico-humana puede ser un camino de apertura de nuestros
sentidos a la posibilidad de escuchar y aprender otro lenguaje, otro entramado
simbólico, verbal, sensible o razonable para hacer experiencia de la realidad y
de escuchar el respirar de los ángeles, de vincularnos entre nosotros, con la
naturaleza y con Dios. Hacer experiencia significa,
literalmente, ser capaces de introducirnos en la trama de los días, ser capaces
de perforar y comprender la realidad, aún sabiendo que dicho perforar o dicha
salida supone el riesgo en cuanto nuestras palabras nunca alcanzarán a abarcar
la totalidad de lo que somos y de lo que rodea. El mismo Paul Auster lo
recuerda en su poema Interior: “en la imposibilidad de la
palabra,/ en la palabra no hablada/ que asfixia,/ me encuentro a mí
mismo”. Somos espiritualidad en la apertura de la vida que no sabe
decir de manera total. Y, en el caso del vínculo con Dios, supone el desafío de
comprender que su Presencia es como la zarza de Moisés (Cf. Ex 3), de un Dios
vivido en la imposibilidad de capturarlo, de acercarnos a una vivencia ocurrida
en la distancia de la prohibición de acercarse y poseer a la Voz que surge de
la zarza, del reconocimiento de la tierra donde estamos viviendo.
El respirar de
los ángeles, además, posee una profunda estética de lo sutil. En nuestro tiempo
cargado de estímulos sonoros, ser capaces de escuchar el susurro de los
ángeles, aprender a reconocer los silencios y los soplos humanos y divinos, es
un desafío a nuestra humanidad y a nuestra vivencia espiritual. Susan Sontag
decía que cada época debe ser capaz de inventarse su propio proyecto de
espiritualidad. Quizás nuestra época puede encontrar en la espiritualidad
cósmico-humana, en el respirar de los ángeles que se escucha desde la
profundidad de la médula terrestre el espacio de imaginación de un tiempo
nuevo, más sensible a lo sutil, más propositivo que determinista, más abierto a
la vida que enclaustrado en tantas cosas que dañan. Eso, quizás, es escuchar el
respirar de los ángeles como imagen de la espiritualidad
cósmico-humana.
Publicado por Religión Digital
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