Forjando Vivencia | Fernando de Navascués/LFI
Pregunta
básica para todos los novios: «¿Cómo sé si lo que siento es verdadero amor?»
Esta
pregunta es básica para cualquier novio o novia que aspire a ser feliz. Está
enraizada en lo más íntimo y profundo de la persona humana.
Dora
Tobar, doctora en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana,
investigadora en temas de pastoral y vida de familia, y en la actualidad
directora de la Oficina de vida Familiar y Ministerio Hispano de la Diócesis de
Lafayette, en Indiana, Estados Unidos, la responde en un artículo publicado en
la web portumatrimonio.org quien señala que hay tres etapas en el amor: el
enamoramiento, la etapa romántica y la que verdaderamente responde al amor.
Dora
advierte que “es muy fácil confundir el amor con los sentimientos”. El que se
enamora siente agrado y fascinación por la otra persona. Es una etapa
maravillosa y necesaria, nos hace sentir personas y despierta en nosotros
sensaciones inesperadas, pero eso no es amor. En este sentido, “varias ciencias
modernas como la psicología y hasta la bio-química han salido hoy al paso de
los enamorados para ayudarles a clarificar sus sentimientos”, explica. “El amor
a primera vista no existe”, como tal, por lo que es importante identificar en
qué etapa de la relación está una pareja para orientar su relación hacia la
conquista del amor verdadero.
La
etapa rosa
La
primera etapa es el enamoramiento. Es una etapa rosa donde sobreabunda la
atracción y la fascinación, y “estas sensaciones son tan fuertes y placenteras
que muchas parejas creen que este es el amor”. Detrás de todo ello hay algo
también creado por Dios, y necesario para la vida de la persona: las feromonas
que, “además de alterar nuestros sentidos y hacernos sentir gran goce y pasión
ante el más mínimo contacto con la otra persona, nos hace creer que con nadie
podríamos ser tan felices”. Y por ello los enamorados “no ven los defectos de
su pareja e incluso dudan que pueda tenerlos. Todo parece perfecto”.
Sin
embargo, hay que estar muy atentos: “El enamoramiento es una fase donde prima
el placer, pero donde se carece de realismo pues no sabemos aún cómo es
realmente la otra persona”. La otra mala noticia es que el efecto de las
feromonas dura máximo 3 años, por lo que si la pareja no se ha tomado en serio
su relación y no han avanzado en el conocimiento mutuo la pareja está
encaminada al fracaso.
La
situación puede agravarse si la pareja tiene relaciones sexuales durante esta
etapa: el efecto cegador de las feromonas se duplicará creando una sensación
ficticia de intimidad. En definitiva: “El enamoramiento no es la etapa para la
entrega que supone la vida sexual y matrimonial”.
Avanzando
en la madurez
La
etapa romántica, a pesar del nombre, ya supone un paso en la madurez, pues
implica un mayor conocimiento mutuo “al ir entrando en el mundo de la otra
persona, de sus gustos, de sus ideas, de sus características, de sus habilidades,
etc., empiezan a aparecer las cosas que realmente nos atraen de la persona, y
no sólo de su cuerpo”.
En
este momento se descubren algunos defectos, aunque todavía hay mucha fantasía e
idealización. Por eso es importante recordar que apenas se está comenzando el
conocimiento de la otra persona.
Solo
se pude amar lo que se conoce, así que esta etapa también es maravillosa porque
nos permite adentrarnos en el conocimiento del otro, pero en conciencia y ‘en
frío’, “aún no conozco a la otra persona como para saber si estaría ya
dispuesto a entregarle las llaves de mi casa o la clave secreta de mi cuenta
bancaria”. Hay que pasar esta etapa, pero “aún no estamos listos para una
entrega total como la que supone la sexualidad o el matrimonio”.
El
amor maduro
El
amor ya no es el arrebato ciego y apasionado de los enamorados, como tampoco es
la idealización rosa de los románticos: “El amor es la unión estrecha, la
confianza profunda y el deseo de buscar en todo el bien de la otra persona”.
Pero para que esto sea así la pareja debe conocerse en profundidad y, ¡muy
importante!, “debe ser feliz con lo que se sabe de ella”.
Si
esto es así, entonces nace maduro el impulso confiado de dar todo de sí y de
recibir todo lo que el otro es, para formar un “nosotros”. “La confianza y la
generosidad son los elementos claves y se relacionan mutuamente, porque
confiamos, deseamos entregar generosamente toda nuestra vida”, puesto que
sabemos en quien confiamos.
La
composición del amor
Dora
Tobar apunta que hay cuatro aspectos básicos en el amor: el conocimiento, la
aceptación, la confianza y el deseo de entrega, y los explicita de la siguiente
manera.
Conocerse
significa al menos que:
Sé
de dónde vienes y a dónde vas.
Sé
cómo reaccionas cansado, con rabia, bajo estrés, cuando estás contento.
Sé
gran parte de tus defectos y cualidades.
Sé
tus valores y los comparto.
Aunque
no eres perfecto.
Aceptar
al otro:
Admiro
lo que eres.
Me
gusta tu físico y tu manera de ser.
Entre
todas las personas que pueden gustarme, te escojo a ti.
No
espero que cambies para amarte. Aunque no cambies así te quiero.
Confiar
en el otro:
Sé
que en ningún momento quieres hacerme daño.
Puedo
confiarte mi salud, mi dinero, mi futuro porque sé que deseas cuidar de mí.
Y
el deseo de entrega:
Verte
feliz me satisface.
Conozco
tus aspiraciones y estoy dispuesto a apoyarlas.
Ofrezco
todo de mí para que buscar tu bien tanto material, sexual como emocional.
Estoy
dispuesto a invertir todas mis energías en acompañarte, entenderte y servirte,
aunque me implique renuncia y sacrificio.
“No
hay amor más grande…”
Esta
doctora en Teología es consciente que sus palabras se han movido en un plano
totalmente horizontal, puesto que el amor de una pareja es algo inserto en el
corazón de todo hombre. Es decir: el amor ya no es sólo un sentimiento, sino
que es “la permanente acción de auto-donación o entrega por el bien del otro”.
Con
todo el proceso del amor no concluye el día de la boda: “El amor debe ser
alimentado permanentemente: la felicidad no está garantizada”. Cada cónyuge
debe seguir cuidando su entrega, su confianza, el mutuo conocimiento y la
aceptación del otro.
Publicado
por La Famili.info
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