Buenas Noticias | José Antonio Pagola (teólogo)
"¿Qué podemos hacer cada cual para sanar un poco la convivencia social tan
dañada entre nosotros?"
La advertencia
de Jesús es fácil de entender. «No hay árbol sano que dé fruto dañado,
ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto. No se
cosechan higos en las zarzas ni se vendimian racimos en los espinos».
En una
sociedad dañada por tantas injusticias y abusos, donde crecen las «zarzas» de
los intereses y las mutuas rivalidades, y donde brotan tantos «espinos» de
odios, discordia y agresividad, son necesarias personas sanas que den otra
clase de frutos. ¿Qué podemos hacer cada cual para sanar un poco la convivencia
social tan dañada entre nosotros?
Tal vez hemos
de empezar por no hacer a nadie la vida más difícil de lo que es. Esforzarnos
para que, al menos junto a nosotros, la vida sea más humana y llevadera. No
envenenar el ambiente con nuestra amargura. Crear en nuestro entorno unas relaciones
diferentes hechas de confianza, bondad y cordialidad.
Necesitamos
entre nosotros personas que sepan acoger. Cuando acogemos a alguien, lo estamos
liberando de la soledad y le estamos infundiendo nuevas fuerzas para vivir. Por
muy difícil que sea la situación en que se encuentra, si descubre que no está
solo y tiene a alguien a quien acudir, se despertará de nuevo su
esperanza. Qué importante es ofrecer refugio, acogida y escucha a
tantas personas maltratadas por la vida.
Hemos de
desarrollar también mucho más la comprensión. Que las personas sepan
que, por muy graves que sean sus errores, en mí encontraran siempre a alguien
que las comprenderá. Hemos de empezar por no despreciar a nadie, ni
siquiera interiormente: no condenar ni juzgar precipitadamente. La mayoría de
nuestros juicios y condenas solo muestran nuestra poca calidad humana.
También es
importante contagiar aliento a quien sufre. Nuestro problema no es tener problemas, sino no
tener fuerza para enfrentarnos a ellos. Junto a nosotros hay personas que
sufren inseguridad, soledad, fracaso, enfermedad, incomprensión... No necesitan
recetas para resolver su crisis. Necesitan a alguien que comparta su
sufrimiento y ponga en sus vidas la fuerza interior que las sostenga.
El perdón
puede ser otra fuente de esperanza en nuestra sociedad. Las personas
que no guardan rencor ni alimentan el resentimiento, y saben perdonar de
verdad, siembran esperanza a su alrededor. Junto a ellas siempre crece la
vida.
No se trata de
cerrar los ojos al mal y a la injusticia. Se trata sencillamente de escuchar la
consigna de Pablo de Tarso: «No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence
al mal con el bien». La manera más sana de luchar contra el mal en una sociedad
tan dañada como la nuestra es hacer el bien «sin devolver a
nadie mal por mal...; en lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz
con todos los hombres» (Romanos 12,17-18).
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