Nuestra Fe | Paola Calderón Gómez/PC
Mons. Lozano: «El sepulcro se convirtió en fuente de luz»
La
Semana Santa no culmina con la tumba y la piedra que se pone a la entrada, sino
con la resurrección de Jesús; algo que quizá pueda costarnos entender pero que
constituye el verdadero mensaje de este tiempo, así lo recuerda Monseñor Jorge
Lozano en su reflexión del Domingo de Pascua.
El
prelado explica que en nuestro trasegar como creyentes también puede costarnos
pasar de la muerte a la vida, pero, así como la piedra que cerraba el sepulcro
de Jesús no fue definitiva, tampoco lo son aquellas piedras que pesan en
nuestra existencia, porque el amor y la vida tienen la última palabra.
«La
fuerza de Dios hace que esa cueva destinada para conservar la muerte, se
transforme en vientre de luz. La tumba de Jesús es ahora como una especie de
útero que emana ahora una vida nueva: la vida resucitada de Jesús, una vida que
se nos ofrece para caminar en la alegría de la fe".
Retomando
la Sagrada Escritura el secretario general del Celam recuerda que ante la
muerte de Jesús en los discípulos «se afianzó el sentimiento de el sentimiento
de derrota y decepción; no daban lugar a la esperanza ni a la memoria de las
enseñanzas del Maestro. Como si no hubiera nada que hacer ni esperar». No obstante,
esa piedra pesada que sellaba el sepulcro no fue lo último.
La
resurrección como experiencia
Para
Monseñor Lozano la cueva que albergó la muerte, gracias al poder de Dios, se
transformó en un vientre que parió la vida nueva del resucitado, por lo que
este sepulcro se convirtió en fuente de luz.
En
este sentido asegura que todos los relatos del Evangelio que hacen alusión a la
mañana de Pascua inician otorgando una especial atención al sepulcro que
aparece vacío, es clara la ausencia del cadáver, pero no lo suficiente clara
para hablar de la presencia de un Jesús con vida.
Llegar
a esta conclusión le lleva a los discípulos hacer un camino para todos
diferente, la resurrección no estuvo libre de dudas y búsquedas, como en el
caso del pasaje de los discípulos de Emaús o las llagas y el apóstol Tomás,
entre otros.
«El
Evangelio de San Juan nos muestra cómo ese camino fue diverso para María
Magdalena, Pedro, el discípulo amado y el resto de los Apóstoles», sin olvidar
ya en la experiencia de la Comunidad cristiana «. afirma.
Vivir
la Pascua
Al
respecto el arzobispo argentino insiste en que solo accedemos a la fe en la
Pascua abriendo el corazón a la Palabra revelada que ilumina nuestra vida. «Los
acontecimientos que estamos celebrando son el cumplimiento de los anuncios
realizados por los profetas y el mismo Jesús; no son producto del azar. De hecho,
en varias ocasiones (antes y después de la Pascua) los Evangelios se encargan
de mostrar esto».
Por
eso, advierte, es bueno que cada uno acuda a su propia experiencia de novedad.
«Estamos impulsados a renovar al menos el deseo que me empuja a cambiar, a iluminar
mi vida y el mundo. Mejorar una relación por medio del perdón, dejar algún
vicio, donar tiempo y dinero, volver a estudiar, vencer la sensualidad, la
avaricia, la autor referencialidad. Crecer en la oración, ser más piadoso,» por
qué se trata de asumir un compromiso desde lo personal que tenga una incidencia
positiva en nuestra comunidad.
Finalmente
recuerda que, en este momento de la historia, el signo más elocuente de muerte
que tenemos es la guerra. «Ucrania es una herida abierta en el Corazón de Jesús
que nos ama como familia suya. El horror y el drama, el miedo y la impotencia
no deben ser experiencia cotidiana en ningún pueblo» y es necesario reforzar
nuestra oración por la paz, invitación que ha de mantenerse con más ahínco en
este tiempo de Pascua, firmes en la esperanza de la promesa del Señor: “yo hago
nuevas todas las cosas” y que de forma permanente aparece en la Biblia.
Publicado
por Prensa Celam
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