Jueves de Cine | Juan Orellana
Llenos de gracia. Una
divertida película sobre la educación entendida como amor
La hermana Marina (Carmen Machi) llega
como profesora de verano a un internado en el que solo quedan los alumnos que
son huérfanos o cuyos padres no pueden hacerse cargo de ellos. Son una panda de
chavales gamberros, provocativos y muy pasados de rosca. Reciben a la monja con
hostilidad, pues no quieren dar clase en los meses de vacaciones. Tras mucho
bregar, la hermana Marina se da cuenta de que quizás a través del fútbol pueda
motivar a los chicos. Pero aunque la superiora no lo tiene tan claro, le
permite intentarlo con la ayuda de la hermana Angelines (Paula Usero) y la
hermana Tatiana (Anis Doroftei). Mientras ellas luchan por ayudar a los niños,
el vicario episcopal (Manolo Solo) trata de cerrar una operación inmobiliaria
para vender el internado, que obligaría a los chicos a ser realojados en un
centro de acogida público, lo que para ellos es una pesadilla.
La estructura de la película es ya muy clásica y la hemos visto en
decenas de películas de instituto: profesor nuevo se enfrenta a un colectivo de
estudiantes malotes y acaba sacando de ellos lo mejor de sí mismos a través del
deporte. La aportación propia de este filme está en el carisma de Carmen Machi,
la brillante elección de los actores adolescentes y la forma de tratar a los
personajes religiosos.
Carmen Machi consigue transmitir esa extraña combinación de bondad y
firmeza, de inocencia e inteligencia, de obediencia y astucia que definen su
personaje. De esta forma se complementa perfectamente con la joven hermana
Angelines, a cuya candidez le falta la experiencia de la vida que tiene la
hermana Marina. Los chavales transmiten mucha espontaneidad, y se nota que se
han divertido en el rodaje, de lo cual se benefician mucho los resultados.
Respecto al tratamiento de la Iglesia, es muy positivo excepto en la figura del
vicario, un personaje inauténtico y mezquino. De todas formas, es evidente que
los guionistas –el propio director y Óscar Díaz– no se han documentado
suficientemente sobre cómo son y funcionan las cosas en la Iglesia, y resulta
surrealista ver a un vicario moverse en un Mercedes con chofer, a una superiora
que estudia el currículum de una religiosa de
su congregación o una Primera Comunión absolutamente fuera de lugar. Quitando
estos y otros anacronismos, la película retrata a unas personas de Iglesia,
incluido el obispo, cuyo único interés es el bien de esos chicos huérfanos o
tutelados.
La película es enormemente divertida, sobre todo por las situaciones y
diálogos que protagonizan los alumnos, pero sin embargo no es una cinta apta
para los más pequeños, pues, en aras de un mayor realismo, los diálogos son a
menudo soeces, malhablados y a veces crueles. Ese es quizá uno de los problemas
de la película, que se deja fuera a gran parte de su público objetivo. Aun así,
y a pesar de sus defectos, que los tiene, la película de Roberto Bueso (La banda, 2019) ofrece una mirada positiva sobre la
educación, la posibilidad de cambiar, la amistad y el servicio de la Iglesia a
los descartados.
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