Reflexión | Pedro Rafael Ortiz/VN
Caminar con esperanza
Una
de las experiencias más duras frente a cualquier situación es cuando sentimos
que ya es demasiado tarde. Esa experiencia muchas veces se combina con la
“esperanza rota” de pensar que ese “demasiado tarde” llegó “muy temprano”. Como
hemos visto en nuestro querido Puerto Rico, duele mucho ver a una madre llegar
al hospital con su hijito y presenciar como su vida se apaga, como parte de ese
mundo en el que no vivimos la responsabilidad ética y cristiana. Pero si mucho
duele verlo, más duele para quien lo vive.
Esas
experiencias tan dolorosas no se limitan a los seres más queridos. También la
vivimos cuando se nos acaba aquello que amamos, sea lo que sea. Las sufrimos
muy adentro cuando nos hemos esforzado por resolver un problema y la cosa
termina mal y antes de lo que esperábamos. Tan fuerte es el
estremecimiento, que a veces el ser humano estalla en ira contra la sociedad,
contra el mundo… y hasta “contra Dios”.
A
veces miramos los problemas de aquellos a quienes nos toca ayudar, sean los
parientes, vecinos, los feligreses de nuestra parroquia o los compatriotas y
nos preguntamos por qué no se hacen las cosas que el sentido común
mandarÃa. ¡Qué triste es ver mujeres abusadas inmóviles, rendidas ante
abusadores cobardes que las golpean a cada rato! ¡Qué triste es ver un
pueblo esclavo “buscando maneras para no liberarse” de las cadenas
opresoras! Ese dolor me llega hasta el tuétano. Me duele mi América
Latina esclava del salvajismo del “imperio capitalista de Estados Unidos”. Me
duelen los muchachos de las barriadas sometiéndose como corderos a las promesas
falsas de los contrabandistas. Me duele ver a hermanos pobres dispuestos a
lamer las cadenas que los oprimen con la ilusión de que algún dÃa ellos podrán
entrar al cÃrculo exclusivo y asqueroso de los magnates opresores. Me duele y
continuaré trabajando para “desenmascararlo”. Jesús, nuestro maestro
asà nos enseñó.
¿Estoy
hablando demasiado claro? Pues sepan que todavÃa me falta. ¿Estoy
entrometiéndome en la polÃtica? Pues vale la pena que advierta lo mismo, que
todavÃa me falta. Nadie espere que este “cura” no tiene la más remota intención
de callar mientras mi mente y mi corazón me digan que debo alzar mi voz con la
esperanza de que asà ayudo a que no llegue el “demasiado tarde” y mucho menos,
que el desastre llegue “demasiado temprano”. Es decir, mientras haya algo que
podamos hacer ante los problemas, hay que hacerlo. No quiero un Puerto Rico, un
caribe, una Latinoamérica, una humanidad destruida. Y les invito para que
superemos el ritmo de desgaste y destrucción acelerada que llevamos. En
nombre de Dios, no nos detengamos en la lucha por la justicia y la Paz.
Es
muy triste ver cómo cristianos “devotos” creen que, buscando soluciones
individuales a los problemas colectivos, se libran de tener que vivir la misma
suerte que los demás y dicen, como si fuera una gran sabidurÃa, que la
salvación es individual. Pero Dios dijo que no es bueno que el hombre esté
solo. Dios nos creó a todos hermanos y nos hizo a todos responsables de
todos los demás. ¡Somos comunidad!
Somos
co-responsables
A
Puerto Rico es común escuchar que los puertorriqueños le llamemos “el terruño”,
que es una expresión cariñosa para la tierra que nos vio nacer, le digo que es
también como si dijéramos que es la tierra que llevamos en nuestro corazón.
Pues mi terruño vive experiencias que a muchos le hacen pensar que ya es
demasiado tarde, yo digo que es muy pronto para decir eso. Veo a los que luchan
por salvar nuestras costas, la protección del medioambiente, los que luchan por
sacar al “emporio privado de energÃa eléctrica” llamado “LUMA Energy”, veo a
los que luchan por la educación pública, en defensa de la universidad del
pueblo, por librarnos del coloniaje, por tantas causas sociales y me digo que
falta algo. Me parece que hay que superar la actitud de derrotados y movernos,
en los hogares, las comunidades entre “vecindarios y campos” y los pueblos a organizar
la lucha de todos, la lucha por el bien de todos. Aquà hace falta mucha
gente. Como dice la canción: “Agárrense de las manos Unos a otros conmigo. Juntos
podemos llegar donde jamás hemos ido”.
Afirmo
una vez más que aquà lo que hay que hacer es mirar a nuestros montes y ante la
pregunta ¿de dónde nos vendrá el auxilio?, proclamar a todo pulmón: ¡El
auxilio nos viene del señor, que hizo el cielo y la tierra! Es la voluntad
férrea de que, por más que lloremos, no nos rendimos, aunque, como pasó en la
gigantesca marcha del verano de 2019 en nuestro Puerto Rico, tengamos que dar
“un paso, por cada lágrima”. A eso llamo, caminar con esperanza. ¡Volvamos a
luchar! Regresemos al amor que marca las calles de nuestro pueblo con un
corazón comprometido. ¡En nombre de Dios, venceremos!
¡Continuemos
el camino juntos! No nos detengamos… no te detengas Puerto Rico, no te
detengas caribe isleño… que no se detenga nadie.
Publicado
por Vida Nueva
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