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Haití
cada vez más cerca de un estallido social
Las
manifestaciones aumentaron luego de que Ariel Henry dijese que eliminaría los
subsidios a los precios de los combustibles
Los
haitianos empezaron a perder el control de sus vidas el mes pasado, poco después
de que el primer ministro Ariel Henry dijese que eliminaría los subsidios a los
precios de los combustibles, que de inmediato aumentaron al doble.
Sonaron
disparos y manifestantes bloquearon las calles con cercos de acero y árboles de
mango. Acto seguido, la banda delictiva más poderosa de Haití cavó fosas para
bloquear el acceso a la terminal de combustibles más grande del país,
diciendo que no reabriría el paso hasta que renuncie Henry y los precios de
los combustibles y de los productos básicos bajen.
El país más
pobre del hemisferio occidental soporta una espiral inflacionaria que afecta
enormemente a la gente y agrava las manifestaciones de protesta, que tienen a
la sociedad a punto de estallar. Abunda la violencia y los padres tienen miedo
de mandar a sus hijos a la escuela. Escasean los combustibles y el
agua potable, en tanto que hospitales, bancos y tiendas de comestibles tienen
problemas para permanecer abiertas.
El
presidente de la vecina República Dominicana describió la situación de Haití
como una “guerra civil de baja intensidad”.
La vida en
Haití siempre es difícil, por no decir disfuncional. Pero la magnitud de la
parálisis actual y de la desesperación no tienen precedentes.
La
inestabilidad política se viene cociendo desde el asesinato del presidente
haitiano el año pasado, que todavía no fue resuelto. Una inflación del 30 % no
hace sino agravar las cosas.
“Si no
quieren entender, vamos a hacer que comprendan”, afirmó recientemente Pierre
Killick Cemelus, sudando mientras trataba de seguir el paso de miles de
manifestantes.
El depósito
de gasolina bloqueado por los delincuentes no funciona desde el 12 de
septiembre. Tiene unos 40 millones de litros (10 millones de galones) de diésel
y gasolina, y más de 3.2 millones de litros (800,000 millones de galones) de
kerosene. Muchas gasolineras han cerrado y otras se están quedando rápidamente
sin combustibles.
La escasez
de combustible obligó hace poco a los hospitales a reducir sus servicios e hizo
que cerrasen las empresas que distribuyen agua.
A bancos y
tiendas de comestibles les cuesta permanecer abiertos por la falta de combustibles --y
los precios exorbitantes--, que hacen casi imposible que los trabajadores se
presenten a sus empleos.
El litro de
gasolina cuesta casi ocho dólares en el mercado negro de Puerto Príncipe y más
de nueve en las zonas rurales. La gente camina kilómetros para conseguir comida
y agua porque el transporte público es muy limitado.
“Hay un caos
total en Haití”, dijo Alex Dupuy, sociólogo de la Wesleyan University nacido en
Haití. “Hay bandas que básicamente hacen lo que quieren, donde quieren y cuando
quieren, con total impunidad, porque la policía no está en condiciones de
controlarlas”,
Agregó que
Haití es “en términos generales una sociedad que no funciona” y que el gobierno
de facto de Henry “no parece inquietarse demasiado por el caos y probablemente
se beneficie de él porque le permite conservar el poder y prolongar el mayor
tiempo posible la organización de nuevas elecciones”.
Las bandas
de delincuentes siempre han detentado abundante poder en Haití. Pero tras el
asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio del 2021, su influencia
aumentó.
Luchan por
controlar más territorios y mataron a cientos de haitianos, incluidos mujeres y
niños, en los últimos meses, desplazando a unas 20,000 personas de sus
viviendas. Los secuestros subieron.
Henry se
comprometió a llevar a cabo elecciones tan pronto como la situación lo permita.
En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 24 de
septiembre, dijo que “no me interesa permanecer en el poder más tiempo del
necesario”.
“Mi país
atraviesa por una crisis multidimensional, cuyas consecuencias comprometen la
democracia y el imperio de la ley”, expresó. Condenó los saqueos generalizados
y la violencia, y dijo que los responsables “deberán responder por sus crímenes
ante la historia y ante los tribunales”.
Del 200 al
2017, fuerzas de paz de la ONU reforzaron la seguridad del país y ayudaron a
reconstruir las instituciones democráticas tras una violenta rebelión en la que
fue derrocado el presidente Jean-Bertrand Aristide. Por ahora, no obstante, es
impensable una intervención extranjera en Haití. Los políticos locales
repudiaron la idea de recibir ayuda de afuera, destacando que elementos de las
fuerzas de paz de la ONU abusaron sexualmente de niños y provocaron una
epidemia de cólera hace más de una década, que mató a casi 10.000 personas.
La primera
tanda de protestas, a mediados de septiembre, hizo que Francia y España
cerrasen sus embajadas y que los bancos cerrasen en la capital. Los
manifestantes atacaron comercios, las viviendas de políticos conocidos e
incluso depósitos del Programa Alimenticio Mundial de la ONU, robándose
millones de dólares en comida y agua.
Las
protestas se hacen cada vez más grandes. Decenas de miles de personas salieron
a las calles en Puerto Príncipe y otras ciudades hace poco, incluidas Gonaives
y Cap-Haitien, en el norte. Agitaban ramas verdes y gritaban “Ariel se tiene
que ir”.
El maestro
de una escuela primaria Jean-Wilson Fabre se unió a una reciente manifestación
y tuvo que buscar refugio en una calle lateral para evitar granadas de gas
lacrimógeno de la policía.
“No está
haciendo nada”, se quejó, aludiendo al primer ministro.
Fabre, quien
tiene dos hijos, se lamentó la falta de comida y agua, el aumento de los
secuestros y el creciente poder de las bandas de delincuentes. “Nadie está tan
loco como para mandar a sus hijos a la escuela en esta situación. No estarán
seguros”, afirmó.
El educador
es uno de millones de padres que se negaron a enviar a sus hijos de nuevo a la
escuela cuando el gobierno anunció el 3 de octubre una reanudación de las
clases en un esfuerzo por restaurar una sensación de normalidad en medio de
tanta inestabilidad.
Los
tribunales haitianos debían reabrir el 3 de octubre, pero el Colegio de
Abogados rechazó una invitación del primer ministro para hablar del tema unos
días antes, diciendo que las bandas seguían ocupando el principal juzgado de
Puerto Príncipe, entre otras cosas.
“Con Ariel,
las cosas se están poniendo cada vez peor”, dijo Merlay Saint-Pierre, una mujer
desempleada de 28 años, con dos hijos, que participó en las recientes
manifestaciones de protesta.
Cientos de
personas se pasan horas haciendo cola todos los días para comprar baldes de
agua. Los camiones que hacen entregas no pueden ingresar a los barrios porque
las calles están bloqueadas.
“Le tengo
miedo a esta agua”, dijo Lionel Simon, de 22 años. Indicó que usa el agua para
lavar ropa y que le agrega cloro antes de beberla.
Al menos
ocho personas fallecieron de cólera en los últimos días y decenas más han sido
tratadas, de acuerdo con las autoridades sanitarias, que les pidieron a los
manifestantes y a las bandas que permitan la llegada de combustible y agua a
los barrios.
A Simon no
le preocupa la cólera. Su mayor inquietud son las bandas y un aumento en la
cantidad de menores que portan armas.
“No sabemos
si la vida volverá a la normalidad”, declaró. “Si te mueres hoy, no sabes si
llegarás a la morgue. Puedes quedar tendido en la calle, para que te coman los
perros y otros animales. Así de locas son las cosas en esta ciudad hoy”.
Dupuy, el
experto en Haití, dijo que es poco probable que Henry renuncie dado que no hay
presiones internacionales para que lo haga. Expresó que no hay solución a la
vista: “¿Cuánto tiempo más puede resistir este punto de ebullición?”.
Foto: Un
manifestante porta un pedazo de madera que finge es un rifle durante una
protesta antigubernamental en Puerto Príncipe el 3 de octubre del 2022. (AP
PHOTO/ODELYN JOSEPH)
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