Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
Noche de Paz
Lc
2, 1-14
«Y
aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre».
Lo
que vieron los ojos fue un muchacho y una muchacha entrando apresuradamente en
Belén. Iban agobiados porque ella estaba encinta, anochecía y se acercaba su
hora. Recorrían las posadas pidiendo alojamiento, pero, abarrotadas, no tenían
sitio para ellos. María apretaba los dientes para sofocar el dolor y la zozobra
porque veía que el tiempo se le agotaba y no tenían a dónde ir. José suplicaba
impotente y desgarrado, consciente del sufrimiento de su esposa. Al fin, un
posadero les ofreció la cuadra para que María pudiese dar a luz con alguna
intimidad.
Ya
era noche cerrada. Los candiles de aceite situados en una de las paredes apenas
lograban disimular las tinieblas en que se hallaba sumido el establo. José
encontró un rincón un poco menos sucio que el resto, lo limpió con cuidado,
cubrió el suelo con las mantas de viaje que llevaban consigo y acomodó a María.
Tras
el parto, se acurrucaron en aquel rincón sonriendo al niño que acababa de
nacer; felices con su hijo en el regazo y envueltos en una gran paz que
contrastaba con el trance angustioso que acababan de vivir. Algún pastor de los
alrededores oyó el llanto del niño en aquel lugar insólito y se acercó. Vio a María
y José sonrientes en su rincón, pero ateridos de frío y extenuados de
cansancio. Fue presuroso en busca de sus compañeros y volvieron con mantas y el
poco alimento que llevaban en sus zurrones. Hicieron fuego y todos pudieron
participar de la paz infinita de aquel momento.
Pasó
lentamente la noche y llegó el alba. Parecía que todo seguía igual, pero todo
había cambiado, porque lo que realmente había sucedido era que el mundo, que
caminaba en tinieblas, se había visto envuelto en una gran claridad. Como dijo
el Ángel a los pastores: «En la ciudad de David, ha nacido un salvador: el
Mesías, el Señor».
Que
Jesús hubiese nacido así es una magnífica señal. Si hubiera nacido en el Templo
de Jerusalén, hijo de reyes y rodeado de gente importante, todos podríamos
decir: “más de lo mismo” ... Pero nace desapercibido para todos los poderes y
anunciado a los marginales; y ésa es la mejor señal de que todo ha cambiado. Es
la señal de que por fin Dios está con los que le necesitan, que Dios está para
salvar, no para oprimir, que ningún poder opresor tiene nada que ver con Dios;
que Dios no está con los poderosos para asegurar su poder, sino con las
víctimas de su poder para liberarlos.
Como
decía Ruiz de Galarreta: «El signo de la Navidad es la luz en la noche, vista
solo por los más sencillos. La noche sigue siendo noche, sigue habiendo dolor,
vejez y desgracia, nos siguen apeteciendo mil cosas que destrozan nuestra vida…
Vivimos en la noche, pero en la noche hay luz para ver mejor y poder caminar
por la vida sin tropiezo».
«Aquí
tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre»
… Para ver a Dios, mirad a ese niño.
Publicado
por Feadulta.com
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