Testigos de la Fe | Ángel Gutiérrez Sanz
Santa Dorotea: Patrona de fruteros, floristas jardineros,
novias y recién casados (6 de febrero)
El
martirologio de S. Jerónimo nos presenta a Dorotea como una mujer caritativa,
pura y sabia, lo que no nos dice, es que además de todo eso era humilde y
mansa. Ahí es nada. Después de haber dicho esto, lo que a continuación
podíamos hacer es dedicarnos a ver plasmados en su vida el valor y el arrojo de
esta mujer valerosa. Ah, se me olvidaba, por si fuera poco, también resultaba
ser muy atractiva. Quienes la conocieron, nos dicen las crónicas, se
maravillaban de sus dones y se sentían muy a gusto con su presencia.
Se supone que
Dorotea nació en Cesarea de Capadocia, en el Asia Menor, a finales del Siglo
III. Sus padres cristianos nobles se hicieron cargo de su educación y tal como
nos cuentan las actas, la pequeña Dorotea “Fue creciendo en sabiduría y en
gracia ante Dios y los hombres”, frase que encontramos en el evangelio referida
a Jesús. Habría de tener la suerte, o la desgracia, según se mire,
de nacer en el siglo III durante la dominación de Diocleciano, cuando ser
cristiano llevaba aparejado un riesgo inminente y el bautismo del agua iba
frecuentemente asociado al bautismo de sangre. El riesgo era mucho mayor
naturalmente para una mujer como ella, que no pasaba desapercibida, de modo que
pronto se convirtió en un objetivo de pesquisas por parte del el Prefecto
Saprizio, quien ordenó que compareciera ante su presencia y así sucedió.
Había llegado
la hora de la verdad para la jovencísima Dorotea, pero no la pillaba
desprevenía y cuando el perseguidor Sapricio la invitó a rendir culto a los
dioses inmortales de Roma, Dorotea respondió que ella solo tenía como dueño al
Dios que está en el cielo. Cambia de opinión, le replicó el prefecto o te haré
castigar … El dialogo continua entre ambos, en un tira y afloja; uno que trata
de doblegar con la amenaza y la otra que no solo no da su brazo a torcer, sino
que, y esto es lo más admirable, olvidándose de la que le viene encima, trata
de convencer al prefecto de que está en un error y es él el que debería abrir
los ojos. La enamorada de Cristo concluye diciendo “¿Qué esperas? Haz lo que
debes hacer, así podré ver a Aquel por cuyo amor no temo la muerte ni los
tormentos”. En vista de que él no podía persuadirla, la puso bajo la custodia
de Crista y Calixta, apostatas, para que fueran ellas las encargadas de
convencerla”, tal y como nos relata las Actas del Martirio, pero sucedió que
fue Dorotea quien convenció a las dos hermanas. Después de haber sufrido
dolorosos tormentos y ser testigo del martirio de las dos hermanas se dictó
contra ella la sentencia. Al salir del pretorio, Teófilo, el abogado de
Saprizio, le dijo: “Oh tú, esposa de Cristo, mándame rosas y manzanas del
paraíso de tu esposo.” Era febrero. Dorotea le respondió: “Sí, te las mandaré”.
Al llegar al lugar del suplicio, oró un instante, y se realizó el prodigio:
apareció un niño con tres manzanas y tres rosas. Dorotea le ordenó: “Llévalas a
Teófilo y dile: “He aquí, te mando del Paraíso lo que me has pedido”.
Seguramente es debido a esta anécdota por lo que a Sta. Dorotea se la
representa con una cesta de fruta y flores y por eso es considerada la patrona
de floristas, jardineros, novias y recién casados. Enseguida, la joven fue
degollada, lo que supuso también la conversión de Teófilo.
Reflexión desde el contexto actual:
Salta a la
vista el ejemplo de firmeza que nos transmite esta Santa a los cristianos de
hoy, que vivimos tan plácidamente nuestro cristianismo encendiendo una vela a
Dios y otra al diablo. No se contentó con mantenerse firme en su fe, sino que
convirtió para la cusa de Cristo a aquellos que trataban de disuadirla y ¿aún
seguimos preguntándonos donde está el secreto de todo apostolado?
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