Evangelización | Carlos Pérez Laporta
La propia fragilidad
Miércoles de la 12ª semana de tiempo ordinario /
Mateo 7, 15-20
Evangelio:
Mateo 7, 15-20
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discÃpulos:
«Cuidado
con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son
lobos rapaces.
Por sus
frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los
cardos? AsÃ, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos
malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos
buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego.
Es decir,
que por sus frutos los conoceréis».
Comentario
Los
gnósticos, a los que combatió con su escritura san Ireneo, se servÃan de este
pasaje para hablar de su doctrina de determinismo natural: habÃa para ellos
árboles buenos por naturaleza, que eran los gnósticos, que están determinados
al bien y salvados de antemano; y árboles malos por naturaleza, que eran los
que están predeterminados a la perdición.
Pero Ireneo
no dudó en afirmar igualdad de toda la naturaleza humana y la necesidad de
salvación. No entendÃa como en su orgullo no veÃan su propia fragilidad y,
alzándose orgullosos, se situaban por encima de los demás.
«¿Cómo
podrás hacerte Dios, si primero no te haces hombre? ¿Cómo pretendes ser
perfecto, si fuiste creado en el tiempo? ¿Cómo sueñas con ser inmortal, si en
tu naturaleza mortal no has obedecido a tu Hacedor? Es, pues, necesario que
primero observes tu orden humano, para que en seguida participes de la gloria
de Dios». Es necesario reconocer la propia fragilidad y la propia necesidad de
redención para llegar a ser un árbol bueno. Solo quien conoce su incapacidad
para salvarse a sà mismo se acerca al agua que mana del costado de Cristo que
le purifica, en el árbol de la cruz, y se alimenta de Él para llegar a dar
mucho fruto.
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