Meditaciones | Sandy Yanilda Fermín
¿Cuál era el
sueño de tu Mamá?
Cuando era
niña, veía a mi madre con sus paquetes de hilos, agujas y una cinta para medir,
y con ellos tomarnos las medidas de las ropitas que nos confeccionaría. Aún
recuerdo los vestidos de bolitas verdes con blanco que hizo para mí y mi hermana
más pequeña a la cual nunca le gustó.
Muchas veces la
vi cansada en la noche haciendo costuras. Muchas veces la vi levantarse muy de
madrugada para ir a trabajar a una fábrica donde cosía con otras madres. A
veces despertaba cansada y enferma, pero con ánimo en el corazón y una sonrisa
en sus labios, para aportar a la alimentación de sus cinco hijos, mientras mi
padre estaba trabajando también en Santiago.
Yo me levantaba
a esa hora, para colaborar con su comida o ayudarla a planchar su ropa, la cual
siempre llevaba impecable y así enseñarnos lo bueno que hay en dar vestidos,
aunque no se tengan muchos recursos.
En esos
momentos nunca pensé ¿Cuál era su sueño? Simplemente la veía coser y a
todo el mundo le dije que mi madre era una excelente modista y que cosía muy
bien.
Quizás pensé
que mi madre podría ser una gran diseñadora de modas por el ingenio, la
innovación y ese don maravilloso que Dios le ha dado, ya que hace unos
bordados sorprendentes.
Al recordar
estos momentos de mi madre, hoy me hago la pregunta: ¿Cuál era el sueño de mi
mamá? En seguida, la llame vía telefónica y le hice la tan admirable
pregunta. Mi madre hizo silencio y buscaba en sus adentros, recuerdos que, en
el momento, no fueron de su aprecio y comienza a decirme:
Cuando éramos
niños, no soñábamos, no había sueños. El sueño de mis hermanos pequeños y yo
era, la hora en la que íbamos a almorzar algo. Soñábamos con comer al medio día
como cualquier familia, ya que no teníamos los recursos necesarios para
alimentarnos.
Pero si, cuando
era muy jovencita, junto a mi madre, visitamos a un señor político que se
llamaba Augusto Lora, para pedirle que me regalara una máquina de coser. Él me
dijo que en el instante no tenia, pero que volviera, a lo que nunca volví. No volví,
porque para volver, había que caminar como 8 kilómetros a pie, a una finca y
sin tener quien iba a transportar la máquina de coser, no podía pagar un carro.
A lo que a lo lejos se escuchaba a mi padre decir, oh y por qué no fuiste en
burro. Y ahí mi madre uso un refrán que usa mucho, “que era más la sal, que el
chivo”.
Lugo la
interrumpí e insisto en la pregunta: ¿Para qué querías la máquina de coser? Para
aprender a trabajar y dejar de pasar trabajo. Mi sueño era ganar dinero, tener
comida suficiente, tener ropa digna, para que mis hijos en el futuro no
pasaran los trabajos que pasamos mis hermanos y yo, cuando éramos niños.
Luego le
pregunte a mi madre: ¿Cambiarías tu sueño, por nosotros, tus 5 hijos?
Mi madre sin
titubear y muy alegre me dice: “Ni por todos los millones del mundo,
cambiaría mi sueño por mis hijos”. Tampoco los cambiaría por toda la comida
que existiera en el mundo, porque si la tuviera se la daría a ellos y a sus
nietos.
Le respondí con
alegría, mira cuando vino a cumplirse ese sueño, después que todos crecimos.
Ahora tienes comida suficiente, ropa, zapatos, medicamentos, gracias a Dios.
En esos
momentos sentí mis ojos llenarse de lágrimas de emoción, esa emoción que da la satisfacción, de tener una madre que, desde muy joven hilara y tejiera nuestros sueños con empeño y ternura, a pesar de todas las precariedades por las que pasó, hoy es
bendecida por Dios.
Hace unos días,
mis hijos me preguntaron ¿cuál era mi sueño? A lo que me quedé unos instantes
reflexionando y no pude responder de una vez cual era mi sueño. Mi sueño era
ser una cantante y aunque no cumplí mi sueño en un gran escenario, hoy puedo
cantar a mis hijos antes de dormirse y, lo más hermoso que alguien puede hacer en
la vida, es cantar para Dios y la Virgen María.
Muchas veces los sueños de una madre son olvidados por una mayor aspiración, el bienestar y la crianza de sus hijos.
Hoy, hay que dar
gracias a nuestras madres por su tiempo dedicado a cada uno de nosotros, incluyendo
cada trasnoche. Por su cuidado, por escucharnos por horas, por defendernos.
Por despertarnos cada mañana e inclusive repetidamente, lo que tenemos que
hacer hasta de adultos.
Hay una madre
que conocí hace un tiempo, y cuando le hablé del artículo, me dijo que un sueño
que siempre ha añorado es tener una casita en el campo y disfrutar de esa
hermosa naturaleza que nos regala Dios, donde la paz, la tranquilidad se junten
para cantar: Casita del Campo tan linda, tan bella y llena de esplendor.
Gracias a cada
Madre en especial a la mía, por renunciar a sus sueños por cada uno de
nosotros, ya que su sueño siempre es vernos felices y en salud.
Si aun no le
has preguntado a tu madre ¿Cuál era su sueño? Te invitamos a hacerlo y
nos dejas tu comentario.
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