Entrevista | Javier Martínez-Brocal
Creador de la primera IA católica: «No deberíamos delegar las respuestas sobre la fe»
Matthew Harvey Sanders lleva años dándole vueltas a
cómo la Iglesia puede sacar partido de la inteligencia artificial y anticiparse
a los problemas que esta va a ocasionar. En 2015 lanzó su propia empresa
tecnológica, Longbeard, y ya entrena la primera IA católica. Ha colaborado con
el Vaticano y universidades pontificias. Asegura que «el mundo está a punto de
cambiar como nunca», pero que, si la Iglesia hace «ahora» los deberes, «podría
dar paso a una edad de oro».
¿Cómo puede la Iglesia usar la IA?
—Igual que hizo con la imprenta. La IA será la mayor
herramienta de evangelización que jamás hayamos tenido. Debemos aprovechar esta
oportunidad y usarla de la forma más segura posible; no deberíamos delegar en
los gigantes tecnológicos las respuestas sobre la fe.
¿La gente interroga a la IA sobre Dios?
—Es más, muchos le piden consejos filosóficos,
espirituales y personales, especialmente los jóvenes. Por eso me pregunto si
los datos con los que estas empresas entrenan su IA reflejan nuestros valores.
Si no estamos seguros, debemos ser muy prudentes. Por eso decidí desarrollar
una IA católica.
¿Qué puede aportar?
—La seguridad de que las respuestas sean fieles a la
doctrina y al magisterio. Primero desarrollamos el motor de búsqueda
Magisterium AI. Luego hicimos Vulgate, que consiente que bibliotecas y
editoriales compartan sus fondos. Ahora estamos con Ephrem, el primer modelo de
lenguaje católico. Son las redes neuronales que el sistema aprende, como
ChatGPT 4.5. Lo hemos entrenado desde cero para que sea acorde con la doctrina
católica. Aún no está listo, pero es prometedor.
¿Se equivoca quien tiene miedo al panorama que plantea
la IA?
—Una cantidad saludable de miedo tiene sentido, porque
el mundo está a punto de cambiar como nunca. Va a haber enormes desafíos que
requerirán una cooperación milagrosa para la transición correcta de la era
informática a la era robótica. Pero si el futuro toma el camino correcto, si la
Iglesia hace su trabajo, especialmente la evangelización, podría dar paso a una
edad de oro, mejor que cualquier otra. Yo sería esperanzador. Pero nuestra
esperanza tiene que ser mitigada por el pragmatismo de que tenemos que
responder ahora, pues hay mucho trabajo por hacer.
¿Por qué insiste tanto en la evangelización?
—La gente va a encontrarse pronto ante un acantilado
existencial. No pasará mucho tiempo antes de que se hayan perdido el 89 % de
los puestos de trabajo. Con suerte, habrá suficiente valor creado para que
todas las personas tengan cubiertas sus necesidades: casa, comida, que los
hijos pueden aprender lo que quieran. Habrá, sobre todo, mucho tiempo libre.
Entonces se plantearán: «¿Qué hago conmigo? ¿Cuál es el propósito de mi vida?».
Me preocupa que no puedan encontrar buenas respuestas a esas preguntas.
Y ahí entra la Iglesia.
—Se trata de explicar quién soy, cuáles son mis dones
y de ponerlos al servicio de los demás, de dar gloria a Dios. Si se ha cumplido
bien la misión de evangelización, muchos verán que siempre hay modos de servir.
Si no, la gente terminará buscando dopamina, quizá en las apuestas, el juego o
la pornografía. A un cierto punto, ni siquiera eso les satisfará. Muchos se
perderán si no hacemos bien ahora la evangelización. Será en parte por nuestra
culpa. Debemos asumir la responsabilidad colectiva por nuestros hermanos.
¿Por dónde empieza esta tarea?
—Por la educación: estudiar qué es la IA, sus
capacidades y límites, qué implicaciones va a tener a corto, medio y largo
plazo. Cuanto más preparada esté la gente, más podrán presionar a los Gobiernos
para garantizar que la regule de modo correcto y que las empresas garanticen
que están conduciéndola hacia los sectores más importantes.
¿Es aún posible ponerse al día en esta materia?
—Claro. Hay muchos recursos en internet. Por
ejemplo, IBM tiene un canal de YouTube en el que publica
regularmente vídeos sobre diferentes componentes de la IA y explica por qué son
importantes. Eso permite tener los conocimientos necesarios para emitir un
juicio prudente sobre cómo debe utilizarse esta tecnología, qué problemas plantea
y cómo se está desarrollando.
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