Trabajar es necesario

Rincón de la Palabra | Ángela Cabrera, Misionera Dominica.
Trabajar es necesario, descansar es fundamental 
Abriendo la Biblia nos encontramos con la imagen laboriosa de Dios: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1,1). El Antiguo Testamento no posee una palabra para referirse al “universo” o “cosmos”, sino que cuando quiere expresar todo lo que existe utiliza la expresión “cielo y tierra”. El verbo “crear” nos remite a la imagen dinámica de Dios quien hace acontecer la vida organizada y armónica a partir de la nada. A diferencia de los artistas humanos, que necesitan presupuestos de inspiración, Dios mismo, en su bondad, es fuente de inspiración; “sueña” y ejecuta mediante la palabra creadora y creativa en medio del caos y la confusión.
Desde el inicio ya el “Espíritu” aleteaba sobre las aguas (Gn 1,2). Se trata del mismo “aliento de vida” que, en el relato de Gn 3,7 es insuflado sobre el ser humano formado del polvo de la tierra. Es ese mismo soplo originario que lo eleva al status de cooperador sobre el jardín donde fue colocado para cuidar y labrar (Gn 3,15), a imagen y semejanza del Creador. El escenario laborioso es presentado como algo muy bueno, y sobre éste es depositada la bendición. El trabajo es gracia e incluye, dentro de la agenda, un merecido descanso, un fundamental reposo.
La misma pedagogía es desarrollada por Jesús, trabajador fantástico, hombre de camino. Los evangelios lo presentan laborando, predicando, curando, ordenando; pero también, comiendo con sus amigos, visitándolos, participando de las fiestas, apartándose a solas para orar… Jesús aconseja sencillamente: vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso (Mt 11,28).
Podemos considerar que el trabajo es una bendición y que la haraganería no forma parte del proyecto divino. Sin embargo, cuando el trabajo no considera el sosiego y la felicidad ante lo realizado, se convierte en mecanismo de explotación. Lo que es bueno, fuera del marco sapiencial, se transforma en un permanente caos, que envés de colaborar con la vida, se vuelve cómplice de la muerte. Algunas de las redes que atrapan la vida se llaman: estrés y fatiga. Sin pausa no hay espiritualidad. Sin restaurar las fuerzas no hay creatividad ni disponibilidad.
Si trabajar es necesario, descansar es fundamental. El descanso espabila la sonrisa, la paz, la tolerancia, construye comunidad y fortalece la entrega. Por eso, usted que lee, y yo que escribí, podemos preguntarnos: ¿Cuándo fueron mis últimas vacaciones? ¿Por qué las he desplazado? ¿Sigo introduciendo más actividades en los pocos días disponibles? ¿Necesito más días para la semana? ¿Hago mi agenda o las otras personas me la hacen? ¿Cuándo comí el helado que me gusta? ¿Me considero imprescindible? ¿El mundo sigue en marcha sin mi presencia? ¿Cuándo fue la última conversación, de calidad, que tuve con Dios? ¿Llamo a mis amigos? ¿“Pierdo” el tiempo con ellos? En la película “el guerrero pacífico” se dice: la muerte no es triste, lo triste es que la gente no sepa vivir. ¿Qué nos parece tal comentario?
Estas cuestiones desean llevarnos a la reflexión para sacudirnos el polvo que se nos ha pegado en el camino y para que, a la luz de la Trinidad laboriosa, podamos inspirar nuestros pasos. ADH 784.