Oración en tiempos de Pandemia
Venimos a ti Señor, porque si no a quién iremos. Ponemos ante ti, toda una nación, todo un mundo sacudido en este momento, por este terrible fenómeno pandémico. Nuestras posibilidades contra él no pueden; en el mundo que hasta hoy hemos querido establecer, donde incluso algunos han pretendido excluirte, no hay respuesta contra el coronavirus: nos rebasa, es pequeño y está por encima de nuestras grandezas. Nos sentimos impotentes ante este mal, solo tú eres nuestra esperanza, en ti ponemos nuestra confianza.
Pero no venimos ante ti, como al Dios tapa agujeros, porque no tenemos ningún otro camino, como escape para no perder el juicio ante el encerramiento y el problema que tenemos entre manos. Venimos a ti, porque creemos en ti, porque si no de quién o de qué nos debemos fiar, sino es precisamente de ti, el Dios fiel, misericordioso, él que nunca nos deja solos en el batallar diario de la vida, el Dios Salvador, aquel que nos ha dado a su Hijo, y lo ha hecho vencedor de la muerte por su Resurrección.
Venimos ante ti hoy a rezar, a orar, pues es la vía que nos has dejado para comunicarnos contigo, venimos a exponerte lo que somos: seres frágiles, débiles, finitos, simple mortales, conscientes de que somos obras tuyas y que tú nunca nos desamparas; necesitados de ti, de tu auxilio, de tu poder sanador y liberador. Venimos como tantos hombres y mujeres lo han hecho a lo largo de la historia, de la historia salvífica del mundo, como el hombre de los Salmos Bíblicos, aquel que en muchas circunstancias de la vida se dirigió a ti y expuso su necesidad, su súplica, te presentó su oración cargada de mucha humanidad, llena de mucha fe; oraba de una manera dramática, pues trágica muchas veces era su situación, como es la nuestra hoy día.
Señor, estamos ante una tragedia que nos atemoriza, que nos da miedo, hemos visto como se ha contagiado parte de nuestra nación, como se ha infectado el mundo, cómo de un palmo ha cambiado nuestra existencia, de seres libres y caminante por la vida, a hombres y mujeres miedosos, asustados, encerrados, viviendo en incertidumbre de no saber qué pasará mañana, qué sucederá con nuestras vidas y la de nuestros seres queridos, amigos y conocidos. Estamos palpando la muerte más cerca que nunca, son muchos los infectados, enfermos en los hospitales y en sus hogares, ya son muchos los que han partido, son muchas las familias adoloridas, por un miembro que está encerrado en un cuarto enfermo o está en la cama de un hospital; no es fácil lo que estamos viviendo, incluso ni podemos libremente dirigirnos a ti, nuestros templos donde te alabábamos y te bendecíamos están cerrados; por eso como el profeta, nuestro corazón humillado, entristecido, desde nuestra familias, desde nuestros ser, te queremos presentar como oblación pura a ti.
Sabemos que no nos has dejado solos, que hay mucha manifestación tuya en medio de esta pandemia, pues ella no es fruto de tu ira, porque tú no eres un Dios de esas cosas, eres un Dios de amor y hemos palpado ese amor a través de la solidaridad con el enfermo del COVI-19, del trabajo de tantos médicos, enfermeras, en fin, personal de la salud y gente buena y voluntaria, que han hecho y están haciendo algo para lidiar esta pandemia, también cuánta solidaridad en el compartir con las familias y gente necesitada los alimentos y recursos.
Nuestros pastores han querido que como Iglesia que
peregrina en la República Dominicana, nos dirijamos a ti, y no lo hacemos solos,
lo hacemos por medio de María, nuestra Madre; de los Santos: san José, san
Roque Protector en las Epidemias y demás. Tú nos ha dicho: ”Toquen y se les
abrirá, pidan y se les dará”. Hoy tocamos tus puertas Señor y tocamos las de
nuestros corazones, hoy te pedimos y sabemos que seremos escuchados, porque
grande es tu misericordia y tu amor para con nosotros. ADH 845
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