Reflexión | Alberta Encarnación
Es real la Resurrección
¿Cómo la puedo sentir?
Paso
a paso, vamos formando el dibujo, con la cruz en nuestra frente nos vamos
preparando para entender ese desierto que vivió el Cristo. Una cosa nos lleva a
la otra, los días nunca son iguales; cada domingo en las celebraciones
eucarísticas se vive una experiencia que nos lleva a poder decir: ¡Feliz pascua
de Resurrección!
No
sentir el dolor de los latigazos, ni los clavos que lo ciñe al madero y dejaron
huellas en sus manos y en sus pies, aquella lanza que unos de los soldados
incrustaron en su costado; para mitigar su sed le dieron vinagre, esa corona de
espinas, que al ponerla en su cabeza reveló su rostro en el manto santo.
Recordemos
a María con su hijo en sus brazos, su rostro ensangrentado, y el dolor de ella
como madre, que aceptaba la voluntad de Dios altísimo; la María humana, que lo
llevó en su santo vientre, la que amamantó al hoy Resucitado.
Después
de los días de pasión y muerte, la Pascua de resurrección nos deja un sabor
dulce, una alegría de grupo entre los Cristianos Católicos; porque sabemos que
la resurrección es real, porque se puede sentir, se puede expresar con la
fuerza de la fe.
La
fe que nos permite entender lo incomprensible a los ojos de los que no creen en
Dios, de aquellos que desde su espacio de confort podrían debatir por horas
muertas su postura ante el misterio de Jesús hoy resucitado.
Hay
algo de lo que puedo estar casi segura es que, al menor rasguño, ante las
situaciones difíciles estos incrédulos alzan su vista al cielo infinito y piden
un milagro… ¡Aclaman a Dios! Esto es
real y pasa a menudo, mucho más de lo que pensamos.
Y
el misterio de Dios, se manifiesta grandemente en ellos, porque el amor de Dios
es universal. Este amor no tiene color, ni raza, todos somos iguales ante El.
Salimos
de la tumba, de nuestra falta de fe, de nuestro encierro en la postura ante una
situación determinada, resucitamos con El cuando escuchamos que nos llama por
nuestro nombre y respondemos a su llamada. Se nos presenta de forma personal,
nos acoge y limpia nuestras llagas, lava nuestros pies como lo hizo esa última
cena con sus discípulos, se sienta a nuestro lado y suele hacernos sentir
felices sin motivo alguno, y es ahí cuando creo que a Jesús recitado lo puedo
sentir y es real su resurrección.
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