Vivir de otra manera | José Miguel Núñez
Por una ética de la razón responsable
A finales
del siglo XX, Adela Cortina reflexionaba sobre las éticas mínimas como éticas
de consenso en sociedades plurales que permitieran la convivencia e hicieran sostenibles
y llevaderas las relaciones humanas. Eran tiempos de una moral autónoma que
había dejado atrás, parece que definitivamente, el consenso de la modernidad.
En el año
2007 la profesora de ética y filosofía política de la Universidad de Valencia publicaba
una espléndida obra titulada “Ética de la razón cordial. Educar en la
ciudadanía en el siglo XXI”. En pocas palabras, en las sociedades complejas del
siglo XXI, la compasión por los débiles, propone Cortina, es la “virtud” que
debe convertirse en el eje de una nueva ética de la ciudadanía fundamentada,
según la expresión pascaliana, en las razones del corazón.
La ética de
la responsabilidad nos tiene que conducir, como ciudadanos y en tiempos de
pandemia, a tratar a los demás con un respeto tal que me obligue a mí mismo a
salvaguardar cualquier situación que pueda poner en riesgo al otro
Algunos
años más tarde, en tiempos de la COVID-19, bien podríamos hablar de la
necesidad de una ética de la razón responsable para una ciudadanía que ha de
aprender a vivir con la pandemia. Y esto, sobre todo, cuando la reducción del
riesgo no puede – por el momento – ser total. Apelar al consenso sobre la
responsabilidad es ineludible. La libertad personal se topa de bruces con la
responsabilidad cuando caemos en la cuenta de que no hay mayor compromiso
ciudadano que limitar la propia libertad para evitar ser foco de contagio. Así,
la ética “mínima” que hoy nos permita hacer sostenible la convivencia pasa por
asumir responsablemente que no puedo entender la libertad como me da la gana.
Llevar siempre mascarilla, tener precauciones con el lavado de manos, no
permitir reuniones masivas, no participar de aglomeraciones, airear los
ambientes, no compartir comida o bebida, quedarse en casa si tengo algún
síntoma o estoy enfermo, se convierten en imperativos éticos en estos tiempos
pandémicos para una convivencia sostenible.
No es
opcional. Kant formulaba su imperativo categórico en la “Crítica de la razón
práctica” diciendo: “obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu
persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente
como un medio”. Tratar a los demás, como queremos que ellos nos traten, dice la
ética cristiana. La ética de la responsabilidad nos tiene que conducir, como
ciudadanos y en tiempos de pandemia, a tratar a los demás con un respeto tal
que me obligue a mí mismo a salvaguardar cualquier situación que pueda poner en
riesgo al otro. Una máxima válida universalmente, se hace acuciante en este
momento en el que, en medio de una crisis sin precedentes, hemos de apelar a la
ética personal como la mejor vacuna contra un virus letal.
¿Aprenderemos
de la crisis? Espero que sí. Habremos de ser más humildes y compasivos, más
atentos al otro, más bondadosos con todos. Será necesaria una mirada más
auténtica sobre la realidad y sobre las personas estimando al otro sin
prejuicios ni etiquetas. Tendremos que buscar caminos de encuentro, más allá de
la distancia social, para encontrar cobijo en la palabra cálida, la mirada
buena y el gesto amable. La ética de la responsabilidad, como la ética de la
razón cordial, pueden mostrarnos algunos caminos hacia una verdadera
antropología de la convivencia humana para tiempos pospandémicos. Una ética
mínima para la supervivencia.
Publicado
en 21: la revista cristiana de hoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...