Opinión | P. William
Arias
Ahora hay un bien en peligro que es la salud, y por lo tanto hay que procurarlo
Vacunarse: un deber ético y cristiano
En enero publiqué este artículo por este medio y
otros. Quiero hacerlo público de nuevo, ante el incremento otra vez de la
pandemia entre nosotros y la necesidad de vacunarnos para ir frenando desde ya
este mal.
Tenemos que procurar que nuestros hermanos no se enfermen, que estén sanos, que no se contagien, y la forma de hacerlo en esta situación es vacunándonos
Casi estamos a un año de conmemorar el comienzo de
esta pandemia que ha puesto en zozobra nuestras vidas, que ha cambiado nuestro
estilo de vivir, a todos los niveles, incluso en el de la vivencia comunitaria
de nuestra fe, pero gracias a la ciencia y al ingenio del hombre, en menos del
año ya tenemos una vacuna, y en nuestro país esperamos su pronta llegada.
En medio de esta pandemia hemos pedido muchas
veces a Dios el cese de la misma, y creo que Dios ha escuchado nuestra súplica
a través del descubrimiento y la puesta en marcha de la vacuna, pues muchos creen
en ese Dios mágico de películas y literatura, hacedor de las cosas en un tris o
con unas fórmulas mágica, y no es así, las mediaciones de Dios somos nosotros,
él se hace presente a través de nuestras acciones, él trabaja con nosotros,
somos sus mensajeros y hacedores del bienestar que él quiere para todos.
La ciencia, realizadora de las acciones más nobles
del hombre, es mano de Dios para nosotros los creyentes. Es Dios actuando a
través de su criatura, el ser humano, a quien dio la creación, el mundo para
que lo dominase y a través de los descubrimientos científicos y la tecnología
el hombre lo va haciendo. Este conocimiento con el paso de los años se va
perfeccionando cada vez más, pues muchas cosas que duraban años para ser obtenidas,
ahora pueden darse en poco tiempo, como la vacuna contra el covid-19.
El haber llegado a la vacuna hay que verlo como
una gracia de Dios, para prevenir y parar la expansión de este terrible mal, el
cual ha hecho que muchas vidas valiosas se hayan perdido y que la incertidumbre
acompañe la existencia de los hombres y mujeres de todo el planeta. Tras la
vacunación esperamos la llegada de un tiempo kairológico, es decir, de
presencia de Dios a través de ese volver a la normalidad, en el sentido de lo
propio y realizador, que puede y debe de hacer el ser humano por deseo y designio
de su Creador.
Lamentablemente, hay muchos mensajes ingenuos y
hasta tontos y estúpidos, contra la vacuna, incluso, desde círculos y
personajes importantes del mundo de la fe, y claro está, hay mucha gente
también ingenua, aunque tengan títulos universitarios, que se creen todo eso
que atiborran nuestras redes sociales y pueden tristemente obstaculizar la
realización de la vacunación general. Incluso medios de comunicación, sobre
todos escritos, aúpan los inconvenientes que en algunos casos, muy lógico,
pueden afrontar los vacunados y la vacuna en sí.
Recientemente el Papa Francisco, que se vacunó,
señalaba que es un deber ético el vacunarse, pues lo ético tiene que ver con la
consecución del bien para la comunidad y el ser humano, y ahora hay un bien en
peligro que es la salud, y por lo tanto hay que procurarlo y el medio a
disposición es esta vacuna que nos ha llegado; pero vamos más lejos, el ser
cristiano significa pasar por este mundo como Cristo, procurando y haciendo el
bien a los demás, lo que entonces para nosotros los creyentes tiene una
connotación mayor, que rebasa el mundo ético.
Tenemos que procurar que nuestros hermanos no se
enfermen, que estén sanos, que no se contagien, y la forma de hacerlo en esta
situación es vacunándonos, para que el coronavirus no se siga propagando.
Si el Señor ha escuchado nuestros ruegos por el cese de la pandemia, y el medio es la vacuna, pues tenemos el deber ético y cristiano de hacer todo lo posible para que el milagro de Dios, a través de la ciencia de los hombres, llegue a todos y se haga presente en nuestro mundo.
Publicado en el Semanario Católico CAMINO
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