Otras Voces | Hoy
Las mujeres del segundo plano
El ascenso femenino hacia posiciones dirigentes de
la polÃtica y el Estado, y especÃficamente a las cámaras legislativas, está
retardado en República Dominicana, además de que, fuera de esos ámbitos, las
cifras muestran que los hombres predominan en las instancias altas de este paÃs
y son remunerados con desigualdad a su favor respecto de las congéneres en
diversas áreas y niveles laborales.
La presencia meritoria de las mujeres en
ejercicios profesionales y académicos, en los que sus altos Ãndices de
instrucción, con menos deserciones de las carreras universitarias, superan a
los de los varones, es demostración de que ellas han estado enfrentadas a las
rigidez de un esquema empleador estatal y privado inclinado hacia los hombres
que desde la fundación misma de las organizaciones partidarias, en el exilio o
localmente, han retenido las riendas y la pretensión de igualarlos en
oportunidades por la vÃa de cuotas con fuerza legal ha surtido poco efecto.
La imposición normativa allà fracasa y tiende a
convertirlas en receptoras de premios de consolación. Las mujeres han llegado
históricamente en exagerada minorÃa a los escaños congresuales, restadas de
posibilidades por los protagonismos varoniles hacedores, casi sin excepción, de
las reglas del juego que rigen a los partidos tradicionales y hasta a otros
supuestamente progresistas, que llegan a ser exitosos electoralmente como
efectivos en ser excluyentes en materia de género.
Los núcleos duros de las organizaciones que buscan
el poder y suelen alcanzarlo han estado siempre recargados de testosteronas,
algunos con tanta intensidad que probablemente causan inhibición de
aspiraciones (poco dadas a disputarles la primacÃa) en sus contrapartes de
homogeneidad en lo humano pero diferentes orgánicamente y con roles que la
naturaleza y la cultura les asignan, al margen de cualesquier función, que las
hacen sensibles, razonables y competentes como podrÃan serlos sus compañeros de
vida y de formación de familias.
Se hace ver desde tiempo atrás, como cuando el
presidente Balaguer de la postguerra civil 1965 asignó la totalidad de las
gobernaciones provinciales al sexo femenino, que en los liderazgos machistas
atisba un cargo de conciencia por no haber propiciado una participación
equilibrada en la administración del Estado.
Pero la mayorÃa de lo hecho hasta ahora en busca
de la equidad ha sido más simbólica que de concreta solución a la exigüidad
femenina en posiciones dirigentes y en los puestos legislativos desde los que
elevarÃan más su voz en favor de tratamientos jurÃdicos reivindicadores,
influyendo desde tales desempeños para los que deberÃa considerarse
imprescindible, la visión que de su propia realidad tienen las hembras
dominicanas.
Son las que sufren en sà mismas, y pueden
reaccionar contundentemente, por los elevados Ãndices de mortalidad materna e
infantil. Son ellas las que experimentan el dolor de los partos y sienten
entrañable amor por la carne de su carne que viene después.
Sus criterios han de ser primordiales para bien
legislar contra su colocación en planos inferiores, puesta en evidencia, aunque
se le recubra de sutilezas que retardan darle permanencia en las agendas.
Publicado por el periódico Hoy
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