Reflexiones | Telésforo Isaac
Modernidad, ¿tocará a las creencias y teología
cristiana?
Las reflexiones, escritos, y locuciones de las
tendencias determinadas como “modernidad” que se atribuyen en áreas de la
poesía, pintura, música, literatura en general, enfoques históricos, artes
plásticas, modos de vestir, comportamientos sociales, y otros aspectos de la
cultura humana, se expanden de manera contundente; por tanto, se pregunta:
¿tocará a las creencias y teología cristiana?
Se sabe que bregar, argumentar y renovar los
fundamentos de la fe, no es fácil de hacer; porque los principios fundamentales
y las afirmaciones religiosas, están grabados en mentes, corazones,
sentimientos de personas y comunidades, que son generalmente conservadoras, y
muy sensibles a las variaciones, por lógicos que sean.
Ante la arrolladora tendencia de renovación
determinada como “modernidad”, fue publicado un libro encabezado: “Nuestra
imagen de Dios debe desaparecer” del obispo Anglicano John Robinson
(1919-1983), el cual después de su publicación el título fue cambiado y se
llamó “Sincero para con Dios”.
En esa obra, Robinson señaló que el Señor Divino no
debe ser tomado como un monarca que mora en el cielo “allá arriba”, en un lugar
cósmico y de apariencia física de una ciudad que brillaba con esplendor.
Dios no es una
proyección del ser humano idealizado como un monarca que reina allá en el
cielo, y que Juan el autor del Apocalipsis, tuvo la visión “de alguien que
parecía ser un hijo de hombre, vestido con una ropa que llegaba hasta los pies
y con un cinturón de oro a la altura del pecho… y ‘sus pies’
brillaban como bronce pulido” (Apocalipsis 1, 13), o en otra visión en la que
vio una puerta abierta y un trono puesto en el cielo, y alguien estaba sentado
en el trono. El que estaba sentado en el trono tenía el aspecto de diamante, de
un rubí, y alrededor del trono había un arco gris que brillaba como esmeralda”
(Apocalipsis 4, 2-4).
Robinson
percibe que la visión narrada por Juan es un simbolismo que trata de presentar
lo que se entiende del hábitat de Dios en el espacio celestial, y dice, “vi que
la muralla estaba hecha de diamantes y la ciudad era de oro puro, adornada con
toda clase de piedras preciosas”. (Apocalipsis 21, 18-19).
La obra, “Sincero
para con Dios”, fue un servicio según Robinson, mediante un choque
saludable para despertar ciertos cristianos adormecidos en un formalismo de la
fe, de cómo es y el lugar existencial de Dios.
Muchos
teólogos de las distintas ramas del cristianismo fueron estremecidos al
señalamiento de Robinson, que “Dios no es un ser que habita en un lugar que
llamamos cielo”; más bien, “Dios está en el mismo corazón de la persona de
forma incondicional” parecido a este concepto de Dios, el sacerdote y teólogo
español, padre José Antonio Fortea, dijo en su obra “Apocalipsis: “Dios se
relega al alma personal”.
Al leer estos
datos acerca de Dios por Robinson, y las críticas de los teólogos ortodoxos,
viene a mi memoria lo que mi padre decía de la actitud de un señor durante el
ciclón San Zenón del 1930.
La primera ráfaga de viento derrumbó su casa y mató
a la mujer e hijo del hombre; ante esto, quiso tomar venganza de Dios, con
machete en mano, subió en el techo de un edifico vecino, y mirando hacia el
cielo, desafió a Dios que bajara para cortarle la cabeza por haber matado a su
mujer, su hijo y destruir su bohío. Pero, de manera inesperada, el viento
comenzó a soplar en dirección contraria, y arrastró al hombre matándole. Esa
anécdota me impresionó y lo recuerdo; por tanto, nunca he creído que Dios está
en o sobre las nubes en un lugar que llamamos cielo.
Se recomienda tomar en consideración lo que
Robinson quiso exponer, y lo que el padre Fortea opina, que nuestra imagen de
Dios debe desaparecer. Y aceptar la noción de: “Dios está en el mismo
corazón de la persona de forma incondicional.”
Este novel concepto de Robinson causó un revuelo
parecido a lo que sucedió con la “revolución de Copérnico”,
1543. (Quien describió que el sol rige el Cosmos, ocupando la
posición central y no la Tierra).
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