Forjando Vivencias | Ángel Morillo/PC
Susana Nuin: “Confiemos en los de abajo”
“Iglesia
somos todos”. Para Susana Nuin esta expresión no es una frase hecha, sino una
convicción vital que va más allá de ser socióloga o master en Doctrina Social.
Que trasciende incluso su misión como directora del Centro para la Formación
CEBITEPAL. Desde esta premisa, aborda el transcurrir de la Asamblea Eclesial.
Poner en marcha esta asamblea exige oídos
abiertos para escuchar lo que no se quiere oír…
Hay
una extrema necesidad de escucha que el Pueblo de Dios manifiesta. Hay
sensibilidades despiertas y atentas, dispuestas, que están queriendo encontrar
el camino del Espíritu de forma coherente y testimonial. A otros les cuesta más
entender que todo el Pueblo de Dios pueda estar lanzando preguntas o
respuestas.
También
hay otros muchos que se han ido decepcionados de la Iglesia…
Más
allá de las limitaciones, los conflictos, la desigualdad y esa enorme inequidad
que pueda tener América Latina y el Caribe para ir a la otra orilla, se ve
favorecida porque tenemos una chispa de socialidad. No me gusta ser chovinista
y hablar de orgullo local, pero sí aprecio un tipo de relacionalidad que no es
propia ni de asiáticos ni de europeos. Concebimos la vida desde la
reciprocidad, que favorece la escucha y la colaboración con los decepcionados.
Una
y otra vez se dice que estamos en un ‘kairós’. ¿De verdad lo cree?
En
la Iglesia latinoamericana tenemos un camino de muchas luces y también sombras,
un camino martirial que ha hecho más fecunda la raíz de nuestros procesos, un
camino de un Episcopado que ya antes del Concilio Vaticano II se permitió
convocarse para caminar juntos en el continente, para vivir la colegialidad
cuando todavía no se había mencionado. Francisco supone una irrupción del
Espíritu que nos grita a través de su persona que no separemos más la vida
espiritual de la encarnación. Sí, yo vivo y siento una Iglesia gozosa y de
kairós total, que nos convoca a una Asamblea eclesial continental, que llama a
todo el Pueblo de Dios después de cinco asambleas del Episcopado
Latinoamericano. Convocar a todo el Pueblo de Dios supone abrir enormes
posibilidades al Espíritu para que actúe.
Esa
Iglesia sinodal que se plasma en esta Asamblea, ¿llega para quedarse?
Sí.
Es un sueño realizable porque no es un mero pensamiento de Francisco. Este Papa
rescata la dimensión sinodal que ya Juan Crisóstomo expuso, con la conciencia
clara de que la Iglesia debía llamarse Sínodo. El Sínodo es la forma de vivir
en comunión con ese espíritu de colegialidad profundo donde todos encuentran su
lugar, donde nadie es excluido, donde todos tienen una palabra preciosa para
dar. Me reconozco en ese Pueblo de Dios y en las intuiciones que nacen desde
abajo: en el campesino, en la mujer trabajadora, en los movimientos sociales,
en una cantidad de realidades que no necesariamente son de elite. Escuchar y
confiar en los de abajo es un reverdeo permanente de la Iglesia. Creo
profundamente en este reverdeo, porque lo he caminado, lo he sentido, lo vivo
donde estoy inserta… El reverdeo es ese Dios que se hace presente en la
historia de los hombres.
¿Cómo
será la nueva normalidad después de la pandemia y de la Asamblea Eclesial?
Creo
realmente que volver a una nueva normalidad es imposible. ¿Verdaderamente se
puede calificar de ‘normal’ la forma que teníamos de vivir antes del
coronavirus? La pandemia nos ayudó a caer en la cuenta de que las rutas que tomamos
no eran las correctas, pero ahora toca decidir qué autobús y que ruta tomamos.
Estas rutas, por supuesto, son luz y estamos invitados a transitarlas con los
hermanos, como decía Hélder Câmara.
Publicado
por Prensa Celam
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