Reflexión | Andrés Atencio/C
¿Cuál es tu plan?
Es
imposible conseguir una meta real sin un plan previamente establecido.
¿Qué
tal si te montas en un avión que no tiene plan de vuelo? imagínate la escena:
después de una larga espera, finalmente llega el día del viaje. Tienes meses
esperando ese día, por mucho tiempo lo planificaste, vas a un sitio con el que
sueñas desde pequeño, echaste mano de los ahorros y compraste un pasaje directo
a ese lugar especial (a ver un a familiar, a visitar a un grupo de amigos, a
conocer una ciudad especial…) cuando ya estás en el avión, cinturones
abrochados, todo listo para despegar, se escucha en la bocina la voz del
capitán “señores pasajeros, bienvenidos a bordo, el día de hoy no tenemos plan
de vuelo, no sabemos a qué altura vamos a volar, tampoco sabemos qué tal está
el clima allá arriba, y la verdad es que no tenemos muy claro si nos están
esperando en nuestro destino, mejor dicho, no tenemos ni idea de cuál es
nuestro destino claramente, pero no se preocupen, vamos a pasarla bien, hay
vino y whiskey de sobra, relájense, todo va a estar bien…”
A
veces en la vida espiritual te puede pasar lo mismo, aunque tienes un destino
claramente definido: el cielo, la felicidad eterna, encontrarte con Dios; el
plan de vuelo no ha sido previamente definido, y nos pasa lo mismo que al
piloto que arruinó nuestro viaje… solo nos preocupamos por “pasarlo bien” y a
veces sin querer nos alejamos del destino final al que queremos llegar al final
de nuestra vida.
Es
imposible conseguir una meta real sin un plan previamente establecido. En el
mundo empresarial, por ejemplo, las grandes empresas siguen un plan establecido
por la directiva, cuánto vamos a invertir, qué tipo de operaciones llevaremos a
cabo, cuanto gastaremos en publicidad, dónde concentraremos nuestros esfuerzos…
Y cuando los empleados se salen del plan, difícilmente se alcanzan las metas
planteadas.
Nos
pasa a nosotros mismos, siempre queremos un plan, el plan del fin de semana, el
plan de estudio, el plan de trabajo, el plan de negocios, el plan de ejercicio,
el plan de las vacaciones, el plan familiar, el plan profesional. Tratamos de
seguirlos y no nos sentimos esclavizados, al contrario, sabemos que, para
alcanzar el éxito en el corto, mediano y largo plazo debemos tener y seguir el
plan.
Te
pongo un ejemplo personal. Aunque siempre me ha gustado correr, empecé a
participar en carreras oficiales a partir del 2015 y aunque lograba terminar
sin parar en ningún punto del trayecto, mi desempeño no era el que esperaba. Mi
hermana y yo nos animamos a participar en la media maratón más famosa del país
y me dije a mi mismo, “ok, esta sí que me la voy a tomar en serio”. Bajé de una
reconocida página de internet (www.soymaratonista.com) un plan especial para
correr la media maratón. El plan duró 13 semanas y cada día tenía su rutina,
seguí el plan al pie de la letra y el resultado fue inmejorable, nunca había
alcanzado tan buen tiempo corriendo.
Una
meta concreta
En
nuestra vida espiritual, también tenemos que tener un plan. Aunque todos
estamos de acuerdo en que la gran meta es el cielo, creo que podemos aterrizar
mejor la meta y hacerla más cercana.
¿Qué
tal si te planteo que la meta de tu plan de vida espiritual sea tener una
amistad con Dios? Una amistad tan
natural como la que tienes con tu mejor amigo o amiga, se llaman y se cuentan
las cosas casi sin proponérselo, hemos de buscar que Dios entre en nuestro día
a día.
Entonces, si mi meta es tener una amistad con Dios, ¿Qué ingredientes debe tener tu plan de vida espiritual? En mis siguientes artículos iremos tratando de construir juntos un plan, y poco a poco nuestro plan será más rico. Sin embargo, puedes empezar por preguntarle directamente a Jesús, ¿Qué tengo que hacer para que tú y yo seamos más amigos? Déjame que te de una pista, empecemos por lo básico, ¿hace cuánto que no frecuentas los sacramentos (confesión y comunión)? Los sacramentos no son otra cosa que unos medios para crecer en amistad con Dios.
¿Hace
cuánto que no tienes un rato de conversación exclusiva con Dios? La amistad
humana, también la sobrenatural, solo puede crecer con el roce personal, con la
conversación, a la amistad hay que dedicarle tiempo, conversaciones, en la
amistad compartimos risas, éxitos, fracasos, miedos…
Empecemos
entonces dedicándole unos minutos a una conversación a solas con Dios, cuéntale
que tu destino es tener una verdadera amistad con Él, pregúntale qué cosas
debes hacer en tu día a día, una y otra vez, para acercarte más a ese destino.
Después
de esa conversación, escribe tu plan en un papel, comienza a ponerlo en
práctica, verás como Jesús poco a poco se convertirá en tu mejor Amigo.
Publicado
por Catholic.net (fuente: New Fire)
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