Reflexión | Hermann Rodríguez Osorio, SJ/RD
“Dichosos ellos, si los encuentra despiertos, aunque llegue a
la medianoche”
Hablando
de lo que es la iluminación, Anthony de Mello dice lo siguiente: “Es como un
vagabundo de Londres que se estaba acomodando para pasar la noche. A duras
penas había conseguido un pedazo de pan para comer. Entonces llegó a un malecón
junto al río Támesis. Estaba lloviznando, y se envolvió en su viejo abrigo. Ya
iba a dormirse cuando de repente se acercó un Rolls-Royce manejado por un
conductor. Una hermosa joven descendió del automóvil y le dijo: – Mi pobre
hombre, ¿va a pasar la noche en este malecón? – Sí, le contestó el vagabundo. –
No lo permitiré, le dijo ella. – Usted se viene conmigo a mi casa y va a pasar
la noche cómodamente y a tomar una buena cena. La joven insistió en que subiera
al automóvil. De modo que salieron de Londres y llegaron a un lugar en donde
ella tenía una gran mansión con amplios jardines. Los recibió el mayordomo, a
quien la joven le dijo: “Jaime, cerciórese de que a este hombre lo lleven a las
habitaciones de los sirvientes y lo traten bien”. Y Jaime obró como le dijo
ella. La joven se había preparado para dormir y estaba a punto de acostarse
cuando recordó a su huésped. Entonces se puso algo encima y fue hasta las
habitaciones de los sirvientes. Vio una rendija de luz en la habitación en la
que acomodaron al vagabundo. Llamó suavemente a la puerta, la cual abrió, y
encontró al hombre despierto. Le dijo: – ¿Qué sucede, buen hombre, no le dieron
una buena cena? – Nunca había comido tan bien en mi vida, señora, le contestó
el vagabundo. – ¿Está usted bien caliente? – Sí, la cama es hermosa y está
tibia. – Tal vez usted necesita compañía, le dice ella. – Córrase un poquito.
Se le acercó, y él se movió hacia un lado, y cayó directo al Támesis...
Eso
es la iluminación. Estar despiertos. Vivimos muchas veces sumidos en nuestros
sueños y olvidamos la bella y cruda realidad. Quisiéramos que las cosas fueran
distintas, que los problemas no existieran, que los conflictos se resolvieran
de una vez y para siempre. Pero este tipo de vida hace que no seamos capaces de
reconocer el paso de Dios por nuestras vidas. Por esto hay que mantenerse
despiertos. Esto es lo que quería decir el Señor cuando le dice a sus
discípulos: “Sean como criados que están esperando a que su amo regrese de un
banquete de bodas, preparados y con las lámparas encendidas, listos para
abrirle la puerta tan pronto como llegue y toque. Dichosos los criados a
quienes su amo, al llegar, encuentre despiertos. Les aseguro que el amo mismo los
hará sentarse a la mesa y se dispondrá a servirles la comida. Dichosos ellos,
si los encuentra despiertos, aunque llegue a la medianoche o de madrugada”.
No
sabemos ni el día ni la hora. Con frecuencia el Señor nos sorprende. “Si el
dueño de una casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría que
nadie se metiera en su casa a robar. Ustedes también estén preparados; porque
el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperan”. El Señor nos invita a estar
preparados para saber descubrir las señales de su presencia que todos los días
nos rayan la pupila de tanto mirarlas. Y todavía preguntamos, ¿Dónde está el
Señor? ¿Cómo descubrirlo? ¿Cómo sentir su presencia? Por estar soñando, no
vemos lo evidente. No reconocemos la presencia de Dios que está siempre
trabajando en medio de nuestra realidad y pidiendo nuestra colaboración.
Pidamos al Señor que nos regale la gracia de permanecer despiertos, que no
vivamos anestesiados y adormilados ante la vida. No sea que nos suceda lo que
le sucedió al mendigo que, por estar cómodamente viviendo en nuestros sueños,
caigamos directamente al Támesis...
Publicado
por Religión Digital
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