Reportajes | Rolando González/LFI
Vapeadores: veneno en forma de vapor
Recientemente
conté mi historia personal con los vaporizadores, cigarrillos electrónicos, o
narguiles y de cómo su uso cotidiano casi me lleva a la muerte.
Soy
padre de una pequeña de apenas un año y medio, por ella y por todos los niños y
adolescentes me siento en la obligación de hablar respecto a los peligros de
ciertas actividades que son aceptables socialmente. Asà mismo, desde mi rol
como padre de familia y ex-consumidor de vapeadores, debo trabajar para que las
nuevas generaciones no caigan en la trampa mortal del “vapeo”.
ConocÃ
estos dispositivos en el año 2017, cuando decidà dejar el cigarrillo
convencional, poco después de ello, un amigo me regaló un vapeador y fui
seducido por la propaganda tan sugestiva que las marcas hacen al indicar que es
el mecanismo más fácil de dejar la ansiedad por fumar.
Como
su nombre lo indica, este tipo de dispositivos no generan humo sino vapor;
algunos los ofrecen sin nicotina o dan la opción para escoger que nivel de
nicotina se desea, también se encuentran con sabores frutales, aromáticos e
incluso a bebidas. Su sensación refrescante en cada calada (bocanada de humo) y
la aceptación social de estos artefactos, hacen el camino idóneo para convivir
con ellos. Pero no todo lo que brilla es oro, ya que detrás de esos aspectos,
se esconde un gran riesgo para nuestra salud, incluso desde edades tempranas.
¿Por
qué los riesgos? Primero, nuestra mente piensa que estamos dejando el hábito
del cigarrillo y socialmente es aceptado asÃ; muy seguramente si hoy alguien
regala un vaporizador, es posible que se tome de forma positiva, diferente a si
te dan una cajetilla o paca de cigarrillo. Pero la realidad es diferente a todo
este marketing prodigioso que las industrias dedicadas a este negocio venden en
los comerciales. El cuerpo humano se está envenenando de forma diferente y la
carga que le hacemos a nuestro sistema respiratorio es muy dañino, no importa
la edad que se tenga.
Segundo,
las empresas dedicadas a su producción y comercialización abundan en centros
comerciales, cadenas de tiendas convencionales e internet. Reitero, para
seducir incluyen la idea que sirven para parar de fumar, lo que hacen es
enganchar a las nuevas generaciones en este nuevo vicio. Tenemos miles de
jóvenes que desde los 14 años creyendo que no están consumiendo lo mismo que
sus padres o abuelos, hábilmente, aducen que el vaporizador no genera cáncer,
no tiene nicotina, no es amargo, es rico y no da la sensación de sequedad o
flema como lo daba el cigarrillo, entre otros miles de “maravillas”.
Estas
compañÃas multinacionales están creando consumidores a futuro, ya que los
jóvenes empiezan a generar el ‘gustico’ por este tipo de actividades y cuando
sean más adultos ya tendrán una adicción, la cual puede desembocar en problemas
respiratorios como el EPOC e incluso en cáncer de garganta y pulmón.
La
industria ha encontrado el discurso perfecto: por un lado, cumplen la
normatividad mostrando una cajetilla con leyendas y fotos de pulmones
destruidos y dañados por el cigarrillo; pero por otro, se lucran de un negocio
silencioso y redondo como es el vapeador. Dependiendo del tamaño del
dispositivo, -algunos incluso son desechables- aguantan hasta 300 y 600 caladas
dependiendo del tanque, lo que equivale a consumir 3 - 5 cajetillas de
cigarrillo, convirtiéndose en un boleto sin retorno.
Tercero,
estas empresas tienen muy poco interés en aceptar su responsabilidad social en
materia de salud pública. La regulación actual es mÃnima, no solamente es en
Colombia sino en todas partes del mundo. Lo increÃble es que este nicho del
mercado parece tener muchos defensores interesados en mantener el negocio
vigente, alegando que los polÃticos y los gobiernos, estamos invadiendo la
esfera privada del ciudadano. Aunque el DANE, solo ha evidenciado que el 5 % de
la población entre 12 y 65 años han usado vapeadores o cigarrillos
electrónicos, en las calles la estadÃstica se queda corta para la realidad que
vemos en universidades, sitios de rumba, conciertos e incluso en el ámbito
laboral.
Muchos
pensarán que es una exageración, o que no se puede generalizar un caso
particular; como con toda sustancia, insinúan que, si se consume en cantidades
reguladas, ¡nada pasará! Pues les quiero decir que es ¡falso!, y, voy a
demostrar el porqué. Gracias a la historia que conté, muchos médicos y expertos
me han expuesto los riesgos: llamó mi atención uno de este denominado
propilenglicol.
Resulta
y sucede que, en los vaporizadores actuales, lo que se inhala y donde está
disuelta la esencia, cuando se hacen las caladas, se llama propilenglicol,
basta con entrar a google y detallar que es un petroquÃmico que se emplea como
disolvente y en otros tipos de uso industrial. El propilenglicol va en la
capsula con el saborizante que al calentarse a alta temperatura y en fracción
de segundos se vuelve enormes cantidades de vapor. Consecuencia de ello, se
descompone en moléculas minúsculas que son altamente cancerÃgenas y tóxicas, al
hacer la calada, ingresan al cuerpo humano a través de los pulmones.
La
absorción del propilenglicol es muy rápida, llega a los alveolos, de ahà es
transportado a través de la sangre hasta el corazón y el cerebro, tampoco se
metaboliza en el hÃgado. Ojo, ¡he aquà el peligro!, el vapeador al no contar
con un filtro para retener las partÃculas, ni tampoco nuestros pulmones;
entonces, empiezan a sobre producir cantidades de mucosa para atrapar las
partÃculas y es allÃ, cuando empiezan los problemas y complicaciones
respiratorias.
El
propilenglicol, al ser un derivado del petróleo, irrita la mucosa de los
pulmones, generando la histamina, una sustancia de nuestro cuerpo que hace que
los pulmones, tráquea, laringe, garganta y boca se inflamen para hacer una
barrera fÃsica en contra de algo nocivo que ingresa al cuerpo. Entonces, cuando
se inhala el vaporizador de forma frecuente, se dispara la histamina y se
produce la obstrucción de las vÃas respiratoria altas (como la que me ocurrió),
e incluso en las vÃas bajas que puede causar infarto, ya que al bajar la
saturación conlleva a una cianosis o muerte de las células por falta de
oxÃgeno.
Nada
de esto lo sabÃa, como seguramente ustedes tampoco. Solamente, me desperté en
un hospital casi al borde de la muerte por el uso de vapeadores desechables.
Por eso, seré un defensor de la vida de nuestros jóvenes, los invito a dejar de
inhalar estos vaporizadores y a través de un proyecto de acuerdo que estoy
promoviendo en el cabildo distrital, podremos generar conciencia colectiva para
que la Secretaria Distrital de Salud, tome medidas más drásticas y que estas
sustancias no generen una nueva y peligrosa adicción, como es pasar de consumir
humo a consumir vapor.
Se
requiere que este tipo de productos no se venda como un alivio o solución a
fumar cigarrillo. Pero más allá de ello, debemos limitar la oferta,
distribución y expendio de vaporizadores en aquellos sitios de fácil acceso
para los adolescentes y jóvenes, para ello impulsaremos la creación de zonas
libre de vapor en Bogotá, como en eventos, espectáculos públicos y
establecimientos de entretenimiento. Al mismo tiempo, propondré que se elimine
su publicidad, promoción o patrocinio de este tipo de eventos. Hago un llamado
a padres de familia y directivas de colegios para que conjuntamente
visibilicemos estos aspectos. La tarea apenas comienza.
Publicado
por LaFamilia.info (original de Semana.com)
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