Para Vivir Mejor | Agencia Fides
En uno de los países más pobres del mundo, la parroquia sigue
siendo un refugio para todos
“En
Madagascar sabemos que estamos objetivamente entre los países más pobres del
mundo. Pero no sufrimos la guerra, el peor y más repugnante de los males que
los hombres infligen a sus semejantes. Y por esto, al menos, nos reconocemos
afortunados”. El misionero salesiano Rosario Vella, obispo de Moramanga,
Madagascar, desde julio de 2019, mira la realidad con esperanza y realismo
cristiano. También reconoce que la vida del pueblo malgache está condicionada
por los males de la pobreza y la corrupción, pero agradece que la gran nación
insular se haya librado del azote de la guerra que impone sacrificios humanos
en otras tierras, cercanas y lejanas, convirtiendo a los seres humanos “en
bestias sedientas de sangre”.
En
una entrevista concedida a la Agencia Fides, el obispo de origen siciliano
relata la misión de anunciar el Evangelio en un país que lidia con importantes
citas electorales y con las consecuencias del Covid, mencionando también el
inusual encuentro que tuvo con el Papa Francisco el 27 de octubre.
Sobre
el tema de la larga pandemia mundial, el Obispo destaca el hecho de que,
inexplicable y afortunadamente, el virus pandémico no ha causado los efectos
devastadores registrados en otras partes del mundo.
“Lo
que no hemos conseguido evitar – añade el obispo – han sido los efectos
secundarios. Desgraciadamente, después de Covid mucha gente perdió su trabajo;
la economía, que ya era de subsistencia, se hundió, las escuelas se cerraron
durante mucho tiempo. Las iglesias permanecieron abiertas, aunque con
restricciones severas. Las consecuencias en la vida de la gente han sido muy
fuertes, el comercio dejó de existir, el turismo se detuvo junto con el transporte
local, que se ha reanudado, pero con precios crecientes e insostenibles. Luego
llegó la guerra entre Rusia y Ucrania. Aunque estamos lejos, nosotros también
sentimos los efectos: todos los precios se dispararon, no sólo el combustible,
el cemento, la construcción. Hay quienes se aprovechan de esta emergencia,
alimentando las tensiones con vistas a las elecciones políticas de 2023”.
En
Madagascar, como en muchas otras situaciones, los programas electorales
presentados por los distintos dirigentes nunca llegan a ser operativos. “En los
41 años que llevo en el país - dice el obispo Vella - he escuchado muchas veces
discursos de voluntad de cambio, pero luego nada ha cambiado. Las caras de los
políticos son más o menos siempre las mismas, al igual que los eslóganes. Hay
corrupción a todos los niveles, ya no sabemos quién es víctima o quién es
cómplice en este sistema. El pueblo, en muchos sentidos, ya no confía en nadie.
Y en todo esto, muchos sólo se fían de las obras de la Iglesia. En Madagascar,
muchos perciben la parroquia como el único refugio para todos y para todo. Un
lugar de acogida para los pobres, para los que no pueden estudiar, para los
enfermos que buscan ayuda para ir al hospital y ser tratados. Las obras de
caridad forman parte del camino de fe de la comunidad, alimentado por los
sacramentos y la oración”. La labor de anunciar el Evangelio -subraya el
obispo- se realiza con gratuidad y dedicación, especialmente por parte de los
catequistas. El sacerdote celebraba la misa, pasaba por allí y se marchaba para
administrar los sacramentos en otros lugares. En cambio, el catequista comparte
la vida cotidiana de la gente en el lugar donde está, conoce a las familias,
conoce los problemas concretos.
En
la diócesis de Moramanga, el distrito misionero cuenta con hasta 125 estaciones
misioneras. “En algunos lugares - añade el obispo salesiano - el sacerdote sólo
puede ir una vez al año. La oración diaria en las comunidades, la formación y
la transmisión de las verdades de la fe se confían siempre a los catequistas”.
En
conversación con la Agencia Fides, Mons. Vella se detiene también para hablar
del “gran regalo” recibido por él y por los demás obispos de Madagascar,
llegados a Roma con motivo de la visita ad limina en audiencia con el Sucesor
de Pedro. Tras la audiencia, el Papa Francisco aceptó una
"ampliación" del encuentro con el Consejo de la Unión de Sacerdotes,
Religiosos y Religiosas de Madagascar presente en Roma. “El acercamiento con el
Papa fue uno de los más informales. Comenzó en tono de broma: “Ustedes -dijo-
están aquí y pueden hablar de lo que quieran, incluso pueden criticar al Papa
aquí, ¡pero no fuera!”. Rápidamente le contestamos que nuestro deseo era saber
primero cuáles eran sus alegrías y sufrimientos. Nos confió que la mayor alegría
es ver la fe de la gente, de las madres, de los pobres. Sin embargo, el mayor
sufrimiento son las divisiones a todos los niveles que sabotean el diálogo y la
comunión. En Madagascar somos 22 obispos, y yo diría que estamos bastante
unidos. Cada uno, por supuesto, con sus propias ideas y métodos, pero somos
amigos, comparamos notas, nos apoyamos mutuamente. Cada vez que hay reuniones,
celebraciones, aniversarios, aprovechamos para reunirnos”.
Publicado
por Agencia Fides
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