Reflexión | Santiago Agrelo/RD
Agrelo: "En este sistema legal de poder, los pobres son
entregados a la muerte sin que la conciencia tenga nada que reprochar"
En
ese sistema legal de poder, la mentira es recurso necesario para que el mal
asuma la forma de bien, la opresión se disfrace de servicio al bien común, de
modo que los pobres sean entregados a la muerte sin que la conciencia tenga
nada que reprochar.
En
ese espacio reseco de humanidad, las evidencias del horror no sirven para que
se haga justicia a las vÃctimas sino para hacer rentables polÃticamente las
tragedias.
Puede
que en ese mundo nada signifiquen las palabras de un profeta, pero, aun asÃ,
las hemos de recordar: “Escuchadme, jefes de Jacob, prÃncipes de Israel: ¿No os
toca a vosotros ocuparos del derecho, vosotros que odiáis el bien y amáis el
mal? Arrancáis la piel del cuerpo, la carne de los huesos; os coméis la carne
de mi pueblo, lo despellejáis, le rompéis los huesos, lo cortáis como carne
para la olla o el puchero.” –Miq 3, 1-3-.
Un
dÃa, lo sepan o no, también gritarán los devoradores de pobres: gritarán pidiendo
auxilio, y el Señor “no les responderá, les ocultará el rostro por sus malas
acciones” –Miq 3, 4-. En aquel dÃa, nadie podrá ayudarles, pues ellos mismos
han abierto un abismo entre su desdicha y el consuelo de Dios.
Ahora,
Iglesia de Cristo, escucha la promesa del Señor: “Pero a los que honran mi
nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas”.
Ya
puedes intuir quiénes son los que honran el nombre del Señor. Si lo deshonra el
que devora la carne de su pueblo, lo honran los que a ese pueblo lo rodean de
justicia y rectitud; si lo deshonran los que esclavizan a los hijos de Dios, lo
honran quienes son para ellos causa de liberación.
En
mi vida, honra o deshonra del nombre de Dios son realidades inseparables del
trato digno o indigno que de mà reciban los hijos de Dios.
Y
puede que, con asombro, empieces a sospechar que el otro, los otros, los hijos
de Dios, son el nombre de Dios para ti: Dios se llama huérfano, viuda,
extranjero; Dios se llama hambriento, sediento, desnudo, encarcelado, enfermo;
Dios se llama emigrante, refugiado, perseguido, humillado, calumniado, sin
papeles, sin derechos. Dios se llama hombre crucificado. ¡Dios se llama Jesús!
Por
otra parte, para ti que lo honras y lo amas, Jesús es el “sol de justicia que
lleva la salud en sus alas”: tu paz se llama Jesús; la justicia que te viene de
Dios se llama Jesús; tu libertad se llama Jesús; la gracia de Dios para ti se
llama Jesús; tu salvación se llama Jesús.
Que
nadie os engañe, porque muchos vendrán usurpando el nombre de Jesús: vendrá el
progreso, la tecnologÃa, el bienestar, la polÃtica, la ideologÃa, la religión,
y todos os dirán, “yo soy tu paz”, “yo soy tu justicia”, “yo soy”; todos
pretenderán hacerte creer que “el momento está cerca”, que su tiempo ha
llegado. No vayáis tras ellos. Son sólo apariencia. De todo eso, no quedará
piedra sobre piedra: “Todo será destruido”.
El
nuestro es tiempo para la confianza y el testimonio, tiempo para la esperanza y
el martirio, tiempo para la sabidurÃa y la caridad.
Cuanto
más oscura sea la noche, más intensa se nos hace la memoria de la luz, y más se
vuelven nuestros ojos al oriente, de donde esperamos que amanezca para los
oprimidos el sol de la justicia.
La
noche duele, en la noche morimos, pero la esperanza nos guarda en su regazo:
“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
Publicado
por Religión Digital
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