Actualidad Mundial | Rodrigo Moreno Quicios
«El levantamiento iraní no es político sino
existencial»
La escritora iraní Azar Nafisi considera que las
recientes ejecuciones en Irán han condenado a la república islámica a
desaparecer. «En un régimen absolutista no puedes hacer una reforma pequeñita»
A Azar Nafisi las dos últimas ejecuciones públicas
en Irán le «rompen el corazón». Pero con el corazón herido tiene ahora la
esperanza que no tenía en 1979, cuando se produjo la revolución islámica.
«Cuando veo las imágenes de las protestas me siento enfadada y en duelo por la
violencia que el régimen está usando contra gente inocente. Pero al mismo
tiempo me hace sentir ilusionada de que esta vez suceda algo diferente y que la
gente no se conforme con una reforma», cuenta a Alfa y
Omega.
La autora de Leer Lolita en Teherán,
exiliada en Estados Unidos desde 1997 por su negativa a llevar hiyab en la
universidad, acaba de pasar por Roma para participar en el evento literario Più
Libri Più Liberi. Considera que las ejecuciones de los jóvenes Mohsen
Shekari y Majid Reza Rahnavard por participar en las protestas contra el
Gobierno han provocado que los iraníes ya no se conformen con un cambio
superficial. «Ha llegado un punto en el que su revolución no es solamente por
una reforma. En un régimen absolutista no puedes hacer una reforma pequeñita».
Azar Nafisi insiste en que «el levantamiento de los
iraníes no es político sino existencial». «Yo, como miles de mujeres iraníes,
protesto contra el hiyab y la república islámica en su totalidad para recuperar
nuestra identidad perdida y confiscada». Y reivindica el eslogan de estas
protestas: Mujeres, vida y libertad. «Las
mujeres somos cruciales porque somos el primer símbolo del cambio de actitud
hacia el régimen y eso les preocupa. Por eso usan tanta violencia, porque están
asustados».
«El régimen desde el comienzo de la
revolución apuntó a tres grupos: mujeres, minorías y quienes se dedican a la
cultura. Ahora esas víctimas han salido a la calle y están pidiendo derechos»
Azar Nafisi
Escritora
En los últimos años Irán ha sido uno de los países
que más ha matado bajo la supervisión del Estado. En septiembre, la joven kurda
de 23 años Mahsa Amini murió a causa de una hemorragia cerebral provocada por
los golpes de la Policía de la moral al detenerla por llevar mal puesto el
velo. Este asesinato sirvió como catalizador de un levantamiento
popular por la libertad cuya represión ya ha costado la vida a
400 manifestantes, entre los que hubo menores.
Marco Gnavi, responsable de las iniciativas de la
Comunidad de Sant’Egidio por la abolición de la pena de muerte, considera que
el asesinato de manifestantes y las ejecuciones «reflejan las grietas y las
dificultades que tiene el Estado para gestionar en el interior las posiciones
de desacuerdo o el debate que están legitimados y tienen motivaciones válidas».
«Ojalá las presiones internacionales abran los ojos ante estos episodios y que
la mano del verdugo pare», pide Gnavi.
Según Afisi, el régimen es incapaz de cualquier
solución negociada al descontento «porque desde el inicio su respuesta a
cualquier forma de crítica ha sido la violencia». «Ese es el único lenguaje que
entiende, y por esa razón los iraníes no ven futuro en este régimen», opina.
Está convencida de que «aunque el Gobierno arreste a los líderes políticos y
desmantele sus organizaciones, no los pueden matar a todos. En algún momento
esta violencia tendrá que acabar».
Ser minoría religiosa en Irán
Según las últimas estadísticas gubernamentales, los
cristianos tradicionales armenios y asirios en Irán suman 117.700 personas.
Aunque otras fuentes multiplican esta cifra por ocho, los 800.000 fieles siguen
sin llegar al 1 % en este país de 84,3 millones de habitantes. El
recrudecimiento de la represión ha provocado que sitios web de referencia para
los cristianos, como Article18, difundan mensajes de líderes católicos
recomendando «no involucrarse en las protestas».
Pero en un contexto tan represivo es difícil identificar
el grado de genuinidad de este tipo de mensajes. Yonathan Betkolia, líder de la
Sociedad Asiria de Teherán, enuncia en la agencia de noticias Isna las
presiones de los servicios de inteligencia a los «representantes cristianos,
obispos y sacerdotes» para que disuadan de participar en cualquier
protesta.
«La situación de las minorías religiosas es
terrible», cuenta Azar Nafisi. La escritora recuerda que «al llegar la
república islámica, hubo gente que se convirtió a otras religiones, como el
cristianismo, y esto molestó mucho al régimen». Esta protesta contra el
integrismo llevó a que el Gobierno «persiguiera las religiones en el país para
evitar que más gente se les uniera». «Ahora que la violencia ha llegado a este
pico, todo el mundo está preocupado», confiesa.
Pero a pesar de la preocupación, Azar Nafisi sigue
alimentando la esperanza. «El régimen desde el comienzo de la revolución apuntó
a tres grupos: mujeres, minorías y quienes se dedican a la cultura. Ahora esas
víctimas han salido a la calle y están pidiendo derechos. Que hayan decidido
quitarse el hiyab es el signo más obvio del fracaso del Gobierno».
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...