Nuestra Fe | Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Doce días seguidos de alabanza y adoración en la
Universidad de Asbury (Estados Unidos)
Este centro educativo acoge desde el 8 de febrero
una manifestación espontánea de oración ininterrumpida que atrae a miles de
personas de todo el mundo y a cristianos de todas las denominaciones
Todo empezó con el servicio matutino de adoración
de los miércoles en la universidad cristiana de Asbury, en el estado de
Kentucky. Al finalizar el servicio del 8 de febrero, los estudiantes que
participaban se negaron a marcharse debido a la intensa atmósfera de oración
que se había creado, y poco a poco empezaron a llegar más. Lo que empezó
con un sencillo rato de alabanza se
ha convertido en una oración sin fin con cantos las 24 horas del día y de la
noche, un fenómeno que está atrayendo a personas de todo el mundo y a
cristianos de todas las denominaciones y que acapara la atención de los
principales medios de comunicación y cadenas de televisión de Estados Unidos.
«Nadie quería irse y nadie esperaba que esto
sucediera. Simplemente nos sentamos y cantamos sobre el amor de Dios que se derrama
y sobre su bondad», ha contado uno de los estudiantes que estuvo en esas
primeras horas en el acto.
Desde entonces se han sucedido horas y horas de
música, testimonios, lecturas de la Escritura, así como «muchas lágrimas y
mucho deseo de reconciliarnos, de sanar espiritualmente y de enfermedades
físicas, y de orar unos por otros. El Señor está haciendo muchos milagros y
tocando muchos corazones», añadía, mientras en todo el país los medios de
comunicación han comenzado a reportar fenómenos similares en universidades de
todo el país.
«Es Dios moviéndose y nada más —afirma un
estudiante mexicano que ha hecho 30 horas de viaje para estar en Asbury—. No
vinimos detrás de un predicador o de un ministerio de música. Solo vinimos a
estar más con Dios».
La noticia se ha divulgado por redes sociales y ha
hecho que cientos de personas acudan en autobús hasta Asbury desde todo Estados
Unidos, y hasta hay personas que han viajado desde lugares tan lejanos como
Brasil, México, Nueva Zelanda o Indonesia.
«Estamos siendo testigos de lo que las Escrituras
describen como el fruto del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, bondad,
generosidad, fidelidad, mansedumbre y templanza», ha afirmado en una
declaración el presidente de la Universidad de Asbury, Kevin Brown.
«Estamos viviendo un momento histórico, con innumerables expresiones y
demostraciones de humildad, compasión, confesión, consagración y entrega a
Dios», añade.
También católicos
El fenómeno ha suscitado también el interés de la
comunidad católica de Kentucky. El semanario de la diócesis católica de
Louisville, en Kentucky, The Record, se ha hecho eco de lo que está
pasando y ha recogido las declaraciones de los católicos
locales que están participando y que definen la experiencia como
«profunda».
Para Norman Fischer, párroco de San Pedro
Claver en Lexington, este avivamiento «es casi como un manantial». «Simplemente
sabes de inmediato que Dios está allí», afirma.
Fischer fue allí nada más terminar la misa
dominical del 12 de febrero, con su alba y su estola, «me puse en modo de
alabanza y me encontré una experiencia modernizada de Taizé», todo «lleno de
amor y definitivamente de Dios, definitivamente del Espíritu
Santo».
El sacerdote católico tuvo oportunidad de escuchar
en Asbury varias confesiones y de rezar por algunos jóvenes con problemas de
adicción a los que ha seguido viendo tras ese primer encuentro. El avivamiento
de Asbury «es un desafío a nuestras parroquias a abandonar nuestras zonas de
comodidad ministerial», dijo Fischer a The Record.
Por su parte, Christel Broady, profesora de inglés
en Asbury y de confesión católica, dijo que ver a tantos estudiantes «de
repente arrodillados juntos me hizo llorar», y que a pesar de todo el revuelo
que ha generado en los medios de comunicación, lo de Asbury «es cualquier cosa
menos sensacionalista, no hay nada ruidoso ni bullicioso».
También para Mike Allen, director de Evangelización
de la diócesis de Lexington, quien pasó por Asbury hace unos días ha reconocido
que «la gente tiene hambre y anhela intimidad y comunidad, en particular los
jóvenes, que han pasado por un momento realmente difícil debido a la pandemia».
Para Allen, lo que está pasando en Asbury y que se está extendiendo a otras
partes del país, es «una apertura a una cálida experiencia e interior de la fe
y del Espíritu Santo».
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