Evangelización | Carlos Pérez Laporta
Os llamo amigos
Viernes de la 5ª semana de Pascua / Juan 15, 12-17
Evangelio:
Juan 15, 12-17
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discÃpulos:
«Este es mÃ
mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor
más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros
sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os
llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os
llamo amigos, porque todo lo que he oÃdo a mi Padre os lo he dado a conocer. No
sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que
lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos
a otros».
Comentario
«Este es mi
mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado». Pero, ¿el amor
puede ser un mandamiento? ¿Puede amarse por obligación? Porque Él nos ha amado,
debemos amarnos. La expresión puede parecer una deuda externa, como si
estuviéramos obligados a amar sencillamente porque Cristo dice habernos amado.
¿En qué somos amados por la cruz de Cristo?
«Hace tanto
tiempo que Cristo murió por nuestros pecados que ya casi no es verdad»,
escribió en su juventud Hegel. Es tal la distancia entre Cristo y nosotros que
tantas veces nos parece que esa muerte no tenga nada que ver con nosotros. Como
si la sangre de Cristo hubiera quedad en el pasado y ya no pudiera alcanzarnos.
«Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Sin la amistad con
Cristo, su muerte nos es ajena. Sin una relación actual con Él, sin su compañÃa
cotidiana, no es posible que su muerte llegue a provocarnos amor. Sin la
amistad con Cristo, su amor cae demasiado lejos de nosotros. Pero, ¿cómo lograr
verdadera amistad con Él?
«Vosotros
sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando». La frase choca, porque suena a
la amistad procurada por alguien autoritario. Y serÃa asà si no fuera porque lo
que nos manda constituye precisamente en la mayor aspiración de nuestro
corazón, que es la voluntad del Padre: «A vosotros os llamo amigos, porque todo
lo que he oÃdo a mi Padre os lo he dado a conocer». Su mandato no es externo,
sino que es lo que late en cada uno de nuestros deseos internos. Es asà como la
cruz de Cristo llega a provocar e invocar nuestro amor: porque aquel amigo que
nos ha mostrado todo lo que buscábamos en la vida, que nos ha revelado el
sentido último y eterno de nuestra vida, ha muerto por nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...