Evangelización | Carlos Pérez Laporta
La vida de Dios solo se recibe al
compartir humanamente la vida con Él
Jueves.
Tiempo de Navidad / Juan 1, 35-42
Evangelio: Juan 1, 35-42
En
aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que
pasaba, dice:
«Este
es el Cordero de Dios».
Los
dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al
ver que lo seguían, les pregunta:
«¿Qué
buscáis?». Ellos le contestaron:
«Rabí
(que significa Maestro), ¿dónde vives?». Él les dijo:
«Venid
y lo veréis».
Entonces
fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; era como la hora
décima.
Andrés,
hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a
Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
«Hemos
encontrado al Mesías (que significa Cristo)». Y lo llevó a Jesús. Jesús se le
quedó mirando y le dijo:
«Tú
eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)».
Comentario
Los
dos discípulos de Juan llevaban tiempo escuchándole. Todas sus palabras se referían
siempre a lo que estaba por venir. Nunca escuchaban nada referido al presente.
En cierta manera no podían hacer nada más que esperar. Ni siquiera a Juan
podían seguir a ningún lado, porque ser discípulos de Juan significaba sencilla
y llanamente esperar al Mesías.
Pero
aquel día Juan apuntó aquel hombre delante de ellos y por primera vez dijo:
«Este es el Cordero de Dios». Pensaron que Juan debía estar muy seguro para
decir aquello. Nunca nada presente le parecía suficiente. Nunca nada parecía
servir para nada. Solo el arrepentimiento y la espera. Pero ahora no duda y
señala a Jesús. Por fin había algo presente a lo que agarrarse, alguien a quien
seguir. Por fin la espera se llenaba de contenido. Por eso, «lo dos discípulos
oyeron sus palabras y siguieron a Jesús».
Y,
por eso, también cuando Jesús les pregunta «¿Qué buscáis?» responden «¿dónde
vives?». Para Juan aquel hombre es el único punto del presente que merece la
pena. Por eso quieren estar con Él, donde Él viva. Quieren compartir la vida
con Él. No saben qué buscan, pero saben que solo lo pueden encontrar en
Él.
Jesús,
a su vez, advierte la verdad de su respuesta cuando les dice «Venid y veréis».
Solo quien comparte la vida con Él es posible que reciba de Él. Porque Dios se
ha hecho hombre, la vida de Dios solo se recibe al compartir humanamente la
vida con Él. De nada serviría que Dios entrase en el mundo y en la historia si
no le damos tiempo y espacio en nuestras propias vidas. Por eso, cuando
«fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día», pudieron decir a
Pedro «hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)».
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