Vida Humana | Andrea Tornielli
La IA, una herramienta que
no sustituye la riqueza del ser humano
Puntos firmes
del nuevo documento sobre inteligencia artificial de los Dicasterios para la
Doctrina de la Fe y para la Cultura.
Lo que induce a error es, en primer
lugar, el nombre. El de la llamada «Inteligencia Artificial» es uno de esos
casos en los que el nombre ha contado y sigue contando mucho en la percepción
común del fenómeno. La Nota «Antiqua
et nova» de los Dicasterios para la Doctrina de la Fe y para la Cultura recuerda ante todo que la IA es un instrumento: realiza tareas,
pero no piensa. No es capaz de pensar. Por tanto, es engañoso atribuirle
caracterÃsticas humanas, porque es una «máquina» que permanece confinada a la
esfera lógico-matemática. Es decir, no posee una comprensión semántica de la
realidad, ni una capacidad genuinamente intuitiva y creativa. Es incapaz de
reproducir el discernimiento moral o la apertura desinteresada a lo que es
verdadero, bueno y bello, más allá de cualquier utilidad particular. En
resumen, carece de todo lo que es verdadera y profundamente humano.
La inteligencia humana es, en
efecto, individual y al mismo tiempo social, racional y afectiva. Vive a través
de relaciones continúas mediadas por la corporeidad insustituible de la
persona. Por tanto, la IA sólo debe utilizarse como herramienta complementaria
de la inteligencia humana, y no pretender sustituir en modo alguno su riqueza
peculiar.
A pesar de los avances de la
investigación y de sus posibles aplicaciones, la IA sigue siendo una «máquina»
que no tiene responsabilidad moral, responsabilidad que recae en cambio en
quienes la diseñan y utilizan. Por eso, subraya el nuevo documento, es importante
que quienes toman decisiones basadas en la IA rindan cuentas de las elecciones
que hacen, y que sea posible dar cuenta del uso de esta herramienta en cada
etapa del proceso de toma de decisiones. Tanto los fines como los medios
utilizados en las aplicaciones de la IA deben evaluarse para garantizar que
respetan y promueven la dignidad humana y el bien común: esta evaluación
constituye un criterio ético fundamental para discernir la legitimidad o no del
uso de la inteligencia artificial.
Otro criterio para la evaluación
moral de la IA, sugiere la Nota, se refiere a su capacidad para implementar la
positividad de las relaciones del hombre con su entorno y con el medio natural,
para fomentar una interconexión constructiva de individuos y comunidades, y
para potenciar una responsabilidad compartida hacia el bien común. Para lograr
estos objetivos, es necesario ir más allá de la mera acumulación de datos y
conocimientos, esforzándose por alcanzar una verdadera «sabidurÃa del corazón»,
como sugiere el Papa Francisco, de modo que el uso de la inteligencia
artificial ayude al ser humano a ser realmente mejor.
En este sentido, la Nota advierte
contra cualquier subalternidad ante la tecnologÃa, invitando a utilizarla no
para sustituir progresivamente el trabajo humano -lo que crearÃa nuevas formas
de marginación y desigualdad social-, sino como herramienta para mejorar la
atención y enriquecer los servicios y la calidad de las relaciones humanas. Y
también como ayuda para comprender hechos complejos y guÃa en la búsqueda de la
verdad. Por tanto, contrarrestar las falsificaciones alimentadas por la IA no
es sólo tarea de expertos en la materia, sino que requiere el esfuerzo de
todos.
También debemos impedir que la
inteligencia artificial se utilice como forma de explotación o para restringir
la libertad de las personas, para beneficiar a unos pocos a costa de la
mayorÃa, o como forma de control social, reduciendo a las personas a un conjunto
de datos. Y es inaceptable que, en el ámbito bélico, se confÃe a una máquina la
decisión de acabar con vidas humanas: por desgracia, hemos visto cuántas y qué
devastación causan las armas impulsadas por la inteligencia artificial, como se
ha demostrado trágicamente en tantos conflictos actuales.
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