Convivencia | Marta Peñalver*
La
generación “alérgica” al contacto personal
Los llamados “nativos digitales” son, por un
lado, la más conectados de la historia, pero, a la vez, los más desconectados.
Están perdiendo no sólo la costumbre, sino también la capacidad –consustancial
al ser humano– de relacionarse con los demás. Y es que una de las consecuencias
más evidentes del uso abusivo de los móviles y de las redes sociales es el
aislamiento social y el rechazo al contacto personal.
Vida a través
de las redes
Según explica Patricia Castaño, psicóloga
y profesora de la Universidad Francisco de Vitoria, “para muchos jóvenes el
teléfono es su vía de comunicación principal, por delante de las relaciones
personales”. Sin embargo, lo que encuentran a través de las pantallas son
relaciones superficiales y vacías. “Las redes son una ventana a un mundo
completamente sesgado, superficial y epidémico donde no van a profundizar en
nada esencial, -verdadero o bello”.
Además, “las redes hacen que los jóvenes no
aprendan a expresarse adecuadamente porque la instantaneidad le resta reflexión
y profundidad al mensaje: no conocen el vocabulario, las expresiones y los
conceptos. Y escriben mal, con abreviaturas que tienen tan interiorizados que
hasta usan en los exámenes. Además, utilizan unas pocas palabras para todo, con
lo cual tienen un léxico muy pobre”.
No podemos dudar de que el mundo online ha
traído mejoras en muchos aspectos, pero en el aspecto de las relaciones
interpersonales han supuesto un retraso porque crean una barrera
absoluta a la hora de desarrollar la faceta relacional de cualquier persona. En
este sentido Castaño asegura que “la mensajería instantánea es lo peor que
existe para el encuentro entre dos personas”.
Otra consecuencia muy extendida es que esta es
una generación incapaz de aguantar el silencio. “Si no les contestan en el
momento, se ponen nerviosos. No contestar atenta directamente contra el amor y
la relación personal que tienen entre ellos”. Esto los vuelve impacientes,
irreflexivos e incapaces de tolerar la espera en cualquier situación.
Expresión
emocional
Este aislamiento y esta comunicación
interpersonal tan pobre también limita la capacidad de expresar sentimientos.
Muchos están tan acostumbrados a los emoticonos que no saben poner en palabras
lo que sienten. Hay quien los tilda de analfabetos emocionales, pero según
Castaño “expresar emociones nunca ha sido fácil y a esta generación no se les
da ningún tipo de espacio para practicarlo”. “El joven está bien hecho y en
cuanto te sientas con él y le orientas para saber identificar sus emociones, es
mucho más auténtico que generaciones anteriores”, asegura.
Esta falta de contacto personal genera angustias
vitales y ansiedad, porque el hombre está hecho para encontrarse con el otro de
una manera plena, no por un WhatsApp donde no hay ni una mirada, ni una
caricia, ni un gesto de acogida. Por otro lado, los grupos estables donde el
hombre desarrolla esa dimensión comunitaria también se han reducido.
Cada vez el hombre es más solitario y autónomo.
Sin embargo, Castaño es optimista porque “nuestro corazón está hecho para la
relación con el otro. Eso sí, nos toca a los educadores, a los
formadores y a los padres hacerles esta propuesta a los jóvenes”. Porque es
muy fácil dejar a un niño enchufado a una pantalla en la comida para que no
haga ruido o darle un móvil a los 12 años, pero no es lo bueno.
Desafíos
Los padres y los educadores
estamos ante un reto nuevo, el de los móviles, pero -siempre ha habido
situaciones desafiantes que, generación tras generación, hemos ido superando.
“Los errores que mis abuelos cometieron, mis padres los enmendaron, pero claro,
cometieron otros. Llegamos nosotros, los padres de ahora, e intentamos enmendar
esos, y seguro que hemos cometido otros, pero nuestros hijos ya empiezan a
decir, ‘sin móviles, por favor’”.
Y es que en la naturaleza del hombre y especialmente de los jóvenes está
sellado ese deseo bien marcado a fuego. “Cuando en momentos determinados como
terapias o retiros se les quita el móvil, muchos a la hora de recuperarlo me
han dicho: ‘No lo quiero, con lo bien que he estado sin él…’.” Esto sucede
porque aprenden algo tan valioso que enseguida despierta el corazón del hombre.
“Nos toca recuperar experiencias que antes se
hacían de manera natural y socialmente estaban más a mano. Una experiencia de
valor de todas las dimensiones de la persona incluye necesariamente el contacto
con el otro”, explica Castaño. Y asegura que es optimista porque ve que “entre
los jóvenes están resurgiendo propuestas de valor como misiones, voluntariados,
experiencias en la naturaleza, de contacto con el otro… Hay que saber
orientarlos, porque cuando lo hacemos responden con unas capacidades innatas increíbles”.
Las corrientes ideológicas que quieren acabar con
la familia están atacando a quienes tendrán que formarlas en el futuro: los
jóvenes. “Pero el hombre está hecho para el amor y los jóvenes no son tontos,
no quieren quedarse con las migajas, quieren la plenitud”.
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