Educación | Patricia Ynestroza
OIEC. Educación Católica y
Pacto Global: integrar la IA sin perder valores
El secretario
general de la Oficina Internacional de Educación Católica, Hervé Lecomte y la
filósofa Gabrielle Halpern, analizaron sobre cómo integrar la IA en las
escuelas desde una perspectiva ética y humana, en línea con el Pacto Educativo
Global. Profundizaron sobre el proyecto “Educación Católica 5.0”, que pone a la
persona en el centro, acompañar a profesores y estudiantes en la revolución
digital y devolver sentido al conocimiento mediante la curiosidad, la
fiabilidad y la hibridación
La Oficina
Internacional de la Educación Católica (OIEC) trabaja en una propuesta global
de acompañamiento ético de la inteligencia artificial (IA) en las escuelas
católicas. En entrevista con Vatican News, el Secretario General de la OIEC,
Hervé Lecomte, explicó el proyecto “Educación Católica 5.0”, que busca
ofrecer a docentes, directivos y congregaciones una metodología práctica para
afrontar los desafíos del mundo digital sin perder de vista la centralidad de
la persona.
Una educación 5.0 con rostro humano
Hervé afirmó
que en sus encuentros en el Dicasterio de Cultura y Educación y con
representantes eclesiales se ha subrayado tres prioridades: el vínculo entre
ser humano y digital, la paz y el desarrollo interior. En este marco, la IA es
vista como un instrumento útil, pero no sustitutivo del educador. Lejos
de generar temor, se busca ofrecer herramientas prácticas para ganar tiempo,
mejorar el acompañamiento a los jóvenes y proponer una metodología experimental
adaptable a distintas realidades educativas.
Con 210.000
escuelas y 68 millones de estudiantes bajo su responsabilidad, la OIEC apuesta
por un modelo colaborativo y experimental, abierto a alianzas con actores
EdTech, pero siempre desde una perspectiva ética. El objetivo es claro: no
delegar sin conciencia en la IA, sino aprovechar su potencial para liberar
tiempo y energía que puedan reinvertirse en lo esencial: el acompañamiento
humano, la formación en valores y la construcción de una cultura de
fraternidad.
La propuesta
se alinea con la actualización del Pacto Educativo Global y con la celebración
del próximo Jubileo. En diálogo con el dicasterio de Cultura y Educación, se
plantearon tres ejes centrales: el ser humano y lo digital, la paz y el
desarrollo interior. La IA, afirmaron, debe integrarse bajo la premisa de que
la persona siempre está en el centro.
La IA no reemplaza al educador
Lecomte señaló
que es necesario establecer marcos claros —una especie de “pizarra” de lo
permitido y lo no permitido—, tomando como referencia tanto los documentos de
la Iglesia como de la UNESCO. También se habló de alianzas con empresas EdTech
y de una red de seis regiones (América, Europa, África, Asia, MENA y
congregaciones), con un consejo de 24 representantes para coordinar proyectos,
proteger a los menores y compartir experiencias exitosas.
Filosofía y pedagogía: recuperar lo esencial
La filósofa
Gabrielle Halpern aportó una mirada crítica: la IA funciona como un espejo de
nuestras carencias humanas. En una experiencia con niños de primaria en
Francia, se observó que los estudiantes preferían interactuar con la IA porque
“no se burlaba de ellos”, lo cual evidencia la urgencia de recuperar valores
como la fraternidad y la empatía.
Además,
destacó la necesidad de devolver sentido al saber a través de prácticas
pedagógicas que fomenten la curiosidad y la fiabilidad, virtudes consideradas
esenciales para reconstruir la confianza en la educación y en la sociedad.
Experiencias históricas y contemporáneas, como el método de despertar el deseo
de aprender en los niños, sirvieron de inspiración para proponer nuevas formas
de evaluación y de integración del aprendizaje. Pensando en redescubrir el
sentido del saber, explicó Halpern tres claves:
- Curiosidad, entendida como el deseo de
aprender del otro y motor de todo conocimiento.
- Fiabilidad, la capacidad de cumplir la
palabra y generar confianza en un mundo lleno de incertidumbre y fake news.
- Hybridación, concepto que invita a tender
puentes entre escuela, museos, hospitales, empresas y comunidades, para que la
educación no quede encerrada en sí misma.
Ejemplos
pedagógicos, como el del profesor de música Piotr Stobiarski en el siglo XIX
—que despertaba el deseo de aprender prohibiendo momentáneamente el uso de un
violín—, ilustraron cómo se puede cultivar la curiosidad incluso en contextos
adversos.
Un pacto educativo que inspira acción
Por último, se
expresó la necesidad de experimentar esta metodología en escuelas piloto a
partir del próximo año. Por medio de ensayos pedagógicos que integren IA sin
perder el protagonismo humano; reformar los sistemas de evaluación para valorar
la curiosidad y la fiabilidad junto al rendimiento académico; establecer
criterios claros sobre qué tareas pueden delegarse a la IA y cuáles deben
seguir siendo exclusivamente humanas y fomentar el “derecho a la lentitud”,
redirigiendo el tiempo ganado gracias a la IA hacia actividades con valor
humano y pedagógico.
La IA como oportunidad pedagógica
Más que una
amenaza, la IA fue presentada como una oportunidad para recuperar el “sabor” de
la educación. Puede ayudar a ganar tiempo y eficiencia, pero sobre todo invita
a reencontrar lo esencial: la persona, la comunidad, los valores y el sentido
del saber.
En palabras de
uno de los ponentes, el desafío no es tecnológico sino humano: “Lo importante
es decidir conscientemente qué delegamos a la IA y qué guardamos como esencial
para la vida y la educación”.
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