Documentos | Salvatore Cernuzio
“Dilexi te”, León XIV: no se
puede separar la fe del amor por los pobres
Se ha
publicado la primera exhortación apostólica de Robert Francis Prevost, un
trabajo iniciado por Francisco sobre el tema del servicio a los pobres, en cuyo
rostro encontramos “el sufrimiento de los inocentes”. El Papa denuncia la
economía que mata, la falta de equidad, la violencia contra las mujeres, la
desnutrición y la emergencia educativa.
Dilexi te, "Te he amado" (Ap 3,9).
El amor de Cristo que se hace carne en el amor a los pobres, entendido como
cuidado de los enfermos; lucha contra la esclavitud; defensa de las mujeres que
sufren exclusión y violencia; derecho a la educación; acompañamiento a los
migrantes; limosna que “es justicia restaurada, no un gesto de paternalismo”;
equidad, cuya falta es “raíz de los males sociales”. León XIV firma su primera
exhortación apostólica, Dilexi te, un texto de 121 puntos que brota
del Evangelio del Hijo de Dios, que se hizo pobre desde su entrada en el mundo
y que relanza el Magisterio de la Iglesia sobre los pobres en los últimos
ciento cincuenta años. “Una auténtica fuente de enseñanzas”.
LEE AQUÍ LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EN ESPAÑOL
Siguiendo los pasos de sus predecesores
Con este
documento firmado el 4 de octubre, festividad de San Francisco de Asís, el
Pontífice agustino sigue los pasos de sus predecesores: Juan XXIII, con su
llamamiento a los países ricos en Mater et Magistra para que
no permanecieran indiferentes ante los países oprimidos por el hambre y la
miseria (83); Pablo VI, con la Populorum progressio y su
intervención en la ONU “como abogado de los pueblos pobres”; Juan Pablo II, que
consolidó doctrinalmente “la relación preferencial de la Iglesia con los
pobres”; Benedicto XVI y la Caritas in Veritate, con su lectura
“que se hace más marcadamente política” de las crisis del tercer milenio. Por
último, Francisco, que ha hecho del cuidado “por los pobres” y “con los pobres”
uno de los pilares de su pontificado.
Una obra
iniciada por Francisco y retomada por León
Fue
precisamente Francisco quien, en los meses previos a su muerte, había comenzado
a trabajar en la exhortación apostólica. Al igual que con la Lumen
Fidei de Benedicto XVI, retomada en 2013 por Jorge Mario Bergoglio,
también en esta ocasión es el sucesor quien completa la obra, que representa
una continuación de la Dilexit nos, la última encíclica del Papa
argentino sobre el Corazón de Jesús. Porque es fuerte el “vínculo” entre el
amor de Dios y el amor a los pobres: a través de ellos, Dios “sigue teniendo
algo que decirnos”, afirma el Papa León. Y recuerda el tema de la “opción
preferencial” por los pobres, expresión nacida en América Latina (16) no para
indicar “un exclusivismo o una discriminación hacia otros grupos”, sino “la
acción de Dios que se compadece ante la pobreza y la debilidad de toda la
humanidad”.
“En el rostro
herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por
tanto, el mismo sufrimiento de Cristo” (9).
Los “rostros” de la pobreza
Son numerosos
los motivos de reflexión y los impulsos a la acción en la exhortación de Robert
Francis Prevost, en la que se analizan los “rostros” de la pobreza. La pobreza
de “los que no tienen medios de sustento material”, “del que está marginado
socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus
capacidades”, la pobreza “moral”, “espiritual”, “cultural”; la pobreza “del que
no tiene derechos, ni espacio, ni libertad” (9).
Nuevas formas de pobreza y falta de equidad
Ante este
panorama, el Santo Padre considera “insuficiente” el compromiso para eliminar
las causas estructurales de la pobreza en sociedades marcadas “por numerosas
desigualdades”, por la aparición de nuevas formas de pobreza “más sutiles y
peligrosas” (10), por normas económicas que han aumentado la riqueza, “pero sin
equidad”.
“La falta de
equidad es raíz de los males sociales” (94).
La dictadura de una economía que mata
“Cuando dicen
que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de
otras épocas no comparables con la realidad actual”, afirma León XIV (13).
Desde este punto de vista, sostiene que “es encomiable el hecho de que las
Naciones Unidas hayan puesto la erradicación de la pobreza como uno de los
objetivos del Milenio”.
Sin embargo,
el camino es largo, especialmente en una época en la que sigue vigente la
“dictadura de una economía que mata”, en la que las ganancias de unos pocos
“crecen exponencialmente”, mientras que las de la mayoría están “cada vez más
lejos del bienestar de esa minoría feliz” y en la que se difunden “ideologías
que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación
financiera” (92).
Cultura del descarte, libertad de mercado, pastoral de
las élites
Todo esto es
señal de que aún persiste —“a veces bien enmascarada”— una cultura del descarte
que “tolera con indiferencia que millones de personas mueran de hambre o
sobrevivan en condiciones indignas del ser humano” (11). El Pontífice condena
entonces los “criterios pseudocientíficos” según los cuales será “la libertad
de mercado” la que llevará a la “solución” del problema de la pobreza, así como
la “pastoral de las llamadas élites”, según la cual “en vez de perder el tiempo
con los pobres, es mejor ocuparse de los ricos, de los poderosos y de los
profesionales”.
“En efecto,
muchas veces se percibe que, de hecho, los derechos humanos no son iguales para
todos” (94).
Transformar la mentalidad
Lo que el
Sucesor de Pedro preconiza es, por lo tanto, “un cambio de la mentalidad”,
liberándose ante todo de la “ilusión de una felicidad que deriva de una vida
acomodada”. Esto mueve a muchas personas a una visión de la existencia centrada
en la riqueza y el éxito social “a toda costa”, incluso en detrimento de los
demás y a través de “sistemas políticos y sociales injustos” (11).
“La dignidad
de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana” (92).
En cada migrante rechazado está Cristo llamando a la
puerta
León XIV
dedica un amplio espacio al tema de las migraciones. Acompaña a sus palabras la
imagen del pequeño Alan Kurdi, el niño sirio de 3 años que en 2015 se convirtió
en símbolo de la crisis migratoria europea con la foto de su pequeño cuerpo sin
vida en una playa. “Lamentablemente, aparte de alguna emoción momentánea,
hechos similares se están volviendo cada vez más irrelevantes, reduciéndose a
noticias marginales” (11), constata el Pontífice.
Al mismo
tiempo, recuerda la labor plurisecular de la Iglesia hacia quienes se ven
obligados a abandonar sus tierras, expresada en centros de acogida, misiones
fronterizas, esfuerzos de Cáritas Internacional y otras instituciones (75).
“La Iglesia,
como una madre, camina con quienes caminan. Donde el mundo ve una amenaza, ella
ve hijos; donde se levantan muros, ella construye puentes. Sabe que el anuncio
del Evangelio sólo es creíble cuando se traduce en gestos de cercanía y de
acogida; y que en cada migrante rechazado, es Cristo mismo quien llama a las
puertas de la comunidad” (75).
Siempre en el
tema de la migración, Robert Prevost hace suyos los famosos “cuatro verbos” del
Papa Francisco: “Acoger, proteger, promover e integrar”. Y también toma
prestada del Papa argentino la definición de los pobres no solo como objeto de
nuestra compasión, sino como “maestros del Evangelio”.
“Servir a los
pobres no es un gesto de arriba hacia abajo, sino un encuentro entre iguales...
Por lo tanto, cuando la Iglesia se inclina hasta el suelo para cuidar de los
pobres, asume su postura más elevada” (79).
Las mujeres víctimas de violencia y exclusión
El Sucesor de
Pedro se refiere luego a la actualidad, signada por miles de personas que
mueren cada día “por causas vinculadas a la malnutrición” (12). “Doblemente
pobres”, añade, son “las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato
y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de
defender sus derechos” (12).
“Los pobres no están por casualidad”
León XIV
reflexiona profundamente sobre las causas mismas de la pobreza: “Los pobres no
están por casualidad o por un ciego y amargo destino. Menos aún la pobreza,
para la mayor parte de ellos, es una elección. Y sin embargo, todavía hay
algunos que se atreven a afirmarlo, mostrando ceguera y crueldad”, subraya
(14). “Obviamente entre los pobres hay también quien no quiere trabajar”, pero
también hay muchos hombres y mujeres que recogen cartones desde la mañana hasta
la noche solo para “sobrevivir” y nunca para “mejorar verdaderamente” su vida.
En resumen, se lee en uno de los puntos centrales de Dilexi te, “no
podemos decir que la mayor parte de los pobres lo son porque no hayan obtenido
‘méritos’, según esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que
sólo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida” (14).
Ideologías y orientaciones políticas
A veces,
observa el Papa León, son los propios cristianos los que se dejan “contagiar
por actitudes marcadas por ideologías mundanas o por posicionamientos políticos
y económicos que llevan a injustas generalizaciones y a conclusiones
engañosas”.
Hay quienes
siguen diciendo: “Nuestra tarea es rezar y enseñar la verdadera doctrina”.
“Pero, desvinculando este aspecto religioso de la promoción integral, agregan
que sólo el gobierno debería encargarse de ellos, o que sería mejor dejarlos en
la miseria, para que aprendan a trabajar” (114).
La limosna, a menudo despreciada
Un síntoma de
esta mentalidad es el hecho de que el ejercicio de la caridad resulte a veces
“despreciado o ridiculizado, como si se tratase de la fijación de algunos y no
del núcleo incandescente de la misión eclesial” (15). León XIV se detiene
largamente en la limosna, raramente practicada y a menudo despreciada (115).
“Como
cristianos, no renunciamos a la limosna. Es un gesto que se puede hacer de
diferentes formas, y que podemos intentar hacer de la manera más eficaz, pero
es preciso hacerlo. Y siempre será mejor hacer algo que no hacer nada. En todo
caso nos llegará al corazón. No será la solución a la pobreza mundial, que hay
que buscar con inteligencia, tenacidad y compromiso social. Pero necesitamos
practicar la limosna para tocar la carne sufriente de los pobres” (119).
Indiferencia por parte de los cristianos
En la misma
línea, el Obispo de Roma se refiere a “la carencia o incluso la ausencia de
compromiso” con la defensa y promoción de los más desfavorecidos en algunos
movimientos o grupos cristianos (112). Si una comunidad eclesial no coopera en
la inclusión de todos, advierte, “también correrá el riesgo de la disolución,
aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará
sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con
reuniones infecundas o con discursos vacíos” (113).
“Hay que decir
sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres”
(36).
El derecho a la educación
El Pontífice
recuerda además el ejemplo de San José de Calasanz, quien fundó la primera
escuela popular gratuita de Europa (69), para subrayar la importancia de la
educación de los pobres: “No es un favor, sino un deber”.
“Los pequeños
tienen derecho a la sabiduría, como exigencia básica para el reconocimiento de
la dignidad humana” (72).
La lucha de los movimientos populares
En la
exhortación, el Sucesor de Pedro también hace referencia a la lucha contra los
“destructores efectos del imperio del dinero” por parte de los movimientos
populares, dirigidos por líderes “muchas veces bajo sospecha o incluso
perseguidos” (80). Estos, sostiene, “nos invitan a superar ‘esa idea de las
políticas sociales concebidas como una política hacia los
pobres, pero nunca con los pobres, nunca de los
pobres’” (81).
Una voz que
despierte y denuncie
En las últimas
páginas del documento, el Santo Padre hace un llamamiento a todo el Pueblo de
Dios para que haga oír, “de diferentes maneras, una voz que despierte, que
denuncie y que se exponga, aun a costo de parecer ‘estúpidos’”.
“Las
estructuras de injusticia deben ser reconocidas y destruidas con la fuerza del
bien, a través de un cambio de mentalidad, pero también con la ayuda de las
ciencias y de la técnica, mediante el desarrollo de políticas eficaces en la
transformación de la sociedad” (97).
Los pobres, no un problema social, sino el centro de
la Iglesia
Es necesario
que “todos nos dejemos evangelizar por los pobres”, exhorta el Papa (102). “El
cristiano no puede considerar a los pobres sólo como un problema social; estos
son una ‘cuestión familiar’, son ‘de los nuestros’”. Por consiguiente, “nuestra
relación con ellos no se puede reducir a una actividad o a una oficina de la
Iglesia” (104).
“Los pobres
están en el centro de la Iglesia” (111).
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