Testigos de la Fe | VN
Beatificados
124 mártires españoles. Semeraro: Testigos por amor de verdad y justicia
La mañana de este 13 de diciembre en
Jaén se celebró la Misa de beatificación de 124 sacerdotes, religiosos y
laicos, víctimas de la Guerra Civil Española. El Prefecto del Dicasterio para
las Causas de los Santos declaró: Transformaron el sufrimiento en redención y
la sangre en semilla de evangelización.
No héroes ni luchadores por una
ideología, sino testigos de una verdadera valentía, encarnada en la capacidad
de sufrir "por amor a la verdad y la justicia". Así describió el
cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los
Santos, a los 124 mártires de la diócesis española de Jaén, beatificados la
mañana, sábado 13 de diciembre, en la catedral de la ciudad, dedicada a la
Asunción de María. La Misa fue concelebrada por el obispo Sebastián Chico
Martínez, ordinario local, y sus dos predecesores, Ramón del Hoyo López y
Amadeo Rodríguez Magro, junto con numerosos cardenales, prelados y sacerdotes
de diversas regiones del país.
Una historia dolorosa y luminosa
Presidiendo el rito en nombre de
León XIV, el cardenal recordó la historia, a la vez dolorosa y luminosa,
ambientada en los acontecimientos de la guerra civil del siglo pasado, de los
nuevos beatos, cuya proclamación estuvo acompañada por el repique de campanas y
los aplausos atronadores de la asamblea. Entre ellos se encontraban 110
sacerdotes, una monja de la Orden de Santa Clara y trece laicos. Se pueden
dividir en dos grupos principales: el primero, encabezado por el padre Manuel
Izquierdo Izquierdo, cuenta con 58 compañeros; el segundo, vinculado a la
figura del padre Antonio Montañés Chiquero, cuenta con 64. Todos fueron
víctimas de una guerra que afrontaron con una sola arma: el amor. Tanto es así
que murieron perdonando a sus verdugos.
La esperanza no se rinde ante el mal
El perdón martirial es "el
fruto de la esperanza que no se rinde ante el mal", explicó Semeraro,
refiriéndose también a la Spe Salvi, la segunda encíclica de
Benedicto XVI, cuyo tercer aniversario se celebrará el 31 de diciembre. En ese
documento, recordó el Prefecto, el teólogo Papa enfatizó cómo ciertas
circunstancias de la vida requieren una "gran esperanza": son esos momentos
en los que "necesitamos amigos, hermanos y hermanas que, con su
testimonio, nos ayuden a comprender que es posible avanzar, que podemos
hacerlo". Y estos testigos y mártires que se "entregaron
totalmente" por amor nos ayudan a elegir, "incluso en las pequeñas decisiones
cotidianas, el bien sobre la comodidad, sabiendo que así es realmente como
vivimos la vida", comentó Semeraro.
En juego por algo más grande
La fuerza interior de figuras como
las de los nuevos beatos, enfatizó el cardenal, reside en su "medida de
humanidad", es decir, en su "capacidad de sufrir por amor a la
verdad". Un sufrimiento que, añadió, «nace de la esperanza y el amor por
todo lo que es verdadero, justo y santo». En esencia, es una «disposición a
arriesgarse por algo mayor». Y este es un punto útil en el contexto cultural
actual, en el que «la evasión de uno mismo crece» y, con ella, las formas de
quitarse la vida «se vuelven cada vez más sencillas». Por el contrario, como
afirmó León XIV, «vivir invoca sentido, dirección, esperanza, porque sin
esperanza, la vida corre el riesgo de aparecer como un paréntesis entre dos
noches eternas, una breve pausa entre el antes y el después de nuestro paso por
la Tierra».
Semillas de Evangelización
Los nuevos beatos españoles, sin
embargo, son «el testimonio más alto de la fe cristiana», una que «encarna el
amor total a Cristo y a los hermanos, transformando el sufrimiento en redención
y la sangre en semilla de evangelización». Su ejemplo, enfatizó el cardenal, no
es algo que pueda considerarse concluido en siglos pasados. De hecho, «hoy hay
más mártires que en los primeros tiempos de la Iglesia», como ha observado el
Papa Francisco en varias ocasiones.
La virtud cristiana de la fortaleza
Al seguir a los 124 mártires de
Jaén, el Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos esperaba que
experimentáramos y conserváramos «el deseo de ser valientes al dar testimonio
de Jesús». Junto a esto, concluyó, también destaca la virtud cristiana de la
fortaleza, que nos hace «capaces de vencer el miedo, incluso el miedo a la
muerte», conscientes de las palabras de Jesús: «¡Tened ánimo, yo he vencido al
mundo!».


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