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    jueves, 20 de enero de 2011

    Jesús de Nazaret Hoy


    Quiero empezar por decirles que hoy, en los sectores preocupados por Jesús y por investigar la historia de Jesús, se está hablando con un lenguaje muy nuevo; les voy a decir algunas de las cosas que se están diciendo de ese Jesús al que nosotros queremos y creemos que es nuestro, que sólo pertenece a nuestra Iglesia. Hoy, personas que incluso no son creyentes dicen cosas como ésta: Jesús no pertenece sólo a los cristianos; es patrimonio de la humanidad. Otras afirman: Sin duda Jesús es lo mejor que ha dado la historia y sería una tragedia si un día la humanidad lo olvidara. También: Jesús no sólo ha inaugurado una nueva religión, sino una nueva era. Nunca la historia ha producido, dicen algunos, un símbolo religioso más grandioso que el proyecto de Jesús, que llaman Reino de Dios. Si el mundo lo atendiera cambiaría; si se convirtiera en el eje vertebrador de las culturas, de las políticas y de las religiones, la humanidad viviría con un horizonte de esperanza que hoy no puede sospechar. Y otros: sí es cierto que está en crisis, el final quizás de una religión cristiana, muy condicionada por la filosofía griega y el derecho romano, pero estamos en el pórtico de un desarrollo nuevo del movimiento de Jesús.
    Jesús todavía no ha dado lo mejor, Jesús todavía puede ser una verdadera sorpresa, y estoy viendo, cada vez más, que se habla de Jesús como el alma que necesita este mundo para vivir de una manera más digna y más esperanzadora. De este Jesús quiero hablar yo ahora. La conferencia de hoy lleva el título “La alternativa de Jesús”; es un intento de resumir con un poco de claridad y de manera un poco viva el proyecto de Jesús.
    Los creyentes creemos que en ese hombre se ha encarnado Dios; otros no lo creerán así, pero a todos, desde luego a los creyentes, nos interesa ver, cómo ha vivido este hombre y que es lo que ha querido introducir en la historia humana.
    Todos sabemos que Jesús nació en Galilea donde, en los años 30 no se conocía, obviamente, una separación entre lo que hoy nosotros, de una manera espontánea, sabemos diferenciar: lo económico, lo cultural, lo político, lo social… Esto no era posible en la sociedad que vivió Jesús; en arameo ni siquiera existe una palabra para decir “religión”. Por supuesto que Jesús era un hombre religioso, pero vivió en una sociedad donde lo religioso estaba implicado, orientando, justificando, impulsando toda una manera de entender y de vivir la vida y la sociedad, hasta tal punto que, en aquel momento, para los hebreos la Torá, la ley de Moisés, la ley de Dios es, al mismo tiempo la Constitución, por decirlo así.
    En cuanto nos acercamos a Jesús vemos que, en esa sociedad, no es un escriba, un maestro de la ley, tampoco es un sacerdote; no enseña propiamente una doctrina; nosotros a veces hemos imaginado que lo más específico de Jesús era enseñar la verdadera religión, una doctrina que luego los discípulos tendrán que difundir de manera correcta, pero no es así. En el centro de la predicación de Jesús más allá de una doctrina hay un hecho, un acontecimiento, algo que está sucediendo, que Él está experimentando y que quiere contagiar a todos.
    Todos los investigadores están de acuerdo en que el resumen que hace el evangelista Marcos -el primer evangelista- es el más correcto; dice así: Jesús anunciaba la Buena Noticia de Dios, a Dios como algo nuevo y bueno. Jesús anuncia que el Reino de Dios se está acercando, que este Dios no quiere dejarnos solos frente a los problemas y los desafíos, sino orientar nuestra vida de manera sana, dichosa; Jesús invita a cambiar de manera de pensar y de hablar, invita a creer en esta Buena Noticia, a vivir creyendo en Él. Jesús percibe que ha empezado un tiempo nuevo, pero hay que acogerlo. Hoy todos los investigadores piensan que el Reino de Dios fue la verdadera pasión de Jesús, el núcleo, el corazón de su mensaje, la pasión que inspiró toda su vida y también la razón por la que fue ejecutado. “El Reino de Dios es la alternativa de Jesús”.
    Por supuesto, el Reino de Dios es mucho más que una religión, va mucho más allá de las creencias, los preceptos y los ritos de una religión; es una manera de entender y de vivir a Dios que lo cambia absolutamente todo. Como veréis, Jesús ha querido introducir en el mundo una experiencia nueva de Dios que nos permita vivir de una manera nueva, con una esperanza y con un horizonte diferente; es el proyecto, el Reino de Dios.
    Lo sorprendente es que Jesús nunca explica lo que es el Reino de Dios con un lenguaje conceptual; no sabe hablar con un lenguaje solemne, como los sacerdotes del templo; ni con el lenguaje legalista de los maestros de la ley; Jesús es un poeta. Hoy se está valorando muchísimo la dimensión poética de Jesús; las metáforas, las imágenes y sobre todo las parábolas de Jesús en esa época -siglo I- es de lo mejor que hay en la literatura mundial. Con ese lenguaje parabólico, más que hablar de doctrinas Jesús habla de cómo sería la vida si hubiera más gente que se pareciera a Dios.
    En el fondo, Jesús llevaba dentro esta pasión, este fuego: ¿Cómo sería la vida en el Imperio Romano si en Roma no reinara Tiberio, sino Dios, es decir, alguien que hiciera lo que Dios quiere para la humanidad…? ¿Cómo cambiaría Galilea si en Séforis y más tarde en Tiberíades no reinara Antipas, sino alguien que mirara las cosas como las mira Dios…? ¿Cómo cambiaría la religión del Templo, en Jerusalén, si no estuviera Caifás y reinara un sacerdote que de verdad quisiera lo que quiere Dios…? Esa era la obsesión de Jesús. Y nosotros tendremos que preguntarnos, ¿cómo sería nuestra sociedad y nuestra Iglesia, si hubiera, cada vez más, personas, hombres y mujeres, que se parezcan un poco a Dios?

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