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    domingo, 1 de diciembre de 2019

    El valor de celebrar

    Valor del Mes | Juan Tomás García, msc


    Celebración

    Lema: La Palabra se hizo carne Juan 1, 14
    Vuelve la Navidad, se renuevan en nosotros las ganas de celebrar, la alegría parece retomar fuerzas aunque no tengamos muy claro el por qué. Por eso promovemos el valor de la celebración para recordar que tenemos motivos más que suficientes para organizarnos y celebrar la vida que Dios nos da haciéndose presente en nuestro mundo y compartiendo su vida con la humanidad. Celebrar es un valor profundo que se expresa en la alegría compartida y se manifiesta generosamente al derrochar ganas de estar juntos y entendernos.


    Celebramos la Esperanza
    Durante el mes de diciembre hasta la Navidad se nos estará recordando en las celebraciones litúrgicas que podemos esperar lo mejor para la humanidad pues Dios se ocupa de ella. El Dios con nosotros no es aquel que aniquila sino el que da la vida, la acompaña y alimenta día a día. Así nos enseña a madurar humanamente y a confiar en su acción salvífica que todo lo renueva e impulsa con su presencia amorosa. Es posible que en algún momento hayamos sentido miedo o frustración durante este año, pero nada de eso es eterno. Ni las crisis, ni los diferentes tipos de maldades, ni el pecado ni la muerte son eternos. Dios nos ha hecho eternos a nosotros por Jesucristo, en su muerte y resurrección (Misterio Pascual). La vida está constantemente cambiando pues el Señor la acompaña con su Corazón Creador y dador de vida. Nada hay que temer, El Enmanuel se hace presente para salvarnos.

    La esperanza la podemos expresar en nuestra historia personal, familiar y comunitaria. En medio de las dificultades recordamos que Dios se ha encarnado y que nunca nos dejará abandonados a nuestra propia suerte. No olvidamos las situaciones por las que atravesó Jesús en su andar encontrándose con las personas. Nada de eso ha terminado, Jesús continúa tras nuestros pasos tratando de asegurarnos en el camino de la vida. La pobreza, los desplazamientos, el no tener dónde reclinar la cabeza, las acusaciones que le hacen los grupos de poder de su tiempo, nunca desanimaron a Jesús, todo lo contrario, se llenó de fuerza para enfrentar el desenlace humano de su vida y su misión. El encuentro personal y comunitario con Cristo, Palabra Encarnada del Padre, capacita para esperar nuevas experiencias de vida y amor.

    ¿Cómo vivir la celebración?
    La respuesta está en el modo como la viven regularmente las comunidades cristianas. Muchas expresiones de alegría y compartir. Lo que nos caracteriza es precisamente el juntarnos para compartir la alegría de la vida. Hacer una comida, narrar cuentos, cantar y declamar, bailar y expresar cada uno sus vivencias; son unas maneras sanas y provechosas de celebrar.

    Nuestro valor, Celebración, a promover durante el mes para diciembre, viene motivado por el anuncio de la Buena Noticia de la presencia de Dios entre nosotros, el Enmanuel. Con Jesús “comienza algo nuevo y muy bueno”. Jesús es el comienzo de algo nuevo e inconfundible, eso hay que celebrarlo. Celebramos gozosamente el acontecimiento permanente de la presencia de Dios que nos salva. Esto es lo que están experimentando los primeros cristianos. Quien se encuentra vitalmente con Jesús y penetra un poco en su misterio sabe que con él empieza una vida nueva, algo que nunca había experimentado anteriormente. Una sensación de liberación, alegría, seguridad y desaparición de miedos. Y todo esto sin necesidad de recurrir al alcohol o a las drogas que matan a las personas y destruyen el entorno familiar. Las borracheras y el desmedido consumo de cosas nos alejan de la humanidad que Cristo nos ha ganado.

    La Celebración renueva la vida familiar
    La celebración garantiza encuentros enriquecedores. Lo primero es la reunión de familias. En tiempos de Navidad es muy común ver las familias reunidas para compartir. Las personas que han abandonado el hogar familiar, por lo regular en este tiempo regresan y son causa de reencuentro y alegría desbordante. Al mismo tiempo, nos enseña a no pedir a la vida lo que no nos pueda dar, a no esperar de las relaciones con los hermanos de la comunidad cristiana lo que no nos pueden proporcionar. La celebración rompe las cadenas que nos atan a este mundo sin perspectivas de trascendencia ni de eternidad. La fiesta de la Navidad, vivida desde la esperanza, crea un clima diferente: estos días se capta mejor la necesidad de familia, hogar y seguridad.

    Desde los abuelos quienes sacrifican lo que sea con tal de tener a los suyos alrededor en tiempos de celebración de la Navidad, hasta los niños quienes disfrutan más que nadie la atención de los mayores y sus regalos, todos sentimos que nuestro interior se crece celebrando la presencia de Dios en el tiempo que llamados Navidad. No perdamos la ocasión para renovar la practica de la ternura y el cariño los unos por los otros ni de crear lazos de solidaridad con quienes parecen estar solitarios y tristes en nuestro derredor. Eso nos hará sentir aún mucho más profundamente las ganas de celebrar y gozar la vida. Celebrar es vivir. ADH 840

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