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    domingo, 5 de abril de 2020

    MARTES SANTO

    MARTES SANTO | Fray Juan José de León L., O.P.  


    Te haré luz de todas las naciones
    El texto de la primera lectura no puede ser calificado de claro. Los especialistas en Sagrada Escritura y en lenguaje de los profetas verán en él lo que los que no tenemos ese conocimiento nos cuesta ver. Sí percibimos que trata de dos asuntos distintos: la vocación desde el seno materno, a ser profeta, boca de espada afilada; del fracaso de su misión profética: “en vano me he cansado…”; para reconocer que por encima de su debilidad esta la ayuda de Dios. Que le encomienda ser luz, no sólo de Israel, sino de todas las naciones; de modo “que mi salvación alcance hasta el confín de la Tierra”, superando las fronteras del “pueblo elegido”. Esa universalidad de la “salvación”, es el otro asunto que encontramos en la lectura. Es algo nuevo. Les costó entender a las primeras comunidades cristianas la dimensión universal de la acción liberadora y de su evangelio de Jesús de Nazaret. Pablo hubo de intervenir con fuerza
    Sobre la misión profética es necesario recordar que nadie ha de asumir la tarea de profeta, sino siente la llamada de Dios a serlo. Que no es llamada al triunfo personal, sino que ha de asumir el fracaso, para que aparezca de quién es la palabra y la acción profética. A lo largo de la historia, antes de Cristo y después de él, han aparecido muchos falsos profetas. Falsos no sólo por lo que proclamaban, sino y sobre todo porque se creían los protagonistas, y se predicaban a sí mismos. Con el objetivo de construir su propio grupo sectario de seguidores, que le adularan.

    EVANGELIO DEL DÍA
    Detrás del pan, entró en el Satanás
    Sabemos que el relato de la Pasión según san Juan es el menos duro de los relatos evangélicos. Su evangelio comienza con mostrarnos la divinidad de Jesús, ya en su prólogo: es el Verbo creador encarnado. Y esa visión sigue presente a lo largo de su relato. Pero además es el evangelio en el que se manifiestan con más fuerza los sentimientos de Jesús. En especial los afectos de Jesús. Esos sentimientos están más flor de piel en el momento de la última cena con sus discípulos. Es momento de intimidad afectiva con ellos, es en ese momento cuando, “profundamente conmovido”, anuncia la traición de uno de los presentes. Algo incomprensible para sus discípulos. Solo la intervención de Satanás, que invade el interior de Judas, puede explicar la traición. Satanás como origen de todo mal. Sólo un agente externo puede explicar la decisión de Judas para el evangelista, entiende Juan. Pues bien, no es necesariamente así, existe en nosotros suficiente posibilidad de ser traidores; suficiente capacidad de mal en nuestro interior. Con ello hay que contar para conocernos y “cuidar de no caer”.
     En contraste con Judas, Pedro proclama su fidelidad a Jesús: “daré mi vida por ti”. Pedro se siente fuerte. Nadie puede separarle del compromiso con Jesús. Es un error sentirse tan fuerte que sea imposible la negación de lo que hemos prometido, la infidelidad a quien se ha prometido afecto “eterno”. Induce a desprotegerse, a no actualizar día a día los compromisos, en concreto los afectivos.  Para ser fuerte en la fidelidad es necesario asumir nuestra debilidad, nuestra capacidad de ser infiel.

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